"Era hombre de pluma y firmaba sus escritos con nombre supuesto; que figuraba entre los llamados románticos, y qué sé yo qué".
Imagen escaneada del libro que representa a
Mariano José de Larra. Óleo anónimo
Museo Romántico Madrid
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Mariano José de Larra. Óleo anónimo
Museo Romántico Madrid
Episodio Nacional 26
La Estafeta Romántica
Benito Pérez Galdós
Que nadie diga que los libros son caros. ¿Qué otra actividad sino la lectura de un libro puede ofrecerte tantas horas de diversión y entretenimiento por tan poco? Un paseo por una feria del libro antiguo y de ocasión merece la pena, es una actividad grata y puedes hacerte con dos Episodios Nacionales, publicados en el mismo tomo, por la módica cantidad de cinco euros. Además en una edición de lujo, con ilustraciones al estilo de las enciclopedias de antes.
La Estafeta Romántica está integrada por una colección de cuarenta cartas que hacen la vez de los capítulos de una novela. Doce emisores y once receptores distintos. Todas las cartas están fechadas en el año 1837, durante los meses que van de febrero a octubre. Galdós escribe la tercera serie de los Episodios Nacionales durante los años 1898-1900, por lo tanto los hechos que narra habían ocurrido más de sesenta años atrás.
Un escritor de raza. La vida entera dedicada a escribir.
Santander a don Benito Pérez Galdós
Desde los primeros párrafos de la carta se advierte que estamos ante un gran escritor. No está al alcance de cualquiera decir tantas cosas, tan en orden y en tan pocas palabras. Nos pone en situación en un temprano manojo de frases. El mensaje parte de La Guardia, una pequeña población alavesa el día veinte de febrero de 1837. Doña María Tirgo ha recibido una carta el día siete por la que comprende que la destinataria de la presente, doña Juana Teresa, no ha recibido una suya anterior escrita el dos, día de la Candelaria. Correos no funciona como debe en un país en guerra permanente, pero la gente se las arregla para que las cosas no se paralicen, que sigan funcionando fuera de los circuitos oficiales. Puede que correos - "la mala", la llama don Benito - no funcione, pero las cartas llegan a su destino gracias a seminaristas y arrieros que llevan carros de trigo y hacen las veces de carteros improvisados.
La primera misiva es una zambullida repentina en la historia, contada en cartas, por la gran cantidad de personajes e información que aporta de golpe y porrazo. Un atragantón de difícil asimilación. Sin embargo, necesitamos estar atentos porque todos ellos tendrán mucho que decir de aquí en adelante, en el desarrollo de las cuarenta cartas. Ya nos avisa cuando aconseja: “Estad a las resultas”, una expresión formal, bien conocida y familiar para los que participamos en concursos de traslados de la Administración.
Doña María Tirgo manda una carta desde Villarcayo a doña Juana Teresa que reside en Cintruénigo. En ella insinúa, pero no se dice, que tienen un asunto en común. Don Fernando Calpena ha recibido calabazas de Aura, una dama que reside en Bilbao. Fernando es de “éstos que con tanta lectura y la facilidad para discurrir, se llenan la cabeza de viento, y piensan y obran a la romántica, según ahora se dice”. Doña María teme que ahora intente seducir a Demetria, una de sus niñas. Le persigue un deseo, la vieja aspiración de unir las casas Idiáquez y Castro-Amézaga. Cree que Fernando recalará en Madrid donde el descalabro amoroso pasará desapercibido, adornado de lance romántico. En la postdata comenta el suicidio por despecho de un autor romántico hace unos días. Ella lo vincula a Fernando por las similitudes que presenta. Don Beltrán, suegro de Juana Teresa, ha hecho la ida el cuervo (me voy y no vuelvo).
"[...] Madamas notadas por su belleza"
Madame Recamier
Francois Gerard.
Museo Carnavalet. Paris
Madame Recamier
Francois Gerard.
Museo Carnavalet. Paris
II
La Marquesa de Sariñán contesta a vuelta de correo. En un escrito largo, de lenguaje antiguo y ceremonioso le da cuenta del desatino de don Beltrán: “¡Que mis lágrimas le hayan suavizado el camino para subir hasta la Bienaventuranza eterna; que Dios haya tenido en cuenta sus cualidades generosas, su hidalguía y demás prendas de caballero!”. Le relata la solemnidad que ha acompañado los funerales, ceremonias concelebradas por veintitantos canónigos, abades y racioneros, sin contar cantores y músicos del Santo Sepulcro de Jerusalén de Tarazona. A pesar del dispendio, el bolsillo no se duele porque cumplen con una sagrada obligación. Para dar de comer a tanto grave eclesiástico de solemne severidad y saque - hay quien, tupido del todo, termina en la botica para que le desatasquen las cañerías– acaban con los pavos de la comarca y los gallos del corral. Funeral de postín, acorde con la linajuda raigambre del difunto. En el expurgo de su biblioteca que sigue al fallecimiento sale de todo; desde libros piadosos de vidas de santos, intonsos, aún con el plástico de la envoltura, hasta volúmenes endemoniados, desgastados por el uso, dignos de Satanás.
III
Don José María da cuenta a don Rodrigo de la alegría que embarga a la familia por la buena noticia de que don Beltrán haya revivido. No estaba muerto, no no… Está con el general carlista, Cabrera, en el Maestrazgo. Su lamento se dirige a tantas misas y novenas por su alma malogradas, echadas a perder. El señor Beltrán debe haber hecho contrato con el diablo para llegar a los cien. Ha regresado como el hijo pródigo del evangelio: “Traed un ternero cebado y matadlo y comamos, porque este mi abuelo era muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido hallado”.
Libros y cartas a la luz de una vela.
Lubin Baugin. Galería Spada. Roma
IV (Incluida en la anterior)
De nuevo María Tirgo a Juana Teresa desde La Guardia. Dieciséis de marzo. El pájaro Calpena ha fondeado en Villarcayo, cabecera de la comarca burgalesa de las merindades de Castilla la Vieja. Sabas, un viejo criado de la familia, lo ha comunicado de viva voz, no ha traído carta ninguna suya. Aquí, todos muestran agradecimiento a Fernando Calpena por sacar a las niñas, Demetria y Gracia, de Oñate. A Deme le ha dado por la lectura de autores románticos, sobre todo un tudesco cuyo nombre parece de Bilbao, Goiti, Goitia o algo así se llama. Y de ese autor, Larra, que se mató el otro día en Madrid. “La ves agrandando cada día los ratitos perdidos, o sea los que consagra a este entretenimiento de los libros, que me parecen son prohibidos, si bien entiendo que por dañosos que sean no han de causar malicia en entendimiento tan claro y voluntad tan sana como la suya”.
V
Desde Villarcayo, para el presbítero Pedro Hillo, el 28 de febrero. Don Fernando escribe las cartas V, VI y VII. Cuenta que vive a “qué quieres boca” en casa de Valvanera. Humillado, anulado el libre albedrío, herido el amor propio y abandonado, “rendida la voluntad, obediente al supremo mandato”. Nos enteramos de que conoce a don Beltrán camino de Bilbao, le entra por el ojo derecho y lo aloja en Medina de Pomar. Juan Antonio Maltrana es hombre acomodado, de medios; procede del rancio españolismo tradicional, mezclado con las novedades del pensamiento francés. Está a la espera de que salgan a subasta los vastos territorios y posesiones de la iglesia para acomodarse aún más. Piensa que una vez acabada la guerra, la maquinaria extranjera que espera paciente en la frontera a que termine, ayudará a prosperar. Su mujer, Valvanera, es la encarnación del buen gusto, la clase fundida con llaneza más una lechigada de hijos (los que dios quiera). Castellana nobleza en el sentido feudal del término, educada en Francia. Nobleza campesina, aristocracia labradora en peligro de extinción debido al perverso atractivo que las ciudades ejercen sobre los habitantes de las zonas rurales.
Entre todos los hijos, destacan Nicolasa y Pepita de dieciséis y catorce años de edad, rebeldes y desaplicadas. Tienen aya francesa que les enseña idiomas. Asimismo cuentan con profesora de ballet y música. De mayores serán dos mujercitas aptas para la vida en las altas esferas. Las casarán con ricos herederos de mayorazgos. Pero su futuro no es tan halagüeño como parece. Más bien se presenta negro como el paño de una sotana, debido a su salud endeble y enfermiza. No faltan precedentes en la familia; el hermano mayor murió de tisis en Madrid unos años atrás cuando apenas había alcanzado la tierna edad de diecisiete. Ellas corren peligro de padecer el mismo mal entre los dieciocho y los veinte que es cuando la enfermedad se muestra más agresiva. “Veo la fúnebre sentencia, que les condena a seguir los pasos precoces del primogénito hacia un mundo que llamamos mejor antes de conocerlo”, - añade Fernando con gravedad.
"Lo terrible es que se empeñan en que yo he de hacer el manrique, creyendo que en este papel dejaré tamañito a carlos Latorre".
Las chicas se empeñan en representar una obra de teatro. Eligen El Trovador. Fernando intenta convencerlas de que la obra sea El sí de las niñas. No la encuentra ni en Villarcayo ni en Bilbao. Quizás un amigo de Medina de Pomar, moratinista confeso se la faciliten.
VI
Don Fernando sigue contando cómo se suspenden los ensayos de la obra al recibir la familia la pésima noticia de la muerte de don Beltrán en el Maestrazgo. La casa parece un hospital, todos los vástagos enfermos. Da pormenores de la traición de Aurea. Cree que ha sido un compló familiar, una conjura para someter el albedrío de un ser débil. Una criada le informa en Bilbao de que la chica se ha casado con Zoilo Arratia y se han marchado a Francia. La muñidora del enlace es Prudencia, la madre, “un marimacho arriscado y astuto”. Uhagón, empleado de una tienda de Zoilo, le aconseja que se lave las manos, “echando encima la mayor capa posible de olvido”. Como siempre ha estado en contra de los llorones, los eternamente agraviados, le hace caso. Se alista con los cristinos de Espartero en la campaña de Vizcaya. Su consuelo descansa en la conservación de la existencia dentro de una plácida esclavitud.
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
6 comentarios:
Qué magnífica entrada, Pancho. Atrapa desde la entradilla sobre los libros, sigue con la acertada forma de enfocar a Galdós como autor que en poco dice mucho y lo aliñas con el excelente análisis de estas primeras cartas. Y todo ello bien ilustrado. ¿Alguien puede pedir más?
Como dices, hace falta una buena dosis de atención y la ayuda de entradas como esta. Gracias amigo.
Un abrazo
Sí, yo también anduve alguna vez a las resultas de concursos de traslados funcionariales. Nerviosita perdida.
Esa edición de los "Episodios Nacionales" es muy buena y por módico precio. Creo que era una promoción de "El mundo". Este verano comencé a leer "La estafeta romántica" en un ejemplar como ese que muestras, sacado de la biblioteca pública. Ahora utilizo el de Alianza, más pequeño y manejable.
Voy familiarizándome con ese Fernando tan tomántico, el "sujeto", el que tanto preocupa a la Tirgo y a su amiga. No, no estaba muerto; ni él ni don Beltrán. Qué funeral sin muerto el que le hacen al suegro de doña Juana Teresa...y como zampan los eclesiásticos de cargos rimbombantes que se encargan del mismo.
Con tu excelente entrada, nos allanas los caminos.
Besos, Pancho.
...romántico quise decir.
Te felicito por todo este laborioso trabajo, Pancho; ¡qué me sirva de ejemplo y me ponga a la tarea!, ahora que acabo de darme ese "atragantón" (me has hecho reír con eso) completo. Me gustó mucho.
Debo decir que el ejercicio de concentración inicial que requiere La Estafeta, para los que no hemos leído los Episodios Nacionales anteriores, es muy bueno para el cerebro, porque activa conexiones neuronales y fluido de neurotransmisores. Y, como comenté en el blog de Mimosa, están los personajes muy bien entrelazados en las Cartas. Como tú tan bien dices, que gran escritor es BPG que dice tanto en tan poco. En resumen, repito, me gustó mucho.
Este comentario tuyo ayuda, Pancho, que es verdad que se pierde una un poco entre tanto personaje "escribiente" en esta estafeta.
Es cómico el asunto de la muerte y exequias del yayo trotamundos.
Saludos
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