miércoles, 13 de abril de 2016

Noches lúgubres (2) José Cadalso. Alzado de nuevo.







"El silencio pavoroso interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. 


Noches lúgubres (2) 
José Cadalso 

Noche primera 

Son las dos de la mañana a las puertas de una iglesia madrileña. Los rayos que rasgan la tiniebla y los truenos amenazantes de la tormenta acobardan el soliloquio de Tediato que espera impaciente la llegada de Lorenzo el sepulturero con las llaves del templo. Ceremonia de la desolación. La luz trémula de un farol lo anuncia al final de la calle cargado con pico y pala, las herramientas propias de su oficio. Lorenzo cobra el trabajo a deshoras por adelantado. Un extra que le ayuda a paliar un poco la hambruna que arrasa su casa y a los que hay dentro. El sueldo de enterrador depende de la voluntad y ya sabemos que la buena voluntad no da para llegar a fin de mes. Reconoce tener miedo a pesar de estar bien curtido al llevar treinta y cinco años en el oficio: “He enterrado por mis manos tiernos niños, delicias de sus mayores; mozos robustos, descanso de sus padres ancianos; doncellas hermosas, y envidiadas de las que quedaban vivas; hombres en lo fuerte de su edad, y colocados en altos empleos; viejos venerables, apoyos del Estado... Nunca temblé.” Le ruega que no lo diga a nadie, los colegas se reirían de la humana cobardía. También las sombras alargadas por la luz del farol le meten más miedo en el cuerpo. Lorenzo propone aplicar el valor que les quede para la huida del lugar. 

Al pasar al pie del sepulcro ostentoso de un duque, Tediato reflexiona que ni después de la muerte, los acomodados nos veremos libres de sospechas y envidias. Calcula la maldad del poderoso caballero, don Dinero. Delante de la tumba de un indiano rico, pero sin un doblón en la mortaja cotillean. “Allegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos,” como decía el poeta. Tediato afirma que no le movería de su casa ni “todo el oro que él trajo de la infeliz América a la tirana Europa.” Sostiene que el dinero abundante es dañoso porque fomenta las bajas pasiones y las cuentas corrientes a orillas del Canal de Panamá. Que pague Rita la cantaora. 





"En fin ya se habrá desvanecido la noche. 


A Lorenzo le espantan las tumbas de los que mueren de repente. Manifestación de la fragilidad del misterio de la vida. Hay algo irracional que desorienta en morirse sin motivo, de cualquier manera y sin decir ni mu. Tediato le explica que la naturaleza del hombre es fuerte a pesar de los graves e imprevisibles peligros que acechan al hombre desde el nacimiento. Incluso el aire, el sol, el agua; todo lo que nos da vida, puede volverse hostil en cualquier momento, como las innumerables hierbas venenosas o las fieras salvajes. 

Llegan a la losa que Tediato tantas veces ha regado con su llanto, besado con sus labios y contemplado con quietud de estatua. Emblema del dolor. Recuerda el día que lo dejaron encerrado dentro de la iglesia envuelto en la tiniebla, cubierto en un manto de tristeza densa. Al llegar la hora de las sinestesias, la hora en que el oído hace el oficio de la vista, cae desmayado en el mismo hoyo del que sale un bulto, debido al dolor de tantos días, el llanto continuado, el hambre y el frío que le debilitan. Allí lo encuentran encorujado los primeros fieles que acuden al templo a misa primera. Lo llevan a casa, lo reaniman y pronto vuelve al pie del sepulcro donde conoce a Lorenzo que le dice que el fantasma fue su perro mastín que se había quedado dormido en el hoyo cavado por la tarde. 




"Ya han saludado al criador algunas campanas de los vecinos templos con el toque matutino"

Lorenzo le pregunta intrigado por qué quiere desenterrar a un muerto. Deshacer una obra de misericordia. Tediato pega un repaso a todos los afectos, retrato de la miseria humana. Como la madre que niega la leche al hijo o los padres que los engendran por placer, los crían por obligación y les hurtan las caricias a los seres queridos para dárselas a un perro o a un gato. Lo dice alguien que sabe cómo son los vivos. Todos a cual peor. La naturaleza es el modelo original. Homo homini lupus. La amistad es maquillaje y compostura, “belleza fingida y engañosa… nieve que cubre un muladar.” 

La peste irrespirable y los gusanos que salen de la tumba un poco removida, la noche desvanecida por las primeras claras del día y el miedo a ser vistos por los madrugadores paran el trabajo en la tumba. Se comprometen a regresar a la noche siguiente y llevar a casa el cadáver. Y allí hacerse cenizas en el incendio de la casa con todo dentro, alzado de nuevo al aire cual pira funeraria.

Like a full force gale 
I was lifted up again 
I was lifted up again by the Lord 
And no matter where I roam 
I will find my way back home
Van Morrison/Elvis Costello





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué bien se ha pegado tu comentario a la intención de Cadalso. Casi estábamos dentro de la escena. Y las ilustraciones y el vídeo final, como siempre, una maravilla...

Ele Bergón dijo...

No sé si las Noches lúgubres de Cadalso me dejarán tan impresionadas como tus imágenes, pero la primera foto me ha dejado asombrada y emocionada, con esa retención del instante.

Cuando lo lea, ya comentaré

Besos

Abejita de la Vega dijo...


No, no es un libro para leer por gusto; pero desaparece de las bibliotecas, en tiempos de exámenes. Algún día esos estudiantes darán con el Pedro Ojeda que les encamine hacia la senda de la lectura placentera.

Esa cruz que llora gotas de lluvia, la estalactita de hielo, qué poéticas tus fotos. El dolor más irracional en un Tediato tan racional.

Un placer visitarte. Besos, Pancho.