domingo, 19 de noviembre de 2017

La saga/fuga de J.B. (39) Scherzo y fuga. Gonzalo Torrente Ballester. Olores de revolución.






"A la puerta hay un hombre que alborota la noche y pide ser recibido"


La saga/fuga de J.B. (39) 
Scherzo y fuga 
Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

"¡Ay de los meantes contra el muro!"  es un lamento con tintes de amenaza que se desliza en algún momento de las Sagradas Escrituras y que al almirante John Ballantyne le ha llevado a la reflexión en momentos de dolor lacerante. ¡Qué acierto de palabras conjuntadas! Por eso Jota Be ha dedicado su vida a conjuntar palabras. Nada importa la calidad de la poesía ante la belleza de una  muerte entre alambradas de algodón. “El primo John dio la vida por Irlanda y Dios le tendió su mano y le llevó por encima de las nubes.” 

Las fuerzas de Villasanta mandan en son de paz a su capellán castrense, don Amerio, a parlamentar con los sitiados. Pactar mejor que derrotar, pactar hasta con los que te quieren destruir. Les propone un trato: si entregan al Cuerpo Santo y a Lilaila, el batallón pasará de largo. Piden al Cuerpo Santo porque Castroforte es indigno de albergarlo y a la mujer por traidora a la patria y a su marido. Según don Amerio, de nada le sirve al capitán haberse batido heroicamente en la batalla de Puentesampayo si en casa tiene una mujer que piensa por su cuenta. El engaño de un hombre es algo vergonzoso que un duelo a primera sangre limpia, pero que una mujer tenga ideas propias… Eso es difícil de asumir. Para ella el capitán Barallobre puede ser un héroe en el campo de batalla, pero no pasa de borrico de puertas para dentro. 

El lieutenant de la Rochefoucauld observa y escucha la conversación sin intervenir, el toma y daca dialéctico. Sopesa la conveniencia o no de cargar el trapo y tender los papalugos mientras juguetea entre las manos con la cabeza del bastoncillo. A Ballantyne le llevan los demonios el sobamiento porque se le asemeja al majestuoso fluido sonoro de un pavo real que corteja la pava apabullada. 



"Los hombres de mi clan, al recordarme, no tendrán que avergonzarse y esconder las miradas en la sombra"

La cólera enciende los colores y le hincha las venas de la cara a don Amerio. No soporta la visión de Lilaila con la espada en el regazo como si fuera la labor de costura. Hay maridos que mandan y esposas que obedecen y sanseacabó. “Y hay mujeres que no hallarán agua bastante para limpiar su cuerpo de las manchas dejadas en él por sus maridos.” Algo se ablanda en las manos vegetales del Canónigo don Amerio, traslúcidas y litúrgicas, ungidas de un poder capaz de fulminar condenaciones de perdón reservadas a la Santa Sede. Afuera los estudiantes gritan eslóganes de rima consonante y disparan contra las paredes de la casa mientras esperan alguna proclamación desde el balcón. Les advierte que los franceses ya conocen la fiereza española cuando se agarran a la vida hasta el último aliento como un numantino. Cuando alguien los lleva al límite,  se emborrachan de victoria, la lista de casos bélicos es larga, comienza en Berlín y puede acabar ese  mismo día en Castroforte del Baralla. Confían en los cañones dispuestos en las murallas, pero más en la ferocidad de las lampreas. Ningún soldado de Villasanta se atreverá a vadear el río Mendo porque desde chicos guardan en la memoria el miedo a las lampreas. 

El almirante sale a la ciudad seguido por docenas de voluntarios de primera hora con ganas de mambo, ansiosos por estrenar los cañones, deseosos de comprobar el efecto de los cañonazos en las masas compactas de los villasantinos sitiadores. Aquella noche duerme vestido. El repique de campanas respondido por el tam tam lejano de los tambores y el toque de trompetas del otro lado del río lo despiertan antes del amanecer. Han sacado los santos de sus capillas y los pasean en andas por las calles entre el fervor de la gente que se arrodilla y santigua a su paso. Cuatro marineros portan a hombros la urna con el Santo Cuerpo Iluminado. A primera vista se había hecho un buen trabajo en la momia, pero al tocarla queda entre los dedos una pulgarada de polvo grisáceo y áspero. Los presentes coinciden en que no se le pueden añadir extremidades a aquel tronco medio desintegrado, a aquello le falta consistencia. Deciden dar gato por liebre integral. La gente no dirá nada porque no se enterarán del cambiazo y por el cielo no hay que preocuparse, a las mañanas ya no le harán falta los quiquiriquíes de los gallos del amanecer. A menudo dicen una cosa y la contraria para dejar a salvo la libertad de elección. 




"Un olor más fino que el incienso y más penetrante que el de los nardos se expandió por aquellos ámbitos secretos" 

Con respecto al problema religioso que se plantea expone: “En ninguna parte está escrito que, para que un cuerpo sea venerable, haya de conservar la forma. Reducido a polvo, ¿quién duda que es el mismo cuerpo?” El problema radica en que la gente es tautológica: el cuerpo es cuerpo y el polvo es polvo. La solución estaría en la palabra. (“¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!”JRJ) Si los deanes que se dirigen a la gente van cambiando de manera gradual Santo Cuerpo por Santas Cenizas, se puede asegurar que en dos generaciones se habrá logrado anular la noción de Santo Cuerpo por la de Santas Cenizas. El gato por liebre se habrá asentado en la memoria colectiva y para entonces no habrá más que cenizas en la urna. No parece difícil de conseguir con los peregrinos franceses o italianos que vienen todos los años, el problema sería con los peregrinos checos, los coptos o los etíopes que no peregrinan con tanta frecuencia debido a las dificultades que ponen los otomanos a pasar por sus fronteras. En este caso no queda más remedio que recurrir al cambiazo. O esto o lo otro. Ante la indecisión de los presentes, el canónigo da por recibido el consentimiento, manda poner el cuerpo de la doncella en el altar y traer una caja de zinc en la que meter los restos del Santo Cuerpo Iluminado. A ver si lo pueden dejar descansar en el interior de una huesa excavada en la cueva por los siglos de los siglos. 

La labor del forense no se paga con dinero. Le saca el paquete intestinal a través de un corte en forma de tau. La incisión de Amenhotep. Un aroma más penetrante que el de los nardos se expande por las estancias y llega a la Casa del Barco y al enemigo que no acierta a explicarse el perfume. Olor de santidad. Insinúa que las tripas se puedan vender como reliquias, el olor abona la santidad. El olor saca de sus retretes y de sus glorias a la señora viuda que aparece con la “vista nublada de realidades incompletas y de recuerdos íntegros” y anuncia que don Asterisco, el hombre que alborota la noche, pide ser recibido.

Paso de vencedores 
tierra en rescate; 
Clarines de la dignidad 
Sol del Obrero 
Campesino triunfador 
Hermano nuevo 
Olores de revolución 
Patria en barbechos 
Sangre que dejó correr savia en el río 
Río que he visto volver amanecido
María Dolores Pradera


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

He de reconocer que estoy disfrutando mucho con esta lectura pausada: de hecho, descubro cosas que por la lectura normal se me escaparon. Tendré que volver a la provincia gallega yo también.

Abejita de la Vega dijo...

Cosas de don Gonzalo que también tuvo su don Juan.
Besos