jueves, 5 de mayo de 2016

Los Pazos de Ulloa (10) Emilia Pardo Bazán. Respirar.






"Los sueños de las noches de terror suelen parecer risibles apenas despunta la claridad del nuevo día"


Los Pazos de Ulloa (10) 
Emilia Pardo Bazán 

Julián ha pasado mala noche acosado por pesadillas ensortijadas. Siente el cuerpo derrotado, atravesado por lanzazos como el dragón de San Jorge. Amanece nublado, el cielo cárdeno. Los nubarrones de plomo y las ráfagas frías de aire solano que doblan los árboles y levantan del suelo remolinos de hojas caídas presagian el drama en los Pazos de Ulloa. 

El capellán encuentra a Nucha con la niña en brazos, pálida y azarada, arrulla al bebé más nerviosa que de costumbre. Confiesa que desde el nacimiento de la niña se ha vuelto medio tonta, le tiene miedo a todo. Siempre alerta y sobresaltada por si los bichos y las arañas le hacen algún daño. Las noches son viva representación de las pinturas negras de Goya. Neptuno devorando a su propio hijo. Hombres ahorcados. Zombies amortajados, personas descabezadas. Crujidos de ventanas, portazos. Almas en pena. El paseo de un sonámbulo por el lado oculto de la noche. 

Una pena que la salud no se traspase, que los sanos no puedan dársela a los debilitados por la enfermedad. Julián se la regalaría a ella de buena gana y voluntad. El ataque de franqueza le enciende, le saca los colores hasta la nuca. El silencio espeso que esconde la sincera admiración entre los dos impregna la estancia de complicidad. Mientras tanto en el valle se abre una claridad pálida de sol angustiado bajo la techumbre gris de los altos que precede a la tormenta. 



"Por eso digo que debo de estar enferma, cuando me persiguen visiones y vestiglos..."

Siempre lo ha sido en esta novela, pero es a partir de ahora cuando se ve con claridad meridiana  la importancia del espacio que influye en la manera de actuar de los personajes. Junto a la naturaleza en todo su esplendor, unos  personajes más del relato. Hasta las paredes de los Pazos parecen más anchas y las piedras más oscuras. Conjuradas para el confinamiento. El invierno, la niña y la debilidad la han retraído y encerrado en la casa como en una clausura laica, la han empujado a recogerse en el interior de sí misma. La cercanía de Julián le da las fuerzas suficientes para bajar al sótano y sacudirse los temores, para luchar cuerpo a cuerpo con el caserón que la asusta. El rugido del viento, la tormenta violenta que hace retemblar los cimientos y los relámpagos que deslumbran hacen el día infame. Sin embargo, al volver a los aposentos habituales en mitad de truenos formidables recurre a la ayuda exterior. Enciende una vela y reza el trisagio. Le da un brote histérico que pone en movimiento al servicio de la casa. Tratan de calmarla con frascos, paños fríos, aires, aflojamientos de prendas y vinagres. Hacer sitio para respirar.  

Unos días después de los terrores nerviosos de Nucha, el señor de Ulloa organiza unas jornadas de caza en los montes lejanos de Castrodorna. Los participantes se quedan la víspera a dormir en los Pazos. La autora aprovecha para dejarnos de regalo una muestra más de su especialidad como escritora; una descripción magistral de la atmósfera nerviosa de una reunión de cazadores que se juntan para contar las peripecias de la caza; los jarros de vino añejo van y vienen y desatan las lenguas. Cada cual cuenta la feria según le fue en ella, todos apuestan por la bola más grande entre las carcajadas de la concurrencia y la azarosa presencia de los perros de caza. El verdadero instante de felicidad espiritual para un cazador de raza. Liebres grandes como mastines, tigres de Bengala, la sota de bastos y serpientes enroscadas, gordas como anacondas que le maman la leche a las vacas. Introduce a un personaje típico de las cacerías, cazador furtivo parido por el monte. Enjuto, piel de aceituna curtida a todos los aires. Ágil como un gamo y excelente conocedor de las costumbres de todos los bichos del monte. Paco el Bajo de “Los santos inocentes” que hace también de gracioso obligado para regocijo de los cazadores. A Julián la reunión le sirve de relajación. Ayuda a disipar las ideas congojosas que le asaltan desde días atrás. Como de nada le serviría negarse, los acompaña. 




"Iba vestido de modo asaz impropio para la ocasión, sin zamarra, ni polainas de cuero, ni sombrerazo"

Julián tiene que ir de caza quieras o no quieras. Aunque no haya cogido una escopeta en su vida, afronta con entereza su bautismo de fuego. Comprueba lo difícil que resulta acertar a las aves en vuelo y la experta actuación de un perro perdiguero que exige acierto en el amo, porque en caso contrario pega media vuelta, aburrido. La caza del macho de la liebre una noche fría del mes de diciembre, de luna bruñida colgada de una cúpula de cristal oscuro. Cuando el deseo y la pasión son tan fuertes que nada importa la muerte. La tentación con forma de hembra retozona en celo que atrae a los ciegos de amor, convulsos de deseo.



"I've been mad for fucking years, absolutely years, been 
over the edge for yonks, 
been working me buns off for bands..." 
"I've always been mad, I know I've been mad, like the 
most of us...very hard to explain why you're mad, even 
if you're not mad..." 

 Breathe Breathe, breathe in the air 
Don't be afraid to care 
Leave but don't leave me 
Look around and choose your own ground
Pink Floyd





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto, como bien dices, hay un momento en el que el pazo vence a los personajes, los derrota. Hay que tener mucha voluntad para salir de allí. Quizá las nuevas generaciones... pero Julián, tan débil, tan apasionado por Nucha queda destruido y solo puede salvarse recogiéndose en los términos más reducidos de la espiritualidad. Lo veremos volver y quizá, quizá, de su debilidad salga la victoria... o no...

Abejita de la Vega dijo...

Si lo de Julian no es amor...
Volvemos a los Pazos. La muerte planea.
Besos, Pancho.

Paco Cuesta dijo...

Las circunstancias recortan las contestaciones a tus entradas que no dejo de seguir.
Un abrazo