domingo, 23 de marzo de 2014

Dejar las cosas en sus días (8) Laura Castañón. Cuerpo de ola






 "En algún punto impreciso del fondo permanecía el cadáver de su padre, que el mar no había devuelto"


Dejar las cosas en sus días (8) 
Laura Castañón 

Efrén acudía en tren a las tertulias de la Claraboya de Oviedo con los intelectuales de la época entre los que destacaba Antonio Gamoneda (seguramente el padre del poeta). También iba a Gijón a visitar a su madre que seguía viviendo en el barrio de pescadores. A veces subían a dar un paseo por el elegante Bulevar de Begoña donde observaban a los paseantes y la mezcla de clases sociales arriba y abajo del paseo. La tristeza le asaltaba al contemplar la mar, la tumba de su padre: “En momentos como aquellos, venía la tristeza con un equipaje de años perdidos y cristales rotos y toda su conciencia era un desorden que le llevaba a preguntarse quién diablos era el, quién era Efrén Rubiera y cómo era posible vivir aquella vida de jirones y mentiras, de anhelos y despropósitos.” 

Sidra le había cogido el gusto a las fiestas que la invitaban, pero solía tornarse en tristeza y decepción a bordo del coche de vuelta a Pomar por la ausencia de Germán. No se atrevía a expresar sus sentimientos por miedo al qué dirán, a que la llamaran fresca. 

Andrés graba en audio sus recuerdos, incluidos los que “tanto empeño había puesto en olvidar.” Los nietos se han dejado enredar en un “reality” de televisión, detestables para todo el mundo, pero con otro mundo rendido a los pies y debe ver porque cada vez proliferan más en los medios, lo digo por los ecos que nos llegan. Se siente ridículo, tiene la sensación de estar confesando los secretos más escondidos a un micrófono, haciendo el paripé. La enfermedad del olvido no le ofrece ni la oportunidad del melodrama al final de los días. 


 "El paseo por Begoña era la única concesión que Lía le hacía a su hijo cuando la visitaba"

 “La virtud pública y el vicio privado” tienen en Gustavo Bertomeu su representación más genuina en el valle. En Oviedo acude a las meretrices jovencitas que le hacen feliz. Le sirven jóvenes señoritas procedentes del ámbito rural con “biografías escritas a trompicones en la piel de los días”, mancilladas por los señoritos y con asilvestrados modales rurales, amaestrados en las artes amatorias de prisa y corriendo por la madame del establecimiento. Más de una vez se había sorprendido a sí mismo observando con libidinosa mirada la desnudez de su hija Francisca mientras dormía. Su segunda mujer pagaba los platos ratos de la desviada pasión incestuosa. Nunca lo había confesado. A don Macrino lo despachaba en el confesionario con el reconocimiento de pensamientos impuros que abarcaba todo lo pecaminoso y perverso de su desviación. Esconde en el sótano un proyector de cine con imágenes de mala nota, ya desgastadas por el uso, para estimular sus prácticas onanistas. Situación bien diferente a la actual en que están a la distancia de un click de móvil u ordenador. No había caído yo en la cuenta de que también la llegada de internet esté en la raíz de la decadencia de los bares de alterne, si es que hay tal. Como antes arruinó el negocio de la música, el cine, el periodismo y la supervivencia de la literatura a duras penas en medio de la peor crisis, algo positivo a favor de la realidad virtual. La atracción que siente por Camino desaparece como por ensalmo cuando la observación sin ser visto de Paloma haciendo pis provoca una conmoción sísmica en su cerebro el día de la verbena de San Isidro organizada por Sidra. Será cabrón el tío. 

La salud de Paloma empeora. Aida se pasa por su casa y recuerda el:  "Hola, hola caracola" de recibo cuando era niña con coletas e iba a visitarla. Recoge una caja con un mazo de cartas atadas, unas fotos y unos cuadernos con anotaciones. 

Mientras los dirigentes socialistas, comunistas y anarquistas de los sindicatos mineros se enzarzan en disputas personales por hacerse con el poder, arrastrando a los afiliados, el Sindicato Católico saca beneficio del “divide et vinces”: SOMA pasa de treinta mil afiliados a siete mil. Benito Montañés sabe que esto es pasajero pues los descontentos de SOMA se han organizado en torno al Sindicato Único Minero. Ahora más que nunca debe mantenerse alerta como un centinela de las buenas costumbres, nada de entregarse a la relajación. Las horas pasadas a lomos de Hércules para visitar las distintas minas del Marqués, hacen de su caballo el confidente perfecto del orgullo que siente ante el recuento de todos los avances conseguidos en el valle,  desde que fue nombrado el encargado de poner en práctica sus ideas sociales, “visible en viviendas, economatos, colegios, sanatorios, iglesias…”  

 “Ni un céntimo menos, ni un minuto más” escrito con carbón en sitios diferentes le roían las entrañas como una amenaza. 



 "Intentaba no detenerse demasiado en los silencios de Manuel, aquel desconocido que tenía por hijo; ni en la evidencia de que su hija Sidra tendría que encontrar un novio para casarse; ni en lo asilvestrada que estaba creciendo Claudia"

Efrén había colaborado con el Marqués en la adopción de hábitos higiénicos saludables por parte de los mineros y aconsejado en la mejora de su alimentación, para un minero no era suficiente una dieta a base de borona y patatas. 

Por San Isidro,  Sidra piensa en organizar una fiesta, una verbena con todas las de la ley. Pretende sorprender a Germán y que su imaginada relación avance. Busca la colaboración de todos los allegados y el permiso de su padre para que todo salga bien: Dorotea, la modista, don Efrén y hasta el barquillero del Campo de San Francisco de Oviedo contribuye con sus productos. Por una anotación del diario de Claudia, extrañamente  en manos de Paloma,  nos enteramos de que las cosas se torcieron en la fiesta. Claudia ve cómo el espejo de la habitación de Sidra sufre su desengaño y cómo rompe a llorar desconsoladamente sobre la cama. Un secreto que únicamente cuenta a su diario. A Sidra le da por alisar arrugas, domesticar toneladas de sábanas, ordenar cajones, planchar, lavar, abrillantar los dorados y ordenar la biblioteca de su padre por orden alfabético del autor. Hasta las madreñas las deja limpias como la patena en su furor por la limpieza. 

Tienes ya veinte años,
cuerpo de ola,
y tu padre no quiere que salgas sola.
 Tienes sal en los ojos,
sed en tu vientre,
caracolas de sombra
y trigo caliente. 
Hilario Camacho




Este  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero 


4 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Sidra es una amargada que se ahoga en su amargura. Nunca ha tenido nada de entrañable. Así le va.

Preciosa entrada. Besos.

Paco Cuesta dijo...

La imagen de la solterona por UNA decepción, fue muy tratada en las novelas de la época,y Laura lo recoge con precisión.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Este juego entre el fuera-dentro del pueblo minero es básico. Efrén, como otros, necesita salir para no ahogarse. Sidra no puede, a pesar de su nombre, aunque lo intenta desesperadamente con esa verbena que desencadenará su locura...

Myriam dijo...

Qué personaje trágico el de Sidra atrapada allí. Efrén, no olvida sus raíces y eso es bueno.