miércoles, 3 de enero de 2018

La saga/fuga de J.B. (41) Scherzo y fuga. Gonzalo Torrente Ballester. Homilía fuera de guión.





"Su talante era tan admirable como la majestad de sus vestidos"

La saga/fuga de J.B. (41) 
Scherzo y fuga Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

Un oficial salido de no se sabe dónde anuncia que se va a proceder al juicio público de cuatro pecadoras distintas, pero todas ellas homogéneas y acusadas del mismo pecado. Advierte de que en caso de no presentarse ante el juez sus tumbas serán abiertas, las cenizas aventadas y borrados los nombre de las placas. Todas las acusadas se llaman Lilaila y se diferencian por el apellido. Se presentan en espíritu. Nadie sabe cómo el tramoyista se las arregla para que tengan esencia trasparente con un fondo de fantasma concreto. Las cuatro conservan las características físicas que Jota Be conoció bien de cerca a pesar de que el tiempo nunca pasa en balde por los cuerpos serranos. El talle garrido de la Obispada había evolucionado al estatus de estafermo. El cuerpo de la Viuda se había desgalichado. La Barallobre parecía ahora un marimacho y Coralina Soto se había hinchado en todas las direcciones con la edad. 

Aunque el pecado sea el mismo, hay variantes a reseñar y que el fiscal distingue porque no es lo mismo un matrimonio sacrílego, profanador de reliquias, que recurrir a artilugios mecánicos para entretener la soledad o cometer adulterio con la complicidad del marido o la fornicación de alta vitola o  indiscriminada. 

Don Apapucio toma la palabra para abundar en la acusación a Coralina. Se le acusa de puta con todas las letras, de arriba abajo, por delante y por detrás y por activa y por pasiva. Y aunque sea inútil, el procedimiento es el procedimiento; hace pasar a los defensores uno a uno. Jacinto Barallobre disfrazado de Obispo Bermúdez es el primero en comparecer. Con un discurso, “pausado en la dicción y escueto en el estilo,” se responsabiliza de los hechos imputados a su mujer. Él se defenderá no ante un tribunal del siglo, sino ante el Altísimo cuando haya muerto del todo y se haga el recuento final de cadáveres. Reaparece trasmudado en Canónigo Balseyro, trae la frasca de la viuda y se la entrega, pero ella ya no la quiere. No tiene razón de ser porque ya están juntos. Son espíritus y están en el cielo, gozando de la gloria celeste, por lo tanto el juicio no tiene sentido. La observación de la defensa hace temblar al tribunal y al público asistente, pero no a don Acisclo,  acostumbrado a las dentelladas del dragón. A él no le importa, buenos estarían en la tierra si fueran a tener en cuenta la misericordia del cielo. Allá arriba son demasiado blandos. Ellos son jueces estrella, están aquí para juzgar y lo harán porque los delitos de las cuatro mujeres están sin juzgar en la tierra. Insta al Canónigo Balseyro a ejercer la defensa si quiere. Como no tiene otra alternativa, coge la frasca y se la pone en las narices del presidente por si la mesa quiere examinar de visu la naturaleza del instrumento de importación, el verdadero cuerpo del delito. Pero al tribunal no le interesa la naturaleza de las cosas sino sus relaciones y parece evidente que las de Lilaila con el objeto son pecaminosas y contra natura. 





"Cuando, por fin, el tren fue desalojado de escena mediante el uso de mecanismos electrónicos de alto voltaje, las acusadas habían desaparecido hacia las alturas."

Don Jacobo regresa a su manteo, recupera el centro de gravedad y desde los medios les lanza un alegato de defensa de dimensiones teológicas laicas en el que trata de definir el ser que contiene la frasca. Para apoyar su discurso se ayuda de tres tecnicismos metafísicos que entienden bien los integrantes de la mesa dada su condición de “profundos metafísicos amén de artistas eminentes”: Un ser en cuanto objeto, miembro e instrumento, conceptos que van íntimamente ligados, pues lo uno lleva a lo otro. Algo es objeto en tanto es independiente en origen de la realidad presente, ya sea en actividad o en reposo. Además, nada puede ser miembro si antes no ha sido objeto. Pertenece a algo superior y complejo que pone deberes para hacer en casa y que lo podemos llamar cuerpo. Este objeto de la frasca fue miembro y ya no lo es, lo que interesa es su instrumentalidad. El instrumento, al perder su condición de miembro, ha perdido toda capacidad instrumental. No hay más que mirarlo en su flotar amorcillado e inerte en el interior de la frasca. 

El mutismo de los jueces reta a don Jacobo Balseyro que adopta la actitud atacante de un felino, un fiero tigre de la Hircania,  pues si la blandura del objeto le priva de utilidad, ¿cómo se acusa a su defendida de usar el instrumento que ha dejado de ser miembro? El cuerpo estará repartido en los estómagos de los peces que se lo comieron y en los peces grandes que se zamparon a los chicos. Y acaso los elementos bioquímicos que un día constituyeron al capitán Barallobre estén en alguno de ellos. Sólo la fe y la palabra de Dios será capaz de integrar los átomos tan desperdigados cuando llegue la hora. 

Las palabras del Canónigo Balseyro resuenan poderosas en la sala, abarcan todos los registros musicales. Van del tono ronco del contrabajo a los agudos más altos de la flauta. “Ancho era el ritmo de sus palabras,” al exclamar dirigiéndose a los cinco jueces: “Y sin embargo, señores, es cierto, históricamente, que mi defendida sostuvo relaciones con el objeto de nuestro estudio, ésas precisamente que constituyen la base material de la acusación.” El alegato aquieta las cabezas de los jueces, excepto la de don Acisclo que se mantiene alerta como un mohicano que vigila los movimientos de un rostro pálido desde lo alto de un teso. Para él no hay más que hablar, el caso está visto para sentencia y despejen la sala. Pero el canónigo no está por la labor. Sería una prueba de miopía manifiesta si ahora se cerrara el caso. Hará una prueba: levanta la frasca por encima de la tonsura, dice algo que nadie oye y el miembro rompe lentamente las cualidades instrumentales. ¡Hechicería!, exclaman unos. Hechicería no, ¡sabiduría de Lucifer!, corrige el presidente. Si ustedes no lo saben, ¿por qué lo afirman? Inquiere don Acisclo. Don Jacobo no se achica y les pregunta si ya han olvidado la virtud de la palabra, toda palabra virtuosa, incluso las usadas por el diablo, pertenecen a la Palabra con mayúscula, de ella se desprenden. Las mismas palabras utilizadas por él figuran en la tradición massorética y son legado del Señor





Como es la primera entrada del nuevo año, aprovecho para desearle a todos los lectores, amigos y visitantes Feliz Año 2018.

Aquí se acabaría el relato para una mente teológica, pero no para una mentalidad científica como la suya, él va más allá. ¿Por qué mis palabras, o esas palabras que uso como mías, pueden obrar maravillas? Y se responde: “Porque la Palabra es la clave de la Ley, es la Ley misma.” Y la Ley dice que todas las moléculas que forman un cuerpo se atraen amorosamente y sólo en la unidad del cuerpo encuentran el equilibrio. Es cierto que la muerte las dispersa, por lo tanto la muerte no es más que la desintegración de la unidad. Pero el amor que las une no desaparece, de otra forma no se entendería la reunión de las moléculas para la marcha apresurada al Valle de Josafat como respuesta al toque de trompeta apocalíptico. 

Él no puede entregar el cuerpo resucitado del capitán Barallobre a su mujer porque la integridad de la Palabra es un misterio. Sus poderes se limitan a resurrecciones restringidas. Sus palabras solo movilizan el amor dormido entre moléculas, pero son incapaces de trasladarlas. La energía va directamente al miembro concernido y le devuelve el vigor y aptitudes para el que fue creado. Pero la lozanía se desvanece y hay que volver a empezar con la Palabra. Fue esta repetición la que llevó a la criada a delatar a la viuda por creer que entretenía sus nostalgias con un artilugio de fabricación extranjera, perseguido por el Santo Tribunal de la Inquisición que ellos representan. La perspectiva de que el Almirante pueda ser el padre de Cristal y como consecuencia una de las columnas de la mitología de Castroforte se disuelva, le llevan al convencimiento de que es mejor que las cosas queden como están. 

En ese momento aparece en escena de nuevo el tren lleno de putas negras, más veloz, con trayectoria de buscapiés, echando chispas por todos los agujeros atropellándolo todo, sin dejar títere con cabeza sobre el escenario. Cuando se consigue desalojar al tren mediante el uso de mecanismos de alto voltaje aquello parece el Campo de Agramante. Don Jacobo Balseyro hace un mutis despectivo por el foro y las acusadas se elevan a las alturas.


Recuerdo bien 
aquellos «cuatrocientos golpes» de Truffaut 
y el travelling con el pequeño desertor, 
Antoine Doinel, 
playa a través, 
buscando un mar que parecía más un paredón. 
Y el happy-end 
que la censura travestida en voz en off 
sobrepusiera al pesimismo del autor, 
nos hizo ver 
que un mundo cruel 
se salva con una homilía fuera del guion.
Luis Eduardo Aute




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta mucho este juego paródico de Torrente desarmando la moralidad pública. ¡¡Y Aute!!
Veo que sigues disfrutando de la novela, cómo te envidio este leer a buchitos.

La seña Carmen dijo...

La tecnología digital hace milagros en cuestión de efectos especiales. Los fantasmas, incluso los de ciertas mujeres, se corporeizan que no veas.

Abejita de la Vega dijo...

Don Gonzalo a lo suyo. Variaciones sobre un tema.

Besos y feliz año, Pancho.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenos días, pancho:

En un hombre tan vitalista, imaginativo, trabajador e irónico como don Gonzalo Torrente Ballester, los años de la guerra, las amistades, las situaciones caóticas y ridículas de las que en ocasiones seguramente sería testigo, tuvieron que dejarle ganas de plasmarlas en esta obra exagerada y literaria.
Criar once hijos, le añade un mérito más. Y sobre todo, su buen humor, del que nos hace participar en este libro que tú con tanta minuciosidad has leído y generosamente nos has dejado para nuestro conocimiento y disfrute.

Un abrazo.
P.D.: Feliz día de Reyes, y los mejores deseos para el 2018.
Estupendas las ilustraciones y el vídeo.