miércoles, 13 de noviembre de 2013

Trátame como anoche me trataste.





"A documento tan precioso no se le entorpezca el paso a la posteridad"
Santander a Galdós

Episodio Nacional 26 
La Estafeta Romántica (2) 
Benito Pérez Galdós 


VII 

El atormentado escritor romántico prosigue la serie de cartas dirigidas a don Pedro Hillo. Abre la presente a la irónica manera cervantina sin enmendarse con un “Desocupado sacerdote”. Le cuenta que el alma en pena de Larra se le ha aparecido en sueños en un bosquecillo cercano. La barba de días, los dientes negros, y el blanco de los ojos enrojecidos por la conjuntivitis que le hace pestañear de continuo no le dotan de un aspecto saludable. Sordo, no recuerda sus escritos, sus manos frías como el hielo. Ambos mutilados de las piernas, a Mariano José le parece que Fernando también se ha suicidado y se arrepiente de haberse matado; deberían haberlas matado a ellas, pues las traidoras ellas fueron. Se le aparece Churi, un sordo que habla, un deux ex - machina del teatro y milagro exterior que llega desde lejos para arreglar los entuertos. Se expresa en castellano y vasco, le cuenta que su traidora no lo fue por propia voluntad sino por un maleficio que la trastorna. Zoilo la tiene encantada. Churi le propone que para quebrantar el encanto debe escribir una carta a la señorita Negretti, el se encarga de hacérsela llegar. “las brasas que quedaban entre las cenizas se han avivado, y ya son llamas otra vez”, sentencia, cizañón,  el ex – máchina como si de una revelación se tratara. 

"Mi traidora no lo fue  realmente por dictado de su firme voluntad, sino por el maleficio con que la trastornó ese pillo de Zoilo" 

El matrimonio desigual
Vasili Pukirev. Galería Tretiakov. Moscú


Ya vuelto a la realidad le llega la onda de la aparición de don Beltrán. El júbilo y la alegría inundan a la familia. Se reanudan los ensayos de El sí de las niñas. Se siente un auténtico mecenas y con poder de ascender al presbítero al rango de cardenal, le sugiere que estrene la birreta roja la primera vez que vaya a los toros. No estuvo fino aquí don Benito con el consejo. El clero tradicionalmente ha sido poco aficionado. Incluso hubo un Papa que castigaba con la excomunión y prohibió los juegos taurinos, "estos sangrientos y vergonzosos espectáculos dignos de los demonios y no de los hombres", así como cualquier participación activa o pasiva en ellos. ( Abundan ahora los papas verdes que se creen ungidos con el derecho inquisitorial de dar y quitar, seleccionar y apartar, de prohibir a troche y moche). Su estado de ánimo no es muy católico: “Estoy rabiando, estoy dado a los demonios”. 

VIII 

Cambio de tercio. Es marzo, el mensaje parte desde La Guardia, de don José María de Navarridas a Fernando Calpena. Burlando el deseo de las mujeres de la casa escribe el capellán, encendido por la prohibición como un adolescente en celo que emborrona papeles de amor. Él y Gracia justifican el olvido de Fernando por el despecho y las muchas obligaciones en la villa y corte. Demetria ha cedido la mitad de los derechos de su mayorazgo. No entiende que su hermana se quede sin nada de la herencia siendo ambas nacidas en la misma cuna. Algo de Mendizábal hay en su gesto antes de su ley repartidora de los bienes de la Iglesia. 



Reunión de poetas 


Hace de aduanero implacable de las lecturas de Gracia. Con Deme tiene la manga más ancha, confía en su buen criterio. Para hacer de censor tiene que darse atracones de lecturas que no le interesan, “cosa en mí desusada y fatigosa”. Para terminar,  Jose María le informa de que don Higinio le ha recomendado a Pedro Hillo que va destinado a La Guardia y le pregunta si es el mismo que le escribía en verano. Se va enredando la madeja de amigos y parentescos. 

IX 

Valvanera le relata a Pilar que cuida a Fernando como si de un hijo suyo se tratara. Considera que no hay peligro de que el brutal desengaño amoroso sufrido se vuelva contra su propia vida como hizo el personaje romántico Werther de Goethe. Valora las ideas brillantes de Pilar, pero como lo quiere todo y ahora, la juzga carente de la quietud y sosiego que el tiempo requiere para hacer su trabajo paso a paso. Sus planes sobre Demetria y Fernando se van perfilando, pero el delicado trabajo de orfebrería del asunto exige tacto y cautela. Con el objetivo de ir allanando los caminos de casamentera, hay que contrapesar los sueños de poesía de Fernando con la prosa que la tozuda realidad impone. 




"Dime que estamos soñando, que dormimos lejos el uno del otro"



X

Desde la desesperación de un corazón despechado, Fernando le pide explicación a Aura de su actitud y le recrimina que el recuerdo de un vivo dure menos que la memoria de un muerto: “¿No te confunde, no te entristece que no sepas distinguir las pisadas del que sale de las pisadas del que entra?” Le interesa saber si el paso dado fue suyo o la forzaron a darlo desde fuera. Apela a su compasión, le ruega que le responda con toda la desesperación que la verdad impone. 

XI  
Pedro Hillo a Telémaco (Fernando) 




Le reprende por la bromita del capelo cardenalicio. Le pone al día de los nombramientos a dedo de los puestos en la Administración. Nunca falta quien se dedica a “besar peanas que antes había escupido”. “¡Peste de literatos! No hay quien haga carrera de ellos. Quéjanse de que las letras no dan para vivir, y se pasan la vida limpiando con los codos las mesas del Parnasillo, y ensuciando con sus lenguas las reputaciones... clásicas”. Le reprocha la carta a Aura. Le pide que se olvide de venganzas, rancia dignidad y dramáticos desplantes, pues un clavo hace olvidar a otro clavo. Tanto la venganza como el honor quedan muy bien de lectura, se admiran pero no se imitan si no queremos volvernos cuerdos de atar. El desamor y el despecho se arreglan dando media vuelta el galán. Le anuncia que ha ingresado en el ejército porque de “hombres se hacen los obispos”. 

De Miguel de los Santos - compañero y casero de Zorrilla en Madrid - a Fernando Calpena (incluida en la XI). 

El autor duda de que Miguel sea capaz de contar la realidad. Fantasioso, arrogante, asegura que escribe con la intención de que quede para la posteridad. Cree que contar la realidad, plasmar las cosas tal y como son,  significa cortarle las alas a la fantasía por miedo a mentir. La carta irá a engordar el mamotreto de las obras completas después de muerto el autor. Se perdería algo el género epistolar español tan pobre y deslucido. “Basta de prólogo con morrión” que esto se va pareciendo a la sociedad del incensario. 




 "Se pasan la vida limpiando con los codos las mesas del Parnasillo"

Ventura de la Vega leyendo una comedia en el teatro

Antonio María Esquivel. Museo Romántico. Madrid.



Los lectores somos testigos privilegiados, alzados en un altozano, de lo que aquí se cuenta. Una delicia. Nos relata este don Miguel que el catorce fue a visitar la capilla ardiente de Larra. Allí se encuentra con Ventura Rodríguez, Roca de Togores y Hartzenbusch. Todos se preguntan por las razones del suicidio. “Para unos se trata de un arrebato de locura, para otros es el estallido final de un carácter, verdadera bomba cargada de amargura explosiva”. De allí va a visitar a Espronceda que no ha podido acudir al velatorio porque está encamado, aquejado de reúma y mal de amores; no hace dos meses que Teresa le abandonó. Miguel lo distrae recitando versos que no atiende. “¡Qué demonios,  ha hecho bien!” Exclama Espronceda al hablar del Pobrecito Hablador, del pobre muerto. 



"A Pepe Zorrilla no le conoces[...] todo espíritu y melenas, un chico que se trae un universo de poesía en la cabeza"

Retrato de Zorrilla

El relato del entierro de Larra es emocionante. Intercala sabiamente la declamación de José Zorrilla, pequeño como Hartzenbusch y encarnación del poeta romántico por excelencia, con la sensación de frío glacial de la tristeza que les atenaza en el cementerio. El corazón encogido de emoción: “El estupor y la admiración se confundían con la extremada tristeza del acto para formar un conjunto grandioso en que andaban la muerte y la vida, la podredumbre y la inmortalidad, la realidad y el arte, tomando y dejando nuestras almas como olas que van y vienen”. La muerte, génesis de  vida nueva: “Era un nombre nuevo que allí había salido de la tierra, a punto que el pobre cuerpo del otro entraba”. 

Don Miguel de los Santos se presenta en casa de Zorrillita, que no había pegado el ojo, a la mañana siguiente. Éste le detalla la noche anterior, le cuenta que Luis González Bravo ( ministro, viejo conocido por su relación con Bécquer) le presenta a un rico banquero alemán que le invita a cenar y a beber a gastos pagos. Se junta con toda la caterva de bohemios literatos noctámbulos. Acaba la noche con una oferta de trabajo, un sueldazo de ciento cincuenta pesetas por escribir poesía los domingos en El Porvenir y traducir folletines. Se echan a la calle a celebrarlo. Campan a sus anchas lo que queda de la tarde e incendian la noche madrileña en los festejos. 

Para rematar la misiva tan redonda que le sale, verdadera obra de arte de la literatura epistolar, intenta levantar el ánimo de Fernando: “Alégrate conmigo de que te haya salido mal lo que, de salir bien, habría sido para ti la primera piedra de la pirámide de tus infortunios. No hay cosa más feliz que el que a uno le planten, con lo que se libra del enfadoso problema de plantar, más difícil de lo que a primera vista parece. Todo hombre que recobra su libertad, todo emancipado de la tiranía de amor, es héroe que vuelve ileso de las batallas de la vida”. Le insiste en que guarde la carta por haber conseguido la proeza de vencer la sublime pereza, la virtud de no hacer nada. “Del sol de mi caletre a la luna de los autores”. De sobra sabía don Benito que algo importante le había brotado del magín.

We said our goodbyes (ah, the night before)
Love was in your eyes (ah, the night before)
Now today I find you have changed your mind
Treat me like you did the night before
The Beatles




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

6 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Con el ir y venir de personajes el Episodio histórico se torna intimista tal vez más de acuerdo con el género epistolar.
Un abrazo

Merche Pallarés dijo...

Acabo de dejarte un comentario en el post anterior que veo no se ha publicado. A ver si tengo más suerte ahora... Te decía que has hecho una entrada estupenda y que estoy de acuerdo con los comentarios de todos los que me preceden especialmente el de nuestro profe. Besotes, M.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué maravilla, querido Pancho: por los detalles en los que te fijas, por las ilustraciones tan sabiamente elegidas (hay tiempo y cariño en esas elecciones).
Sugiero, a quien quiera hacerlo de tus lectores, que contraste la versión dada del entierro de Larra con lo que cuenta Zorrilla en sus memorias, Recuerdos del tiempo viejo.

Abejita de la Vega dijo...

Un cardenal con su capelo quedaría muy bien en los toros, siempre que el astado no salte a la barrera. Galdós no era muy taurino, al parecer. Es un detalle que para mí ha pasado desapercibido, pero no para un admirador de la fiesta como tú.

Fernando Calpena va a vivir una experiencia romántica exaltada con cementerio, mujer desenterrada y demás. Pobre. Menos mal que tiene a su madre, doña Pilar, qué personalidad femenina tan bien trazada, qué grande Galdós.

Y qué grande tu entrada. Besos.

Ele Bergón dijo...

Ahí ando con Galdós, justo también voy por este capítulos de Zorrilla, pero me paro y no vuelvo a él. Entre medias, me he leído una biografía de Galdós y me atrae más porque reconozco que me cuesta volver a estas cartas de unos y otros donde la literatura y algo de la vida cotidiana de finales del XIX están presentes, porque a mi los Episodios Nacionales no me entusiasman.

Un abrazo

Luz

Myriam dijo...

A me impresionó el sueño que Fernando tuvo con la aparición de Larra. Que bien lograda por BPG esa sensación de Larra de estar en una especie de limbo en la que no recuerda ni las obras que escribió.

Me gustan tus ilustraciones ¿te lo había dicho?.

Un abrazo y paso a la siguiente entrada que veo que ya publicaste.