miércoles, 7 de enero de 2015

El Quijote de Avellaneda (22) Alonso Fernández de Avellaneda. Encontré una tristeza.





¿Cómo le va a vuesa merced en esta corte desde que está en ella?

El Quijote de Avellaneda (22) 
Alonso Fernández de Avellaneda 

Capítulo XXXI 

Dan de cenar a don Quijote y la compañía. Alzados los manteles,  llaman a Bárbara para que les cuente su vida llena de altos y bajos como las tierras de Galicia. Es vieja, moza fue. Creyó en un poeta bellaco que se quedó con su pudicia. La abuela murió de sentimiento al llegarle la noticia de su deshonra. Heredó, vendió los muebles, se instaló en Alcalá donde lleva veintiséis años sirviendo a gente de capa negra y hábito largo, inclinada por las letras, (se conoce que en su horizonte no estaba hacerse millonaria) especializada en dar el punto justo a la olla podrida. Las demás desgracias las sabemos. Aquí sigue con el caballero andante hasta que se canse de llamarla reina Cenobia. 

El anfitrión sabe humillarse de pega primero para que la adulación no sea tan evidente, pide perdón después por atreverse a alojar en su casa a persona de tan singular valor, reina y señora de las Amazonas. Tiempo habrá de compensar al caballero anfitrión  y concertar matrimonio con la hermana del rey de Persépolis, la infanta Florisbella de la que anda muerto por sus pedazos. Pero lo que ahora urge es la batalla campal que tienen aplazada. 

 “Su ejecución insto –replicó don Quijote- y barras rechas.”  

Sancho no quiere que un pagano (el mejor hombre de bien de toda la paganía, pero con la tara de ser mal cristiano por turco, que es lo que interesa y cuenta, para algo tiene que servir ser cristiano viejo) ponga su vida al tablero y muera a manos de su amo quien les ha dado de comer como papagayos con unos guisados que tornan "el cuerpo al alma de una piedra." Mejor que su señor luche con los feroces alguaciles que les causan desaguisado a cada paso. Entre risas les parece a todos bien dar lugar a la noche, no sin antes de que el caballero advierta a nuestro hidalgo que duerma sobre el combate aplazado. Los tiene entretenidos dos o tres días sin dejarles salir de casa. 



"No querría pusiese la vida al tablero, entrando en batalla con mi señor"

Entretanto,  llegan don Carlos y don Álvaro de Tarfe que se suman al coro de los que quieren entretenerse a costa de la locura de don Quijote y las necedades de Sancho. Don Álvaro, bien cubierto, da continuación al sainete, hace de sabio Frestón, le echa en cara al Caballero Desamorado que  esté tan ocioso y cobarde un caballero de fama tan esparcida por las cuatro partes del mundo. Esa misma noche encantará a Cenobia en los altos de los  Pirineos. La condimentará  para comérsela de tortilla, luego vendrá a hacer lo mismo con  el escudero porque sí. Le responde Sancho en lugar de su amo a alguien que no merece respuesta de su boca, don Quijote no se rebaja a gente que no tiene más que palabras y cólera infundada contra todas las cosas. Le parece de perlas que se lleve a la reina de Segovia a donde quiera que sea, pero que lo haga más pronto que tarde que ya llevan gastado más de cuarenta ducados en ella sin contar la manutención. Y “después quien se lleva la mejor parte son los mozos de los comediantes”. Le advierte de que es vieja, conviene que la deje tres o cuatro días a cocer para hacerla comedera. 


"Yo también quiero hacer batalla delante de todo el mundo con aquel escudero negro que dicho gigante trae consigo"

Don Álvaro se descubre incapaz de disimular más. Se echa en brazos de don Quijote que respira aliviado, ve el cielo abierto al comprobar que todo ha sido una mala burla. También lo hace Sancho que le pide perdón por la cólera, justificada por la amenaza de llevarlo a los montes Pirineos. Don Carlos sigue con la broma sin que don Quijote vea la burla. Porque una cosa es la amenaza de asarlos vivos en los Pirineos que están lejos y remotos y otra es Bramidán que está desafiando a todo el que se pasea por la Plaza Mayor de la Villa. Para don Quijote los pecados y maldades del rey de Chipre han llegado al cielo, ya dan voces delante de Dios, esa misma tarde le dará el castigo correspondiente. Toda mala acción debe tener su consecuencia. Sancho se ofrece a luchar con el escudero negro a “coces, mojicones, pellizcos y bocados,” pues con media docena de ajos crudos, acompañados de otros tantos buches de vino coge fuerzas para derribar una peña. Más le valdría haberse quedado en Monicongo que venir a morir a mojicones a manos de Sancho Panza. 

Don Quijote no quiere entrar en batalla con el príncipe Perineo porque le ha ofrecido su casa, pero no le queda más remedio pues la misión es sagrada, se lo ordena la ley de caballería. Lo que puede hacer es darle tiempo a que piense en desistir de la infanta Florisbella en beneficio de su familiar don Belianís de Grecia. Hasta que haya acabado con Bramidán y el hijo del rey de Córdoba. 


 "No toque esa tecla de la infanta Florisbella, pues sabe que yo ando muerto por sus pedazos"

Sancho le aconseja que vaya bien comido porque la tarde se presenta larga con tanta batalla. El ofrece sus alforjas y su rucio para el transporte de la merienda y pedirá  a su amo que le corte la cabeza poco a poco para que le haga menos daño. La derrota no entra en sus planes. 

Después de tanto hablar se van a reposar. Los criados de don Carlos y don Álvaro Tarfe le advierten de que cuide a la moza de los gavilanes de la corte. Un alcaide lo puede condenar a doscientos años y galeras por rufián. Sancho les replica que ella no es suya, el diablo se la endilgó y les está saliendo cara. Se la pueden quedar cuando quieran. El no la quiere ni dándole cuatro mil obispados de regalo. 

 Me encontré un cardo, una flor,
un sueño, un amor, una tristeza,
me fui solo y luego fuimos dos,
un beso, un adiós y todo empieza.

Otra canción, otra ilusión, otras cosas,
y harto ya de andar
hoy volví a buscar
mis gaviotas. 
Joan M Serrat




 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Cuando uno entra en estos capítulos aprecia mejor la sutil lectura que hace Cervantes de ellos para mejorarlos en su propia segunda parte...

Abejita de la Vega dijo...

Cervantes respiró hondo, se calmó y dijo para sí: "Esto lo hago yo pero mucho mejor".
Mis duques van a dejar a todos con la boca abierta, unos grandes de España de lo más grande.

Con toda mi admiración:

Un abrazo, Pancho.