miércoles, 20 de abril de 2016

Noches lúgubres (3) José Cadalso. Sentado sobre su ataúd.






"El sol, la criatura que dicen menos imperfecta imagen del Criador, ha sido objeto de mi melancolía."


Noches lúgubres (3) 
José Cadalso 
Noche segunda 

Tediato ha tenido un mal día después de la noche anterior. Se le ha hecho más largo que un día sin pan o noventa minutos en el Bernabéu. Las dieciséis horas seguidas de sol han sido una tortura para la luna oscurecida por la luz solar en la escaramuza diaria por hacerse con el predominio de la claridad. “Un tormento de duración eterna.” El dolor que la muerte de su amada le causa lo ha exprimido hasta el agotamiento. Ahora parece la muerte andando, un triste de horizonte fallido. La embestida del bruto desbarata la amalgama de carne y espíritu que le sustentaba, dejando tras de sí tristeza y desolación, hueso descarnado sin ánima. Tierra quemada desprovista de sueños. 

Desengañado de los pobladores de la noche, desconfía de la sombra, los espectros, trasgos y espíritus. Sólo un leve resuello, apenas escorzo, lo separa del más allá. Tediato se quema de noche, se quema Tediato de día. Tan solo Lorenzo, nombre del sol, consigue acceder a la condición de aliado fiable. “Bienvenida seas noche, madre de delitos, destructora de la hermosura, imagen del caos de que salimos. Duplica tus horrores; mientras más densas, más gustosas me serán tus tinieblas.” Así proclama Tediato su fobia a la luz y su adicción a los placeres ocultos de la noche mientras espera impaciente la llegada de Lorenzo, el sepulturero, y oye sin ver una voz angustiosa que anuncia la muerte: “Que me matan, que me matan.” Seguida de otra a modo de respuesta implacable: “Muere, muere.” El hombre en las ansias de la muerte, malherido, viene a morir a sus pies. 

La Justicia aparece tras la huida de los malhechores. Le acusan del homicidio, pillado in fraganti, con una mano en la espada y la otra ensangrentada tratando de desembarazarse del cadáver, no tiene escapatoria a pesar de que las cosas no son lo que parecen. Nada le importa perder la vida, solo pide un poco de tiempo carcomido para ofrecer el corazón vivo a su amada que descansa en el templo. Que atormenten su cuerpo si quieren, pero que no insulten su alma pura. Que lo maten si alguna misericordia merece. 

De bien poco vale ya resistirse, la chusma ha dictado sentencia: reo es de muerte. Los indicios son evidencias. Que preparen el tormento para el día y grita: “¡Viva la justicia. Castíguense los delitos!” […] “De la muerte de un malvado se asegura la vida de muchos buenos.” Ni los astros vendrán en su ayuda, mirarían para otro lado ante el virtuoso que padece o el inicuo que triunfa. El carcelero feroz se compromete a hacer su trabajo, lo guardará como fiera en una jaula. Experiencia le sobra. Bajo su dominio han temblado los hombres más atroces, seres criados y envejecidos entre el asesinato y la maldad. 




"Sí, sí: grillos, cadenas, esposas, cepo, argolla, todo le sujetará."


La vara de la mala fortuna le ha señalado, se venga de su desprecio al tío de la guadaña que despuebla el universo. ¿Por qué llaman daño a la muerte si es liberación? Se pregunta desorientado. Escucha la ejecución de un preso en la celda de al lado. Siente el llanto desconsolado del que va a morir. Ruido de cadenas seguido del silencio más espantoso y pasos que se alejan. Envidia el tiempo que el vecino le gana, la delantera que le lleva. Otros pasos se acercan y alguien abre la puerta de la celda cuando el cansancio le había acomodado a la piedra fría, a las tablas duras del camastro y a los pegajosos insectos,  compañeros inseparables del cuerpo. Queda libre, arrojado de nuevo al mundo, privado del reposo cuando aún queda una hora para el día. Pide a la noche que se dilate, que haga esperar al caminante y al labrador para empezar la tarea. Que se quede el sol alumbrando a las gentes del otro lado del globo. Así tendrá tiempo suficiente de cumplir la promesa que hizo sobre la tumba. El mundo se ha hecho indigno del sol, es un adicto a los placeres de la noche. 

Acostumbrado a la oscuridad del exterior del templo, decide dar un paso al frente, tirar la moneda al aire: o su corazón vence al terror, al dolor y al espanto o deja de palpitar para siempre. “Tinieblas es la luz cuando hay luz sola,” y el alimento de Tediato. Los pies chocan con el  bulto de un indigente acurrucado en la calle. Un hombre cargado de penas, en su estado natural, desnudo como la naturaleza lo entregó a la vida. 





"Adelantemos el paso. Corazón, esfuérzate."

Resulta ser un niño de ocho años, hijo de Lorenzo. Su padre le ha mandado con el recado de esperarle hasta las dos. Se quedó dormido. La calamidad se ha cebado en su familia. Su abuelo acaba de fallecer. La madre ha muerto de parto. Tediato lo lleva a casa. En vista de la desgracia que azota a la familia, aconseja a Lorenzo que haga un hoyo grande y para completar la autodestrucción: “Entiérralos todos ellos vivos y sepúltate también con ellos.” De paso le escribe el epitafio. 

Se le ocurre a uno pensar que hay que estar muy enfadado con el mundo para que un ser tan privilegiado como Tediato, que tendría que ir tocando las castañuelas por su existencia afortunada, desee tanto mal al prójimo. 


They come rattling over the cobbles 
They sit on their coffins of black 
Some are struck dumb, some gabble 
Top-heavy on brandy or sack 
The pews are all full of fine fellows 
And the hawker has set up her shop 
As they're turning them off at the gallows 
She'll be selling right under the drop, boys 
Selling right under the drop
Mark Knopfler





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.





6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Del Bernabeu a Mark Nnopler pasando por un análisis extraordinario de las horas acigas del pobre Tediato... imparable, Pancho. Por toda la escuadra.

La seña Carmen dijo...

Al Sol le llaman Lorenzo, y a la Luna, Catalina...

Yo también pensé en esa coincidencia contradictoria entre el nombre del sepulturero y el popular del Sol, pero meros espejismos de lectores del siglo XX y XXI.

Lo cual nos lleva a ver tan esperpéntica e inverosímil historia con su poquito de humor, que no todo van a ser muertos vivientes con las carnes colgando.

Gelu dijo...

Buenos días, pancho:

Si me llego a implicar más en esta lectura de ‘Las noches lúgubres’ de Cadalso, estoy convencida de que me habría encariñado con el enamorado Tediato.
Cómo se rebela el alma cuando la muerte arrebata a alguien en plena juventud. Se entiende el dolor profundo de los que se quedan.
La vida continúa, y la esperanza y la lucha está en los hijos de Lorenzo.
Has compensado tanta tragedia con pinceladas de fino humor.

Un abrazo
P.D.: Las fotografías me han encantado todas, pero la de Salamanca es irresistible. Dime si es tuya, y me la prestas para ponerla en mi blog.

Abejita de la Vega dijo...

Resisto no quiere reflejos de oro de sol ni de plata de luna.Todos al hoyo como yo. Privilegiado. Tienes razón. Pobres niños de Tediato. Besos Pancho.

Abejita de la Vega dijo...

Tediato que no Resisto. Corrector maldito.

Abejita de la Vega dijo...

Pobres niños del pobre sepulturero.