martes, 20 de marzo de 2018

El hombre pez (3) José Antonio Abella. Atarse a la vida.





"Como a mí me pasó, que por ganar dos ochavos perdí la mano"

El hombre pez (3) 
José Antonio Abella 

El párroco de Liérganes, don Juan de la Rañada, le explica a María del Casar que su hijo Francisco es “Tardo, pero no lerdo.” Lo entiende todo, pero más tarde. Hace las cosas aunque sea más despacio; a excepción -eso sí- de lo relacionado con el agua,  como nadar, bucear o pescar. En eso es campeón. Un niño trasparente, sin doblez, de bondad espontánea que como no enseña los dientes, se ríen de él. 

Irán desfilando por la novela personajes típicos de la época, como el veterano de los tercios de Flandes o el mendigo de Bilbao, además de los vistos como los frailes de Cádiz o el exorcista. La figura del veterano de guerra es respetada en las sociedades que tienen el norte definido. Un soldado que sobrevive a una guerra enciende la imaginación de los que la viven de lejos. Uno recuerda la fascinación que ejercía en los niños de entonces la figura de un señor mayor del que decían que había estado en la guerra de Cuba. Vivía solo en una casa de la misma calle. Su presencia, mandona como un venerable general retirado, infundía respeto. O aquellos letreros en los asientos del metro de Madrid que decían: “Reservado caballeros mutilados.” 

En el caso que nos ocupa, se trata de un soldado de los tercios de Flandes. Estos veteranos eran admirados en la época porque habían visto mundo, cuando se tardaban tres jornadas en recorrer la distancia de Liérganes a Bilbao. Tuerto y cojo, herido en el asedio de Lille. Resobrino del párroco de Liérganes, se presenta en el pueblo el día de Corpus. Ha llegado al puerto de Laredo en un barco de los usados para transportar lana de las ovejas castellanas y de vuelta traer de Flandes productos manufacturados. El puerto de Laredo del que partieron las naves el veintiuno de agosto de 1496 para llevar a la infanta doña Juana, hija de los Reyes Católicos, a casarse con Felipe el Hermoso. De vuelta traer a la infanta doña Margarita para casarse con el príncipe Juan, malogrado heredero. Un soldado con más hambre que gloria, un poco raro porque trae libros en la mochila en una sociedad en la que el noventa por ciento son analfabetos. Cipriano Salcedo o Cervantes que también fue soldado en la más alta ocasión que vieron los siglos. Alberga la esperanza de sacar algún dinero porque son libros prohibidos en España. Como tal, escasos y difíciles de encontrar, más caros de lo normal; por lo tanto,  más buscados y más leídos. Siempre pasa eso. La secreta aspiración a la polémica de los artistas, despertar la latente, legendaria torpeza de los gobernantes ávidos de censurar y prohibir cualquier manifestación cultural o literaria para que se convierta en éxito explosivo, como las fotos censuradas de ARCO o la prohibición de las imágenes de toreros de Barcelona. Volver a prohibir escritores como hoy propone un sindicato obrero. Manda huevos, tanto caminar para volver al mismo sitio. 




"Incluso permitió vadear el Rhin a la caballería de Luis XIV en su guerra con Holanda"

Entre los libros que traía escondidos en el petate estaban las dos partes del Lazarillo de Tormes sin censurar. El libro mutilado había sido una de las lecturas favoritas de niño. Lo tiene de libro de cabecera a pesar de las advertencias del tío cura. Lo utiliza para enseñar a leer a algunos niños pobres del pueblo, entre ellos los hijos de María del Casar. A menudo les lee capítulos de la obra y los niños están entusiasmados con las aventuras de Lázaro. Lo que más les enciende la imaginación, sobre todo a Francisco, es cuando Lázaro se convierte en atún. De un día para otro desaparece igual que apareció, sin decir nada a nadie y dejando profunda huella en los chiquillos, Francisco entre ellos, callado y tranquilo pero con la mente llena de ruidos, elocuente a partir de ese momento. 

Si el año 1672 fue un annus horribilis para toda Europa, se pueden imaginar para España. Ya en aquel tiempo cuando allí tosían, aquí nos entraba una pulmonía mortal. La sequía extrema permite a la caballería de Luis XIV vadear el Rhin. La constante falta de agua de las tierras de labor españolas, a medio camino entre las campiñas europeas y los desiertos africanos, llegó aquel año a los valles verdes de Cantabria que se mudaron pardos como en la Castilla seca. Se perdieron las cosechas; como consecuencia, la hambruna y las enfermedades golpearon con fuerza a la población. 

El rey Carlos II contaba con once años y apenas se tenía en pie. España estaba gobernada por validos a los que les interesaba más que el rey tuviera heredero que las penurias de la población. Un buhonero trae una solución parcial al problema en casa de la viuda. Le propone a la madre llevar a un hijo a Bilbao para que aprenda el oficio de hacer barcos. Francisco, de doce años de edad, se presenta voluntario porque ve la necesidad de aliviar de una boca a la escuálida economía familiar. La madre acepta a pesar del dolor de desprenderse de sus hijos, pues ya el mayor se había ido al seminario. Además echará de menos las truchas frescas que Francisco pescaba a diario en el río y que quitaban mucha hambre en la casa. Don Juan el cura también apoya la marcha, al fin y al cabo recriarse en Bilbao no debe ser tan diferente, sólo está a treinta leguas de camino. 




"Nunca había contemplado cosa semejante"

La perrita canela es la única de la casa del buhonero que recibe bien a Francisco. La mujer del buhonero les agría la llegada, el huésped significa una boca más en una casa en la que no sobra demasiado. La primera noche duerme en la cuadra al lado del mulo que le calienta con su aliento, no le dan ni una manta siquiera. Sólo Bibiñe, la hija mayor, le trae un poco de tocino con pan que le permite engañar el hambre. Le gusta el pelirrojo de ojos azules. A cambio recibe la reprimenda del padre que no quiere obras de misericordia con un niño en su casa. Palabras como bombas de mano: lo matará si lo vuelve a ver con Bibiñe

El buhonero lo despide después de misa al día siguiente. Que se busque la vida para comer y que se presente en la casa al anochecer. Debe estar fresco para buscar trabajo al amanecer. Queda como criatura indefensa en la ciudad, sobre todo para quien el mundo conocido no pasa del valle de Liérganes y las pozas del río Miera. Pasa uno de los días más felices de su vida al lado de Perucho, adolescente de su edad, pobre de pedir tullido que enseña el muñón de su mano derecha para dar más pena. Le cuenta que perdió la mano en el astillero cuando aserraba unas cuadernas para un barco. Le enseña a buscarse la vida entre los hampones, la picaresca en el planeta de los descartados, a sobrevivir sin trabajar. Le sorprende la suciedad y malos olores de la gran ciudad. La gente tiraba las inmundicias en las calles al no haber huertos ni corrales como en Liérganes. ¡A ver dónde iban a tirar! Además sin gallinas sueltas como en los pueblos, perfectas máquinas de reciclar porque todo se lo comen. En esto hemos retrocedido a esos años, ahora con las heces de los perros. Obligatorio mirar dónde pisas si no quieres el regalito oloroso. También es verdad que la gente ya no suele escupir tanto como entonces por las calles, mascaban el tabaco y lo escupían todo el rato. Excepto los futbolistas por televisión, hay que ver las veces que escupen a lo largo de un partido.Un día inolvidable de  "Pan, vino y tabaco" o Guggenheim para atarse a la vida por las calles de Bilbao.  


Qué tiene tu veneno 
Que me quita la vida sólo con un beso 
Y me lleva a la luna 
Y me ofrece la droga que todo lo cura. 
Dependencia bendita 
Invisible cadena que me ata a la vida 
Y en momentos oscuros 
Palmadita en la espalda y ya estoy más 
seguro
Fito&Fitipaldis



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta que te hayas fijado en los secundarios de esta novela, todos con la suya propia dentro a la espera de que el lector la desarrolle. Una de las riquezas indudables de esta novela, sin duda.

Paco Cuesta dijo...

Ilusos nosotros, creímos que prohibir era cosa del pasado. Pero, no.

La seña Carmen dijo...

¡Cómo exprimes las novelas!

Abejita de la Vega dijo...

Vengo de ca Pedro a ver tus secundarios y tu Fito Fitipaldi.
Suele ocurrir que los secundarios no lo son tanto.
Ese Lazarillo convertido en atún es poco conocido. Tengo curiosidad por esa segunda parte.
Un abrazo