domingo, 16 de octubre de 2011

Peces de entorno rural























BREVES CONSIDERACIONES BIOGRÁFICAS Y LITERARIAS



Don Ramón María del Valle - Inclán , (1866 – 36) vivió setenta años para contar, a caballo de los dos siglos, dividió su vida casi a partes iguales entre el S XIX y el XX. Procedente de una familia de hidalgos campesinos, pronto cambió su nombre de Registro Civil: Ramón Valle y Peña, por el primero más sonoro, más ajustado a su personalidad y a su eterna búsqueda literaria.

Cuando Valle – Inclán nace, Bécquer tiene ya treinta años y está próximo a morir. Pardo Bazán es una jovencita adolescente de quince; Galdós, un joven tímido de 23 que ya trabaja de periodista en Madrid y Zorrilla se ha establecido en la capital después de su estancia en Méjico. De sus compañeros, contemporáneos de profesión, los que más se aproximan a su edad son Unamuno (1864) y Rubén Darío (1867); el resto, como Azorín, Machado, Maeztu, Gómez de la Serna, Marañón, Castelao, Bagaría, Pérez de Ayala, Ortega, Juan Ramón o Azaña son bastante más jóvenes. Quizá sea esa la razón del respeto y ascendiente que todos le tuvieron, con la excepción de Unamuno del que se cuenta la anécdota que una vez que los presentaron en una calle de Madrid no tardaron ni cien metros en salir dándose voces uno al otro.




Paradójico y contradictorio, sus filias oscilan entre el carlismo y el comunismo estalinista. Ideas siempre sometidas a su independencia y singularidad, porque su entrega a cualquier cosa que emprendiera no tenía doblez. Su subjetividad, su ingenio y sus ocurrencias eran tan grandes que no se concebía sometido a la disciplina de ningún molde. Se cuenta que cuando su amigo, el presidente
Manuel Azaña, le inventó un cargo, nombrándole Conservador General del Patrimonio no paró de incordiar hasta que le nombraron otra cosa en Roma, para tenerle lejos.

La multitud de anécdotas que aún circulan sobre él, han contribuido a desvirtuar su imagen y presentarlo de manera fragmentada y superficial, cuando la lectura de su extensa producción literaria, a pesar de empezar a escribir tarde, nos habla de su laboriosidad, categoría y calidad.

Valle Inclán. Retrato de Zuloaga

De bien joven viajó a Méjico (1892). Allí hizo amistad con Rubén Darío con el que coincidió en la necesidad de renovación de la literatura hispánica y trabajó de periodista. La publicación de Las Sonatas le colocan entre los renovadores literarios del momento. La defensa a ultranza de sus creencias, casi siempre a contrapié de lo socialmente aceptable y aceptado, le llevan a la desmesura en sus opiniones, a la discusión y al insulto. Como consecuencia de un rifirrafe con su amigo periodista, Manuel Bueno, pierde un brazo. Vivió años de bohemia y extrema pobreza, aceptada por él como pago a su insumisión, tanto política como literaria.

Siguiendo los pasos de Galdós y Pio Baroja cultiva la novela histórica, tan realista como permite su subjetividad apasionada en la forma de tratar los hechos históricos y escribe y publica la trilogía carlista.

Su retorno a Méjico en 1922, inspira Tirano Banderas, su mejor novela. Su transfiguración literaria está en marcha. Su mirada a ras de tierra le permite descubrir el realismo despiadado y penetrar en los estratos más profundos de la realidad.


Caricatura de Luis Bagaría.


SONATA DE OTOÑO.
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN


Hay muchas novelas que comienzan con una carta. La originalidad del comienzo de Sonata de Otoño radica en que se trata de una que ya no existe, del recuerdo nostálgico de tres pliegos blasonados ya perdidos hace mucho tiempo. Y”Aquellas manos pálidas, olorosas, ideales, las manos que yo había amado tanto, volvían a escribirme como otras veces” ejemplo de sinestesia y metonimia que tanto gustan al autor y que a mí me recuerdan a aquellas otras manos de la primera página de Pedro Páramo, tantas veces leído: “Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo”. Las manos nobles de las hermanas monjas de Concha: “A través de las rejas me alargaron sus manos nobles y abaciales de esposas vírgenes”. También “se tapaba los ojos con la manos”. “En las manos pálidas de la que guiaba, distinguía el rosario: Era de azabaches y la luz y las medallas de lucientes oros. Y sus dedos apéndices de las manos: “[…] las cuentas del rosario pasaban con lentitud devota entre sus dedos pálidos”.

Si la prosa es ritmo, he aquí una muestra inmejorable: “Era una esperanza indecisa y nostálgica que llenaba mi vida con un aroma de fe: Era la quimera del porvenir, la dulce quimera dormida en el fondo de los lagos azules, donde se reflejan las estrellas del destino."
Los espacios se nos construyen con las breves pinceladas imprecisas de los brumosos días gallegos y la jornada de nueve leguas que los separa: Viana del Prior y Palacio de Brandeso. El resto corresponde a la imaginación del lector.

Gran modernidad en este modernista de estilo en la extensión de los capítulos. Son textos de excelente factura, sacados de las narraciones que se publicaban en los periódicos a principios de siglo XX y ajustados al espacio reservado para el folletín, en semejanza a la actual fragmentariedad de lo publicado en internet, cuya extensión ideal no debiera exceder de lo que ocupan una pantalla o dos, a menos que quieras abusar de la confianza del lector y a riesgo del insulto (figurado) en un medio en el que hay tanto y tan variado a la vista.

Tampoco le desagrada al autor mostrarnos el hecho de hincar las rodillas como gesto de sumisión por excelencia. Así lo hacen Bradomín ante dios, a la sombra de una columna y lo repite Concha en señal de humillación antes de la entrega sin reservas, cuando se llora por amor con los labios helados y los temblores del que se siente cercado por la muerte.

Amor, religión y muerte fuertemente entrelazados como eje por el que se desliza la narración: amor de Concha que se muere atormentada por los prejuicios de una relación pecaminosa.

Este primer tramo de la historia está narrado principalmente en pretérito imperfecto de indicativo. Aparece el pretérito perfecto simple para marcar el avance narrativo en dos momentos: la visita al convento de las hermanas de Concha y la vuelta a casa: salí, lo penetré, me arrodillé y llamaron, me incorporé y abrí. Paradójicamente abre el relato en presente, con una declaración: “Mi amor, estoy muriéndome y sólo deseo verte”, que parece abarcar el relato en toda su amplitud. Expresión tranquila del que es consciente de que todo se acaba, y como Don Quijote, se acuesta para morir.

"En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver. "
J. Sabina




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

8 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Ay, Panchito, con lo del "impréterito imperfecto del indicativo, aparece el pretérito perfecto simple para marcar el avance narrativo en dos momentos...". Me he perdido, cariñín. Besotes, M.

Paco Cuesta dijo...

Perdona que corrija: no son las tuyas, breves consideraciones, sino una gran lección.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué maravillosa entrada, querido amigo. Desde el título.

Myriam dijo...

Querido Pancho: hoy no comento tu entrada, a la que regresaré en breve cuando me ponga con Valle Inclán.

Quería agradecerte tu recibimiento en Salamanca, fué muy lindo encontrarnos en tu querida ciudad que por cierto, ¡me encantó!.

Un beso y un abrazo

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, pancho:

Aún no tengo el libro, de Valle Inclán. Lo tendré mañana, espero.

¡Cuánto me gustan los de la fotografía!. ¡Hasta sus etiquetas con los números escritos a mano!.
Lo que me ha encantado es tu comparación con el Pedro Páramo de Rulfo, y la selección de la frase en color verde.
Y el acierto al acompañarlo de la canción de Sabina, que nos lleva a Comala. Hay que agradecer la labor del hacedor del vídeo, ¡qué oportunas todas las imágenes!.
Te dejo una de Jacques Brel: Amsterdam
He encontrado este vídeo 1/11 youtube de la película que hicieron sobre Pedro Páramo
Veré los restantes cuando tenga un rato; a ver si coincide esta adaptación -que no había visto- con lo que yo imaginé.

Un abrazo

Ele Bergón dijo...

Voy a ser tópica, pero me encanta el retrato que haces de Valle-Inclán resaltando su subjetividad y contradicción.

En cuanto a la Sonata de Otoño, no la he leido porque cuando lo hice era muy joven y la recuerdo muy poco, pero seguro que cuando la termine volveré a tu breve consideración literaria para comprenderla mejor.

En todo tu escrito se nota tu entusiasmo por Valle. Yo también lo adoro, así que seré de lo más subjetiva mi lectura de estas Sonatas.

Myriam dijo...

Como te prometí, aquí estoy en tu casa. ¡Que excelente overtura! para este trabajo que estamos haciendo de las Sonatas, porque ya estoy adentro.

Besos

Myriam dijo...

Ahh crei que estaba en otra entrada pero está acá también: me sirvió mucho esta contextualización hitórico- biográfica para ubircarme mejor en la época. Gracias.