martes, 13 de octubre de 2015

Novelas Ejemplares (2) El Licenciado Vidriera. Miguel de Cervantes. Embrujo traicionero.





"Las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos"

Novelas Ejemplares (2) 
El Licenciado Vidriera 
Miguel de Cervantes 

“De los hombres se hacen los obispos,” sentencia un muchacho de no más de once años que duerme su soledad a la sombra de un árbol en la ribera del Tormes. Así reafirma su clara voluntad de tomar las riendas de su vida desde tan joven ante dos caballeros que lo despiertan y lo sacan de su invisibilidad para los demás. 

El muchacho dice llamarse Tomás Rodaja. Los dos caballeros lo acogen como criado a cambio de los estudios que se suelen dar a los sirvientes en la Universidad de Salamanca. Destaca pronto por su memoria prodigiosa, también por la diligencia y fidelidad hacia ellos. “Como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ” más pronto que tarde Tomás Rodaja asciende de criado a compañero en la consideración de los amos. En los ocho años que está con ellos despunta por su ingenio y memoria y es estimado por gentes de la más distinta condición. 

Cuando los amos acaban los estudios, los acompaña a Málaga que es su tierra. Movido por los deseos de volver a los libros y regresar a Salamanca, “que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que la apacibilidad de su vivienda han gustado,” les pide licencia y se vuelve, pero quiere el destino que en el camino se tope con un capitán que le pone los dientes largos con la “abundancia de Milán, los festines de Lombardía, las espléndidas comidas de las hosterías” la vida libre del soldado y la libertad de Italia, omitiendo el frío de las centinelas, el espanto de las batallas y las hambres de los cercos. Tan bien hiló el relato el capitán, que convenció a Tomás de acompañarle sin demasiada insistencia, el cual pronto se aficionó a esa vida “que tan cerca está de la muerte.” Lo hizo realmente convencido de la oportunidad que suponía para su formación, “pues las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos.” Con la clara intención de hacer un paréntesis de tres o cuatro años antes de retomar los estudios. Un Erasmus de larga duración por la Italia tan bien conocida como ponderada por Cervantes de joven. 





Se dirigen a Cartagena para embarcarse rumbo a Italia. Se viste de soldado y conoce la mala vida a bordo de las galeras, “adonde lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los marineros, destruyen los ratones y fatigan las maretas.” También conocen las grandes borrascas y tormentas, los peligros de la mar antes de arribar, “trasnochados, mojados y con ojeras,” a la bellísima ciudad de Génova donde entonan un gaudemus. Allí dan cuenta de la rica variedad de vinos que guarda el dios Baco en su bodega. Se quedan admirados de los cabellos rubios de las genovesas y la belleza admirable de las casas engastadas en las peñas como diamantes en el oro. Tomás viaja empotrado con los tercios en lugar de privilegio. Desde Génova las tropas parten para el Piamonte. Tomás se separa y sigue camino por su cuenta hacia Florencia y Luca, lugar donde “son bien vistos y agasajados los españoles.” Continúa su periplo por las ciudades más famosas de Italia sin faltar la gran Venecia, de riqueza infinita y gobierno prudente. Bien pueden invitar a algo los italianos a Cervantes por las alabanzas que vierte sobre su tierra. 

Una vez cumplido el deseo de ver lo que había visto, decide volverse a Salamanca para acabar los estudios de leyes, sin pasar por París por estar puesta en armas. En el tiempo que pasa en la ciudad del Tormes, coincide con una dama todo manejo, rumbo y poderío (mujeres del partido) que dice haber estado en Italia y Flandes. Tomás acude a visitarla, sumándose así a la larga cola de los que quieren conocerla. Queda ella enamorada de él como una adolescente. Amor a primera vista. Pero Tomás, que no tiene tiempo más que para sus libros, se hace el duro y no repara en ella, la cual al sentirse aborrecida y sola como un nido atacado por los gatos, cansada del asedio a una roca, recurre a la ayuda del exterior. Aconsejada por una morisca, le da un membrillo toledano que contiene un hechizo capaz de forzar el libre albedrío y que por ser veneno puro la llaman veníficas. 



"Determinó volverse a España y a Salamanca a acabar sus estudios"

Se debió de pasar en la dosis de membrillo porque al instante le entraron a Tomás temblores de muerte que le tuvieron muchas horas sin volver en sí. Al recobrar el conocimiento, medio atontado todavía por la comida amatoria, relata a la justicia quién lo ha envenenado, pero para entonces ya la malhechora se “había puesto en cobro.” (me piro,  vampiro) 

Seis meses de convalecencia le dejan para el arrastre, enjuto y más seco que la mojama. Los cuidados le sanan por fuera, pero no por dentro. Su entendimiento queda preso de la más extraña locura que pueda dar un bebedizo. “Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio,” siempre temeroso de que alguien le tocara porque al tocarle lo quebrara. Muchos lo abrazaban para convencerle de que no se rompía. Su respuesta era un alarido y un desmayo de cuatro horas antes de las plegarias y rogativas renovadas para que nadie le tocara de nuevo y le hablaran de lejos por ser hombre de vidrio y no de carne, así les respondería con más entendimiento y rectitud a todas sus preguntas. Las respuestas sorprenden a los más letrados de la Universidad y a los profesores de Medicina y Filosofía. A petición suya le ponen una funda para evitar que algún vestido estrecho lo quiebre. Siempre descalzo. Para comer le habilitan una vasera de orinal al extremo de una vara para que le pongan fruta del tiempo. No come ni carne ni pescado. Solo bebe agua de la fuente y de los ríos haciendo cuenco con las manos. Camina por el centro de las calles, temeroso de que una teja le caiga encima y le manque. 



"Llegó a Salamanca donde fue bien recebido de sus amigos"

Duerme al raso en los veranos; los inviernos en el pajero de algún mesón, bien envuelto entre la paja: la mejor cama para los hombres de vidrio. Cuando truena, tiembla como un azogado, se sale a campo abierto y no regresa hasta que pasa el peligro. 

Los muchachos le hacen corro como a fenómeno de circo, con tanta más intención cuanto más los aparta con la vara. Le tiran trapos y piedras por comprobar si realmente es de vidrio. “¿Qué me queréis, muchachos, porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas? ¿Soy yo, por ventura, el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?” les reprende con resignación. Por hacerle rabiar, oírle reñir y responder con cuajo deciden dejarle en paz, escucharle en las calles y plazas.

Eres fina de cintura, 
como junco marinero, 
pero tienes una hermosura, 
 y un embrujo traicionero. 
¿Qué le has daíto a mi niño? 
que no atiende a mis razones, 
y se muere de cariño, 
llorando por los rincones
Quintero/León/Quiroga



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

He de reconocer que me ha hecho sonreír que consigas meter tan atinadamente al Cigala en esta entrada.
Cervantes renueva el viejo duelo entre armas y letras... aquí con mujer rencorosa por medio. Habrá que tener precaución con los membrillos toledanos...

Anónimo dijo...

¡Estupenda paráfrasis! ¡Me ha encantado el nuevo tono! En cuanto a la canción de El Cigala ¿respondería a ese perfil nuestra malvada dama?

Abejita de la Vega dijo...

Ya hubiera querido Cervantes que su viaje a Italia hubiera sido como el de Tomás, un Erasmus subvencionado en toda regla. Ciudad tras ciudad, gastando el dinero que generosamente le dieron sus amos malagueños.¡Suficiente para tres años! El probe Miguel ya sabemos que no dispuso de tantos ensanches.

Qué peligro tienen algunas, con membrillo o sin él. Genial lo del Cigala.

Un abrazo, Pancho.

Gelu dijo...

Buenos días, pancho:

¡Qué gran negocio la guerra!
Por todas partes armas y soldados.
...”Milán oficina de Vulcano”...
...”Aste, y llegó a tiempo que otro día marchaba el tercio a Flandes”
...”Gante y Bruselas...vio que todo el país se disponía a tomar las armas, para salir en campaña el verano siguiente.”
... “volvió a España, sin haber visto París, por estar puesta en armas”

Un abrazo