"Yo tenía relaciones con muchas mujeres, pero con Claudia siempre volvía"
Dejar las cosas en sus días (y 15)
Laura Castañón
Efrén muestra su preocupación por la deriva radical que Claudia está tomando, rendida sin condiciones a un manojo de “ideas deshilachadas pero eficaces.” El doctor recela de ellas porque la tienen hechizada, le impiden albergar un atisbo de recuerdo de Andrés, su corazón pertenece a Ángel. A su entender se está convirtiendo en una “chíviri” (chicas jóvenes que abrazaban las ideas y la militancia roja).
Aida había planeado un reportaje sobre los asturianos supervivientes de los trenes de cercanías cargados de muerte el once de marzo de 2004, con esa excusa iba a pasarse una semana de marzo en Madrid. Marisa ha superado la fase de “quimio”, será un buen momento para el encuentro de su novia con su padre. El libro con dedicatoria personal de Lorca es una obsesión. El cerco de la investigación de los frentes asturiano y madrileño se estrecha. Andrés sabe que su hijo le supera, pero le cuesta rendirse a la evidencia. Se muestra dispuesto a “hacer memoria”, pero solo de lo que le interese, en su biografía hay pozos oscuros, agujeros negros que se niega a desentrañar.
"Las barricadas, las canciones, la estética de las banderas, la lucha codo con codo, imágenes que pasaban como los fotogramas de una película"
Paloma le dice que su abuelo mucha revolución, mucho ardor guerrero y bla, bla, bla, pero el treinta y cuatro le pilló en un pueblo de Salamanca cantando a coro el Conde Olinos dándole de beber a su caballo agua del mar, con lo salada que está. Todo el mundo sabía que se iba a liar gorda, pero no todos estaban dispuestos a dar el callo a la hora de la verdad, como quedó demostrado cuando los mineros asturianos se quedaron en la lucha más solos que la una. Le cuenta que Claudia recibió su bautismo de fuego en Oviedo, se le murió un minero en los brazos y que habló con Aida Lafuente un día antes de su muerte. Efrén arriesgó para sacarla de Oviedo y llevarla de vuelta a Bustiello.
Paloma y Claudia se vuelven a reunir en Gijón, ya después de la guerra. Inés cuenta con seis años y el único pensamiento de su madre gira en torno a su supervivencia, que a su hija no le falte una comida al día. Se reprochan mutuamente sus pasados tan marcados por la guerra, el desgarro y el abandono. Paloma huye a París al principio del conflicto siguiendo los pasos de dos hermanos gemelos franceses que habían llegado a Bustiello desde Comillas recabando información sobre las realizaciones prácticas del Marqués. Escapando del cadáver caliente de Eusebi.
Los hechos se precipitan la noche que Paloma se va. Las cosas pasan deprisa en esta parte final de la novela. De buenas a primeras reaparece el Chano, hermano de leche de Paloma, para matar a Eusebi cuando le está dando una paliza. Los Lamartine han conseguido salvoconductos para llegar a Suances y coger un barco rumbo a Francia. Bilbao ha caído y es la única forma de salir. De paso le cuenta cómo salvó a otra de las trillizas después de sufrir una violación. Hay que contar las cosas tal como ocurren porque luego se nos olvidan. En un relato tan español y tan arcaico no podía faltar la anacronía, el caballero cargado de razones que se toma la justicia por su mano. Mantener a raya a los malos es justificable. El honor, el derecho a la venganza son verdades bíblicas, más asentadas en el subconsciente colectivo que el respeto a la justicia.
"A saber en qué asuntos habría andado en París y con quién."
Benilde muere de sospechosas molestias digestivas. Apenas tres días después de enterrada, Efrén se presenta en casa de Camino:
-“Hace once años, seis meses y diecinueve días que no pienso en otra cosa que en volver a estar contigo.”
-“Siéntate” le responde ella, arropándose en la toquilla.
A Andrés le bailaban cuatro años de su biografía que el justificaba con la enfermedad del olvido que supuestamente le aquejaba. Un hueco imposible de rellenar. Son muchos años de muro impermeable. Aida le advierte que no ha venido desde tan lejos para escuchar vaciedades. De sobra sabe que está contando lo que quiere, pero ella está entrenada para escarbar en el pasado. Andrés confiesa la necesidad de contar con un interlocutor que sepa escuchar. Se caen bien mutuamente durante la entrevista convertida en un toma y daca de agilidad intelectual. Andrés la gana para su causa al citar la historia de Aida Lafuente, la joven dinamitera asturiana, desconocida fuera del Principado.
"Que fui amigo de Federico García Lorca; que me hice del Partido Comunista primero, y luego fui anarquista y luego una combinación de todo, y luego ya no fui nada, que era la única forma de ser yo."
La autora hilvana los dos hilos del relato haciéndolos converger en el desenlace final de la historia. Las últimas páginas son apasionantes, una novela en sí misma. La firmeza del avance de los dos frentes narrativos que se juntan seduce de manera especial. Una historia de perdedores que trasciende, de extraña generosidad marciana, de suplantación de personalidad y redención de olvido que cicatriza heridas profundas. Agudeza reflexiva que supera la trampa de las ideologías sectarias, disparos a bocajarro, escritura a manos llenas que desemboca en una catarata de acción trepidante y sin freno que merece ser recorrida por el lector que hasta aquí haya llegado sin que desvelemos el misterio que tiene sorprendente premio final. Lean, lean ustedes y comprueben con sus propios ojos.
¡Ay hermanita! No tengas miedo,
Que el león no resulta tan fuerte y fiero.
¡Ay hermanita! Grande es tu suerte,
que tienes un hermano "pa" defenderte.
Que el león no resulta tan fuerte y fiero.
¡Ay hermanita! Grande es tu suerte,
que tienes un hermano "pa" defenderte.
Basilio García Cabello - Ricardo Freire/Miguel Poveda
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
4 comentarios:
En efecto, el final consigue tejer a un ritmo veloz -de otra manera sería previsible- todos los hilos, con algunas sopresas bien preparadas antes. El lector curioso no podrá dejar estas páginas para otro día.
Por cierto, cómo me gusta Poveda.
Recitar el Conde Olinos mañanita de San Juan es menos peligroso que batirse el cobre. Los mineros se quedaron solos.
Besos, Pancho.
Vengo a saludarte y ya veo que sigues con Laura Castañón. Se nota que te ha gustado y atrapado.
Un abrazo
Luz
Ando pueblerina y allí me es más difícil acceder a Internet.
Buenos días, pancho:
Leerte en el relato de Paloma, obliga a hacer una incursión en la historia para conocer un poco de la Revolución de Asturias de 1934, a la que nos llevas con Laura Castañón.
Enlazo el Romance del Conde Olinos, con la explicación e interpretación de Joaquín Díaz
Un abrazo
P.D.: La canción, tan impresionantemente bien cantada por Miguel Poveda, me ha traído graciosos recuerdos de mi hermano cuando era pequeño.
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