lunes, 2 de noviembre de 2015

Novelas Ejemplares (7) El coloquio de los perros. Miguel de Cervantes. Las dimensiones del teatro.





"Todos se pican de valientes, y aún tienen sus puntas de rufianes"

Novelas Ejemplares (7)
El coloquio de los perros
Miguel de Cervantes

Cipión y Berganza son dos perros morales, canes de confianza que guardan el luto, el dolor, la alegría y el llanto del Hospital de la Misericordia de Valladolid. Por gozar del don extraordinario que poseen: disponer del habla con discurso ordenado, razonando las ideas, lo que constituye un talento extraordinario que sobrepasa con creces lo que el ojo humano puede observar en los seres que pueblan la naturaleza, Cipión le propone a su compañero que sea la confianza la que haga de centinela esa noche.

La fidelidad del perro está registrada desde la antigüedad, como demuestran los perros de mármol y alabastro esculpidos a los pies de las añejas sepulturas de los nobles en el interior de los templos y santuarios para indicar que los enterrados en ellas se guardaron amistad y lealtad desde el día en que se emparejaron. De lo que no existe literatura oral ni escrita es de que los elefantes, los caballos, los perros y las monas hablen. Por lo tanto, caemos en el terreno pantanoso de los portentos. La experiencia nos dicta que estas arenas movedizas a menudo son heraldos de alguna calamidad para las gentes.

Berganza no es un perro cualquiera, es un perro viajero, como tal, más discreto de lo normal. Un día que está en Alcalá visitando algún pariente, (guasón don Miguel con lo del primo en Alcalá) atribuye a esa calamidad futura una conversación mantenida por dos estudiantes que afirman que de cinco mil estudiantes, dos mil estudian medicina lo que quiere decir una de dos; o bien que hay muchos enfermos que curar, o demasiados doctores se mueren de hambre.


"Este tal Nicolás me enseñaba a mí y a otros cachorros a que en compañía de alanos viejos, arremetiésemos a los toros y les hiciésemos presa en las orejas"

De la serie "Tauromaquia" de Goya.


El caso es que hablan y por lo tanto no merece la pena perder el tiempo en discusiones de cómo y por qué lo hacen. Lo que procede es juntarse, aprovecharse de la facultad extraordinaria, por otro lado temporal, y hablar; pues lo que procede del cielo no hay “diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir.” Sería de necios guardar el talento para no gastarlo, en vez de aventarlo para que germine al caer en terreno fértil. (Como los de la parábola bíblica que guardaron la lámpara debajo del celemín en lugar de ponerla en el candelero). De desagradecidos sería desperdiciar la oportunidad que tienen prestada, pues nadie sabe cuándo la naturaleza pedirá de vuelta la divina potestad de la palabra hablada.

Se aseguran de que nadie los oye, el único que hay cerca es un soldado tomando los cuarenta sudores, bastante tiene con lo suyo como para ponerse a escuchar conversaciones de nadie. Magistral referencia desde dentro del relato a quien va a ser el altavoz y trasmisor de lo allí hablado. Verdaderamente Revolución Cervantes tiene mucha literatura futura en la cabeza.

Berganza es un perrazo de los grandes, costoso de mantener. Nace en Sevilla. Procede de los ilustres perros alanos entrenados para acometer toros bravos en la marisma del río, hacerles presa, como Juan Belmonte hacía la luna, en las orejas, la parte más expuesta y peligrosa del animal. No conviene hacerles daño en la carne de los cuartos traseros. El primer amo que recuerda es Nicolas Romo, un jifero sevillano que trabaja en el matadero. Allí la gente es “ancha de conciencia, desalmada, sin temor al Rey ni a su justicia;” amancebados los más, aves de rapiña carnicera. Una mafia que igual apuntillan a un toro que te rajan de arriba abajo. Controlan las reses que se matan. Todas pagan diezmos y primicias. Antes del ser de día sus mujeres acuden con la talega vacía los días de carne y la llevan llena de lo mejor para pagar con lomos y lenguas a los hampones de la plaza de San Francisco.


"Habla hasta que amanezca,  o hasta que seamos sentidos, que yo te escucharé de muy buena gana" 

El primer trabajo le dura lo que tarda el engaño en llegar. Llevaba la carne robada en el matadero en una cesta a la novia de Nicolás. Una hermosa dama vecina se la roba, vencido por la hermosura de la moza que le emboba. La belleza de la dama casi le cuesta la vida cuando el amo descubre el engaño. Berganza escapa por pies del peligro.

Las intervenciones de Cipión son medidas. Ponen orden en el relato y permiten al narrador coger aire. Rompe la monotonía con sus consejos de experto literato, medio filósofo. Hace las veces de un director de escena que mete prisa, que aconseja que vaya directo al grano, que se deje de digresiones sobre todos y cada uno de los personajes que salen a escena. De otra forma le darán las uvas y no habrá llegado ni a la mitad de la historia. También le sugiere que haga un poco de teatro al platicar si no quiere que los lectores cierren el libro y hasta luego Lucas. Se nota que Cervantes es consciente de que está innovando y quiere que el relato sea ameno, que tengan  ritmo las dimensiones del teatro.



Que la vida iba en serio 
uno lo empieza a comprender más tarde ­ 
como todos los jóvenes, yo vine 
a llevarme la vida por delante. 

 Dejar huella quería 
y marcharme entre aplausos ­ 
envejecer, morir, eran tan sólo 
las dimensiones del teatro. 

 Pero ha pasado el tiempo 
 y la verdad desagradable asoma: 
 envejecer, morir, 
 es el único argumento de la obra. 

Gil de Biedma/Miguel Poveda



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué bien traído Poveda: solo la vida se comienza a comprender como se ha vivido, como les ocurre a estos perros. Y, en efecto, no se andan con disquisiciones sobre por qué sí o por qué no hablan, hablan. Y lo aprovechan.

Myriam dijo...

Entre Sabinófilo y Povedófilo te tengo y te felicito
por como traes las canciones de ellos a las entradas
de nuestros textos, si lo supieran ellos estarían contentos, creo.

Un abrazo