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Gerardo Trives dibujó
"...sino de pura carne y de puros huesos"
Aunque tarde, aquí va mi aportación al capítulo semanal. Hecho durante esperas de aeropuertos y en Utrecht, donde hemos estado unos días de proyecto europeo.
CAPÍTULO 2.23
El día está nublado y sentados los comensales. Comen los tres de las alforjas de Sancho y a DQ le vienen los colores a los mofletes, recupera las constantes vitales. El Hidalgo se esfuerza en recordar y relatar lo que acaba de ver en el interior de la cueva; obligado a dar más detalles que nunca, porque no hay testigos en el exterior que den fe de la veracidad de su historia.
Sorprende desde el comienzo del relato el juego que hace el autor con la luz. El día no está luminoso, como se acostumbra en La Mancha , sino cárdeno, nublado y plomizo, lo que permite situarlo a las cuatro de la tarde sin achicharrarse los comensales. La acción sucede en una mazmorra que, sorpresivamente, está llena de luz y palacios con paredes de cristal. DQ se sienta en el rollo de soga sobrante y se queda dormido: “me hallé en la mitad del más bello, ameno y deleitoso prado que puede criar la naturaleza ni imaginar la más discreta imaginación humana”. Se asegura, tocándose, de que está vivo, despierto. Un anciano venerable porta un rosario cuyos padrenuestros vienen marcados por huevos de avestruz. Su capa larga arrastra por el suelo. No hay problemas de peso en la cueva: la ingravidez de los espíritus permite eso y una barba larga; sin embargo, el abrazo que DQ recibe, nos dice que conserva características de los humanos.
DQ se siente atraído por el de la luenga barba. No pierde la oportunidad de preguntarle por el corazón de Durandarte en la batalla de Roncesvalles. S hace de primo al quedarse con la anécdota del espadero fabricante de la daga usada en la operación extractora del corazón. No deja intervenir al primo, ésta es su historia. Delante de ellos, de cuerpo presente, está el propio Durandarte, también primo de Montesinos, respira y se queja como si viviera. Merlín, más listo que el diablo, lo mantiene encantado junto a su escudero Guadiana. También a Montesinos, Belerma, Ruidera con dos sobrinos y siete hijas a las que convierte en las lagunas que nutren de agua al Guadiana. Lagunas que se sumergen por la pena de dejar a su Sr. Durandarte. El río va mostrando su pena: “…y no se precia de criar en sus aguas peces regalados y de estima, sino burdos y desabridos, bien diferentes de los del Tajo dorado”. Dando así lugar a una rivalidad de ríos ibéricos que se adentran pomposos en Portugal antes de entregar sus aguas en el Atlántico.
Montesinos presenta a su primo a DQ que puede desencantarlos: “que las grandes hazañas para los grandes hombres están guardadas”. El primo desprecia a DQ al que no da demasiado crédito, dándose la vuelta en su silente posición horizontal. Al final de dos hileras de bellas doncellas, de luto vestidas, camina Belarma con rasgos distintivos que la diferencian de las demás, portando el corazón de Durandarte. Montesinos comete la indiscreción de compararla con D. A punto está de montar un altercado si no es porque se retracta de lo dicho. S se extraña de la evolución de su amo hacia la no beligerancia.
C vuelve a darnos una lección de cómo se resuelven las situaciones difíciles en una narración. En este caso, la falta de sincronía entre el tiempo narrativo y el real lo resuelve recurriendo al mundo de los sueños, con una sencillez que lo hace creíble a ojos del lector. El diálogo entre S y DQ resuelve el conflicto en unos cuantos renglones que se complementan con la intervención del primo, que se interesa por cuestiones fisiológicas, pero que sirven también para otorgar credibilidad al relato de DQ, tomando el encantamiento como eje alrededor del cual gira la historia: “aquellos encantadores… le encajaron en el magín o la memoria toda esa máquina que nos ha contado, y todo aquello que por contar le queda”. Algo que a S le queda claro cuando escucha que ha visto a D y dos doncellas en las labradoras que él se inventó en las afueras del Toboso. Promete DQ contarnos más hechos para que le creamos, tanto nosotros como S, incrédulo.
Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D Pedro Ojeda Escudero y ya ha sido publicado en la misma.
8 comentarios:
Excelente resumen, querido Pancho, del que quiero destacar cómo te has fijado en el tratamiento de la luz: a mí se me había pasado completamente. Buena aportación.
Respaldo la opinión de nuestro profe. Genial, como siempre, tu aportación quijotesca. Bienvenido de vuelta a tus tierras salmantinas y muchos besotes, M.
Yo tawmpoco había reparadp en la luz...y lo que más me impresiona es que lo hayas podido realizar de vuelo en vuelo...yo no podría, le tengo fobia a los aviones...saludos
Sabes que me gustan tus comentarios, Pancho, y este no iba a ser una excepción.
Fenomenal.
En lo de la luz...coincido con Pedro y con Manuel de la Rosa: se me habia pasado a mi tambien.
Un abrazo...!
Eres sorprendente¡ escribiendo del Quijote entre aviones y proyectos europeos!
Se nota que tienes la experiencia de meterte en una cueva del norte de Burgos. ¿Ojo Guareña? Por eso, has encontrado extraña esa luz de plató que hay en la cueva de Montesinos. Cuando despierta en el pardo, se encienden los focos y la cueva ya no parece cueva.
La espeleología, como a ti, no me atrae nada.Claustrofobia, frío, humedad...uyyy Bueno, fuiste capaz una vez...
Un abrazo
La imagen que pusiste, la estancia donde estaba el primo del Montesinos fiambre (un fiambre "descorazonado" como los de Madrid finalmente, que habla), que dijera Cervantes fresca (creo); a mí me pareció cámara de refrigeración, en la que guardan los mataderos las canales sacrificadas.
Buen desfile de "primos" tenemos en este capítulo: Sancho -como bien dices- "hace de primo al quedarse con la anécdota del espadero; don Quijote más que primo, de nuevo, enajenado mental; el Primo con mayúsculas, que es el que teníamos en un principio; y finalmente el primo del fiambre: invención "prima" del intelecto cervantino-quijotesco.
Me alegro que estés de nuevo entre nosotros: temí por tu integridad, ¡no ves tú si se rompen los diques de contención!¡quién ha visto, ponerse por debajo del nivel del mar!!. Creo que el pingüino... no era por allí. Saludos
Pedro: Contraste barroco: tanto nos has insistido en ellos que ya los vemos por todos los lados.
Merche: Ha sido una ausencia breve, pero ya veo que no se os va ni una.
Tucci: Los vuelos son rápidos, pero las esperas en los aeropuertos largas.
Cornelius: Cervantes anda vivo en todo lo que escribe. Sus escritos están llenos de dobles significados. Por eso es tan grande.
Abejita: Era una cueva que andaba por ahí cerca, pero no recuerdo siquiera si tenía nombre. Estos amigos conocían bastantes por la zona. Casi que había que entrar abriendo camino por entre la maleza. Yo sólo pensaba que como aquel candil se apagara allí nos quedábamos a oscuras y con el agua hasta las rodillas en algunos sitios. Volvimos alguna vez más, pero yo ya me quedaba fuera, esperando o haciendo otras cosas.
Aguilera: Por lo menos fresquera tenía que ser, aunque este Merlín, más listo que el mismo diablo, era capaz de todo.
Mucho han trabajado en ese país para ganar terreno al mar. Lo más sorprendente es la invasión de bicicletas en las calles. Así están ellos en forma.
Un abrazo a todos y gracias por vuestra visita y comentario.
Rubens estuvo dos veces en España, una en 1603 y pintó al Duque de Lerma, y luego en 1628 vivió casi un año en Madrid.... no sería de extrañar que Cervantes y él se hubieran conocido o sus obras...
Lo asocio por el el tratamiento de la Luz en las obras de Rubens.
Me gustó mucho tu perspectiva.
Un abrazo
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