sábado, 18 de enero de 2014

Todo lo que era sólido (11) Antonio Muñoz Molina






"Pero yo tampoco veía nada, absorto en mi escritura, encerrado en 2007 en mi cápsula de tiempo de 1936"


Todo lo que era sólido (11) 
Antonio Muñoz Molina 

Durante el año 2007 el beneficio de bancos y cajas crece a un ritmo del 40 % de media. Las empresas duplican las ganancias de un año para otro. Se hacen préstamos a 40 años por el cien por cien del valor. Las empresas de la construcción roban los profesionales a otras a pie de obra. La bolsa española alcanza su máximo histórico, en esos momentos es la más rentable de Europa. El Ayuntamiento de Navalcarnero paga quinientos mil Euros por una escultura de una rotonda. La fiebre de las rotondas con escultura de precio prohibitivo dentro está en plena efervescencia. La séptima economía alcanza su momento álgido, juega la Champion. Se baten los récords de venta de coches. El consumo de cemento, uno de los índices más fiables utilizados para medir la salud de la economía, está desatado. Crece al 8% en 2006. Normal en un país que quiere dejar de pisar barros, que adora el hormigón. 

“10 AÑOS CRECIENDO CONTIGO, POR TI, Y PARA TI. POR TI SEGUIMOS…” Así rezaba la campaña publicitaria de la CAM, una de las cajas de ahorros más endeudadas, paradigma de lo que creían que no podía parar en seco y paró. 

Todo el mundo lo sabía, pero nadie decía nada por no ser un cenizo. “ESTÁS EN TU MEJOR MOMENTO. QUE NADIE TE LO ARRUINE”. Rezaban los cartelones de los coches de lujo desparramados por toda España. La gente cogía los crecidos suplementos de color salmón de los periódicos y los arrojaba al contenedor del papel sin leer. 



"Esa belleza austera que uno solía encontrar casi en cualquier sitio de España"

En 2007 MM se encuentra en pleno proceso creador y de documentación de la novela La noche de los tiempos, basada en la Guerra Civil. El tema principal que guía la pluma es el desasosiego, la sensación de peligro, el derrumbe. Escribe sobre la ceguera de los contemporáneos que no quieren ver lo que está sucediendo por ir cada uno a lo suyo, por no aceptar el desastre que se avecina, por creer que las cosas son más sólidas de lo que en realidad son. 

El ruido de los datos triunfalistas tenía un efecto ensordecedor, el mismo que sufre quien vive al lado de una catarata y ya no le afecta el estruendo del agua al caer. Pero ya había pistas, datos concluyentes que lo señalaban, que presagiaban el desplome, como era la duplicación de la deuda de los hogares españoles entre 1995 y 2005. Solo el último año había crecido un 24%. Circulaban informes que señalaban la sobrevaloración del 30% de la vivienda. Mientras tanto estábamos a la cabeza en abandono escolar. El Roto era la luz que desescombraba la verdad del Retablo de las Maravillas y denunciaba la inmensa corrupción que existía detrás del pelotazo inmobiliario.




El sol de agosto cae a plomo sobre las calles Madrid. El autor ha pasado la mañana en el aire acondicionado de una pequeña oficina de la redacción de El País. Sale del cuarto intoxicado, con la cabeza llena de cifras de hace cinco años. Las naves vacías de los polígonos que el taxi atraviesa en la vuelta a casa es el reflejo exacto de la ruina, el país escombrera del presente. De las veintiocho páginas de anuncios de compra venta de viviendas hemos llegado a su desaparición. Canarias está en llamas, el fuego sin control. La crisis se salva con el copago de las medicinas. Mientras un séquito numeroso de cortesanos de la Generalitat está de viaje por la India, a gastos pagos, también anuncia que cobrará un dinero a los niños que lleven la merienda al colegio. 

La monotonía del expolio que se realizaba en 2007 en este país era tan grande y continuada en el tiempo que se percibía como un ruido de fondo. El esperpento toma carta de naturaleza. Se hace famoso el constructor y alcalde de Marbella desplazando su humanidad y pecho peludo cargado de collares de oro macizo por las aguas de una piscina rodeado de mama chichos al estilo de Berlusconi, pero a lo ganso. Se movía el dinero y con él la corrupción. Dicen que el dinero no deja huella, pero sí hace ruido. El ruido seguía siempre el mismo patrón: “terrenos, constructores, ayuntamientos”. 




 "En enero de 2007 se alcanza el record absoluto de ventas de automóviles, con 116.503 unidades"

Para hacerse rico y famoso no es necesario saber hacer nada, ni esforzarse, ni crear empresas que den puestos de trabajo. Hay que ser alcalde, concejal o pariente de alguno de los más de cuatrocientos mil barandas que nos gobiernan. El paisaje de la corrupción pasaba por la ventana como las hojas iguales de un libro. Algún caso reventaba como un absceso cuando un juez o un periodista investigaban algo, casi siempre de forma individual. 

Suelo urbanizable, recalificaciones de terrenos, lujosos Rolls Royces, bolsas de basura con cientos de miles de Euros debajo del colchón, viviendas de lujo en París, colecciones de arte, convenios urbanísticos, comisiones, efectivo, dinero negro, operaciones inmobiliarias, concejales detenidos, alcaldes imputados, cohechos, corrupciones, favores urbanísticos eran el nombre y apellido de las noticias que llenaban las páginas de los periódicos analizados con lápiz y papel en mano. 



 "Nada fue respetable. Nada quedaba a salvo del pillaje ni siquiera esos ecosistemas tan singulares que habían sido protegidos expresamente por las leyes".

La magnitud de la realidad del día a día es apabullante. El investigador es consciente de que lo reflejado en el ensayo es solo la punta del iceberg porque únicamente analiza dos meses y sabe que en los periódicos no salen los atracos cometidos a lo común sin necesidad de salirse de la legalidad calculada. Tampoco los casos que no han salido por el pacto de silencio que abarca “callar por conveniencia, callar por miedo, callar por pereza, callar por cinismo, callar por militancia, callar por complicidad, callar por no distinguirse del grupo, callar por no disgustar a la familia, callar por no ser un aguafiestas…” 

Existe la creencia de que dejar las cosas como están es una visión anticuada y retrógada. Muchas veces están mejor enterradas bajo toneladas de tierra y escombros,(así han llegado hasta nosotros intactas después de estar sepultadas durante siglos y siglos) que sacadas a la luz, puestas en valor como dicen los entendidos. Cuando vas a los pueblos te reconoces en esas humildes construcciones populares levantadas por generaciones de antepasados apegados a la tierra que les daba de comer a ellos y a sus animales. Nada fue respetable para los depredadores del medio ambiente, ni siquiera los encinares centenarios intactos desde la noche de los tiempos. La vieja intolerancia armándose de próspera modernidad. 


 "Ahora todo lo que había era una guirnalda atroz de chalets en serie y bloques de pisos"

El íntimo amor a la tierra de uno ha sido compatible con la destrucción de todo lo más valioso que tuviera, sus señas de identidad más reconocibles. La fealdad uniforme de las construcciones modernas se ha extendido por todos los rincones de la geografía nacional. Miles y miles de adosados y bloques de edificios todos iguales rompiendo los perfiles históricos de los pueblos lo mismo en el interior que en el litoral. Es una bendición para la vista cuando llegas a un sitio donde el tiempo parece detenido en sus edificios porque todavía se puede contemplar la evidencia del trabajo de los antiguos artesanos y canteros. El Cipri, el Luigi, el Sandokán dan parte de la catadura de los constructores que se enriquecieron con el boom inmobiliario. “La riqueza que se logró destruyendo para construir ya se ha terminado, y los daños son irreparables”. 



Este  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero


5 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Se contemplaba hasta con cierta satisfacción el hundimiento del pajar del abuelo que pronto se convirtió en merendero. Así somos.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En este país siempre hemos destruido el paisaje en tiempos de bonanza, como si tuviéramos rabia de saberlo hermoso y productivo. Y hemos dejado que nos lo parcelaran y taparan. Tiempos en los que toda España se declaró urbanizable...

Abejita de la Vega dijo...

La fiebre de las grúas arrasó con todo, fui testigo de la ejecución a hachazos de olivares que pasaron a ser planteles de chaletes acosados, el paisaje, para qué.

Besos

Myriam dijo...

A mi que Andalucía me encanta, me dio mucha pena ver como toda la costa mediterránea estaba llena de esas urbanizaciones en monobloques uniformes y horribles, rompiendo la belleza del paisaje. Una pena, ahora he visto que hay montones d episos por ahi que se alquilan por chauchas y palitos...

Besos

Myriam dijo...

Ahhh y a mi me dicen "La noche de los tiempos" y asocio enseguida el libro homónimo escrito por el francés René Barjavel (1968) que nada que ver.... jajaja (te cuento que me lo lei escondida de mis abuelos)