jueves, 5 de noviembre de 2015

Novelas Ejemplares (8) El coloquio de los perros. Miguel de Cervantes. Hacerse fuerte.





"Lo más del día se les pasaba espulgándose o remendando sus abarcas"

Niño espulgándose 
Óleo/lienzo 137 cm × 115 cm
Louvre
Murilllo


Novelas Ejemplares (8) 
El coloquio de los perros 
Miguel de Cervantes 

El fugitivo pasa la noche al raso como corresponde a un perro de nadie. Las esquilas de un atajo de ovejas lo despiertan con la llegada del día. El rebaño debe ser grande porque lo guardan tres pastores. Un atávico instinto heredado de defensa se agita en su interior, le convoca a ponerse en guardia en la defensa del débil contra el poderoso salvaje que pone en peligro la seguridad del indefenso. El silencio de los corderos. 

Quiere la fortuna que el perro Leoncillo acabe de morir y necesiten un perro guardián para el hato. Una vez comprobado que no es un perro callejero mezcla de razas sino un perro con pedigrí, lo adoptan y lo nombran, le llaman Barcino. Para mí que Cervantes ya tenía escrito algo del final de la segunda parte del Quijote en las playas de Barcino, deducción obtenida de una simple observación de la repetición del nombre de uno de los perros (Brutón y Barcino) que acompañarán al hidalgo derrotado en la retirada a su Arcadia particular. 



"Yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comía el pan de mi sudor y trabajo"


“Pero anudando el roto hilo de mi cuento.” En modo alguno puede negar su ascendente cervantino este perro Berganza. La historia continúa denunciando cuán distinta es la realidad de la ficción, la diferencia que hay entre el día a día de los pastores que despiertan entre ovejas de aquellos otros zagales idealizados de los libros que leía su ama; en los que todo se vuelve cantos de ellos, desmayos de ellas, arrepentimientos de ambos. Fuentes de aguas cristalinas, selvas sagradas, tierra santa, tañer de gaitas, rabeles y salterios. Los pastores que Berganza conoce de cerca, cantan a grito pelado y con voces roncas cuando lanzan al viento: “Cata el lobo do va, Juanica” al son de ritmos primarios de cayados y tejuelas puestos entre dos dedos. Los días se le pasan “Espulgándose y remendando sus abarcas.” 




"Volvía al hato sin haber hallado lobo ni rastro dél, anhelando, cansado, hecho pedazos, y los pies abiertos de los garranchos"


Berganza se adapta bien al oficio de guardar ovejas, a pesar de que las noches son un sin vivir, de susto continuo. Rara es la noche que no lo sobresaltan al grito de “¡Al lobo, Barcino!” Él es el primero en saltar en busca de la fiera, pero siempre su diligencia resulta inútil. Al volver sin haber encontrado ni rastro del lobo, éste ya ha hecho la "lobá" en la majada. Pero Berganza es listo, sabe usar su inteligencia. El observar que el ganado no está alobado y los palos que le caen encima por no saber defender las indefensas ovejas una y otra vez, le hacen cambiar de táctica. En lugar de salir disparado a la voz de alarma, se queda quieto, permanece con las ovejas y descubre que los pastores son los lobos. Son ellos los que matan a las ovejas para cogerle lo mejor de la carne y comérsela. Berganza quiere denunciar la fechoría, pero no se atreve. Reflexiona para sí mismo: “¿Quién será poderoso a dar a entender que la defensa ofende, que las centinelas duermen, que la confianza roba y el que os guarda os mata?'' (Espanya ens roba) “Mas quédese aquí esto, que no quiero que parezcamos predicadores.” Concluye Cipión poniendo punto final a un asunto demasiado nauseabundo y que repite más que el ajo. "Porque  no hay mayor ni más sutil ladrón que el doméstico." 

Antes de contar la siguiente historia con otro amo, rico mercader, y preguntado por Cipión que cómo se las arregla para encontrar amo cabal, le responde que la humildad es la base de todas las virtudes, un arma defensiva que a la larga es la más ofensiva porque en su blandura y mansedumbre se embotan y despuntan las flechas de los pecados. 




"Volvime a Sevilla, como dije, que es amparo de pobres y refugio de desechados"


Berganza regresa a Sevilla que es amparo de pobres y refugio de desechados como ahora Madrid, mezcla de perros mestizos, perros de todas las razas, rompeolas de todas las Españas. Se vale de su veteranía para granjearse la confianza del amo. Al poco tiempo vive suelto, sin atar por la noche; de día guardando la puerta de la casa, ladrando al forastero, gruñendo al poco conocido y halagando al que le da de comer (Por dinero baila el can; por pan si se lo dan). Sin pasarse en las lisonjas y donaires no vaya a pasarle lo que al burro en la fábula de Esopo, que fue molido a palos por pasarse en los halagos. Es lo bueno que tiene ser un perro culto y leído. 

Este mercader tiene dos hijos en edad escolar. Van al Estudio de la Compañía de Jesús con gran autoridad y aparato; en coche si llueve; en silla con sombra al calor sevillano que derrite la sesera en verano. En contraste con la austeridad del padre que sólo lleva un esclavo negro cuando se dirige a sus negocios a la lonja . 

Cipión le aclara que es normal que los mercaderes muestren su riqueza no en ellos sino en sus vástagos, pues ya se sabe que “la ambición y la riqueza mueren por manifestarse.” Mientras tanto, se desviven por distinguir a sus hijos de los plebeyos. Les ponen la marca en el pecho que los diferencie como gente principal. Siempre ha pasado, hay que ir uniformados para distinguirse, pertenecer a una tribu y no a otra.




Como si llegaran a buen puerto mis ansias, 
como si hubiera donde hacerse fuerte, 
como si hubiera por fin destino para mis pasos, 
como si encontrara mi verdad primera, 

como traerse al hoy cada mañana, 
como un suspiro profundo y quedo, 
como un dolor de muelas aliviado,
Joaquín Sabina



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



3 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Que bien se refleja con Berganza la impotencia de no poder denunciar lo denunciable. Cervantes lo consigue de forma tan natural, tan sencilla que resulta imposible negar la evidencia.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

O locos o perros para denunciar directamente las cosas...
Interesante tu propuesta sobre los perros y el Quijote, una trama bien cervantina y ese cierto halo de escepticismo que pega tan bien con Sabina.
Y, por cierto, qué buena la foto sevillana.

Abejita de la Vega dijo...

Los pastores son los lobos, nos suena mucho eso. Y palos para los pobres perros, ay. Lo que dices de Espanya...chapó.

Los perros pastoriegos merecen buenas fotos, como las tuyas. Y Sevilla, qué grande. Sabina tiene mucho de Berganza.

Un placer leerte, Pancho.