"Ahora sus, Sancho ¿Tú no eres mi escudero y no te tengo yo de pagar tu salario, como tenemos entre los dos concertado, sirviéndome en todo bien y puntualmente?"
El Quijote de Avellaneda (20)
Alonso Fernández de Avellaneda
Capítulo XXVIII
Don Quijote sugiere no atravesar la ciudad por miedo de que reconozcan a Bárbara, hay gente de cuenta y no conviene que los vean juntos, mejor bordearla y pernoctar en alguna fonda al otro lado y a la mañana entrar con la fresca en Madrid. A la vista de la gresca que se traen Sancho y Bárbara que se enseñan la lengua en lugar de enseñarse a besar (parafraseando al maestro Sabina), les promete un convite por la noche en caso de que salden las diferencias, “pues no es bien que seamos tres y mal avenidos.” (El caso es meter cizaña a Cervantes que después evitó tocar Zaragoza, posible tierra natal del pseudónimo Alonso Fernández de Avellaneda. Haciendo girar a Barcelona la cuadrilla de don Quijote)
Sancho accede a la amistad con Cenobia por propia conveniencia y porque su amo se lo pide, algo que no hiciera ya se lo pidiera persona de cuenta o media docena de canónicos de Toledo.
Bárbara le propone compartir cama y así, con el real que se ahorren, comprar un gentil plato de mondongo y un cuartal de pan. Sancho acepta, pero porque no le importa dormir una noche en el poyo, con tal de ponerse como un trompo a comer con el real ahorrado.
Hacen noche en un mesón fuera de la Puerta de Madrid. A Cenobia la alojan en un aposento secreto bien acondicionado. El caballero andante da paseos de un lado al otro del patio sin desarmarse hasta que le rinda el sueño. De fuera le llega el sonido de un concierto de trompetas, chirimías, sacabuches y el ronco son de los atabales que le levantan la cabeza. El estruendo convoca a torneo por la boda de alguna infanta, o algo de relevancia. Un caballero extranjero, mancebo joven y bravo jayán ha derrotado a todos los caballeros y príncipes del lugar. Las gentes de la ciudad esperan la llegada de algún mesías vengador que baje la soberbia del cruel pagano. Por eso no perderá la ocasión de promocionarse, ganar honor y fama y devolver la honra a los naturales. Su brazo se bastará para abrirle la cabeza hasta los pechos. La caída a tierra en seco hará estremecer la plaza y llenará de contento a los caballeros vencidos y dará que hacer a los historiadores venideros a escribir las hazañas y exagerarlas.
"Llegaron en esto a un mesón fuera de la puerta que llaman de Madrid"
“¡Es lo que tengo dicho!” exclama don Quijote mientras Sancho ensilla a Rocinante y el mesonero, que ha escuchado el desvariado discurso, intenta convencerle de que se deje de esos cuentos de Maricastaña y Amadís de Gaula. La música suena en honor del catedrático de medicina “y llevan delante dél, por más fiesta, un carro triunfal con las siete virtudes y una celestial música dentro.” Y más de dos mil estudiantes que lo aclaman por las calles. Don Quijote se deja guiar por la música, el sonido de las trompetas le lleva a la Plaza Mayor.
Viene un carro cargado con dos estudiantes ricamente vestidas. Representan la sabiduría y la prudencia. El caballero andante se pone delante y les hace el discurso más desvariado que jamás había lanzado. Exige al mago encantado que libere a las dos damas y sus dueñas que lleva en el carro y que les restituya todo lo robado. Si no lo hace por las buenas, lo hará por las malas, obligado por la fuerza de su brazo. Los demonios, parientes de los magos, nada pueden contra los caballeros griegos cristianos como es él.
Los acompañantes le indican de buenas maneras que se quite de en medio, que estorba al paso de la procesión, creyéndole un estudiante disfrazado haciendo la gracia. Don Quijote los confunde con vil canalla, criados del encantador. Saca la espada y reparte cuchilladas a mansalva, tajos y reveses a diestro y siniestro. A una mula le abre una cuchillada de un jeme de largo. Los de la comitiva lo cercan a pie y a caballo al ver que el asunto va en serio. Le lanzan ladrillos desde las ventanas y lo tiran del caballo entre gentiles mojicones.
"Nos podremos quedar, si nos pareciere, en algún mesón secretamente esta noche y a la mañana entrarnos con la fresca en Madrid."
Tiene suerte de que aparezca el autor de la compañía de comediantes que le conoce y a empujones echa a los estudiantes de la casa donde lo tienen reducido. Don Quijote se lo agradece infinito tomándolo por el sabio Alquife, su buen amigo e historiador que hará que sus aventuras trasciendan. Se encarga de recuperar a Rocinante, junto al armamento que ya estaba empeñado y vendido en un mesón y una pastelería. Le aconseja que se vaya andando a la posada y que le curen la sangre que le sale de las narices. Sancho, que ha estado ausente de la batalla, le reprende por meterse donde nadie le llama. Ya vendrán tiempos en que paguen por junto lo de antaño y lo de hogaño. El mesonero le aconseja que no busque quimera con estudiantes: son más de cuatro mil y cuando se mancomunan y ajuntan hacen temblar a todos los de la tierra. Palabras que encienden al caballero andante. ¡Oh cobarde y vil gallina!, que le traigan el caballo que le sobran arrestos para entrar de nuevo en la ciudad “y no dejar en ella persona viva, acabando hasta perros y gatos, hombres y mujeres y cuantos vivientes racionales e irracionales la habitan, y después asolarla toda con fuego hasta que quede como otra Troya, escarmiento a todas las naciones del griego furor.”
Ese día el autor de la batuta en la mano izquierda impidió que se escribieran las páginas más gloriosas de caballero andante alguno de que hubiera memoria en muchos siglos, porque dejó dicho que no le dejaran a Rocinante bajo ningún concepto.
Esa noche la pasa nuestro héroe a pan y agua, buena medida de su poderío, sin bálsamo Fierebrás porque el mesonero le dice que no hay en Alcalá tanto ingrediente para preparar la pócima milagrosa.
I want her everywhere
And if she's beside me I know I need never care
But to love her is to need her everywhere
Knowing that love is to share
Each one believing that love never dies
Watching her eyes and hoping I'm always there
And if she's beside me I know I need never care
But to love her is to need her everywhere
Knowing that love is to share
Each one believing that love never dies
Watching her eyes and hoping I'm always there
Beatles
Amar es compartir. Los mejores deseos para el 2015 a todos los que por aquí se acerquen.
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
4 comentarios:
Hoy nos traes a estudiantes -que siempre ha sido gente desaforada y pícara- y la famosísima Posada del Peine... para juntarlo todo en feliz armonía con los Beatles. Haces bien, sin duda.
Feliz Año también para ti, querido amigo.
Buenas noches, pancho:
Quiero desearte una feliz entrada de año nuevo 2015, y todo lo mejor para ti y todas las personas que estimas.
He leído y disfrutado con todas tus entradas, pero el tiempo cada vez me da para menos.
Volveré, no creas que he dejado de lado al Quijote de Avellaneda. Tengo hasta el nombre de un posible autor, al que llegó un cervantista, hijo de una persona que dedicó muchas horas a su estudio y se equivocó, pero consiguió transmitirle su pasión y seguir con la búsqueda.
Las ilustraciones siempre estupendas; y con la música que escoges, no parece que estemos a las puertas de este segundo milenio con década y lustro incluidos.
Abrazos.
¡Pobre don Quijote entre ladrillazos y mojicones! Son de temer los estudiantes, más que las cobardes y viles criaturas que solían acometerle.
Buen trabajo, pardiez.
¡Feliz Año Nuevo!
Sigamos acometiendo a los poco esforzados tuiteros y feisbuseros, nosotros los blogueros de laboriosas entradas.
Un abrazo, Pancho.
Se me olvidaba una aclaración. Por la puerta de Alcalá no fue don Quijote avellanado, fue por la puerta de Madrid que está en Alcalá de Henares. Como su nombre indica es la puerta del camino a Madrid, camino que termina en la madrileña Puerta de Alcalá. Es más sencillita como puedes ver:
Te pongo un enlace:
http://es.wikipedia.org/wiki/Puerta_de_Madrid
Besos
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