jueves, 2 de enero de 2014

Llévame por calles de hiel y amargura




Covadonga, cofre donde se guardan los restos de don Pelayo.

"El alcalde socialista de Granada, [...] besaba con unción el pequeño cofre que contiene las reliquias de san Cecilio"

Todo lo que era sólido (6) 
Antonio Muñoz Molina 

El curso 1973-74, a la edad de diecisiete, MM ya leía a Marx con sus amigos. Recuerdo que a esa edad además de ir al instituto, jugar a fútbol o baloncesto o salir de fiesta con la cuadrilla de amigos los fines de semana, en los ratos libres en que no había que ayudar en casa, ya empezábamos a intuir que había otra realidad que nadie te contaba porque en la radio de la cocina se escuchaba Radio Francia Internacional y otras emisoras clandestinas con interferencias. A MM le repatea la alianza del poder político y religioso escenificado en las procesiones de Semana Santa de Úbeda. Cuenta el caso del sastre de su pueblo, José Gámez, ganador de las elecciones municipales de 1979. Un republicano socialista, “hombre de ideas” se decía entonces, rodeado de “un aura de confusa leyenda de persecución política” para los niños del pueblo. Cuando gana las primeras elecciones locales democráticas de 1979, anuncia que ningún representante municipal acudirá a las procesiones de Semana Santa. Cumple los cuatro años de compromiso y no vuelve a presentarse a ningunas elecciones más. Al siguiente alcalde le falta tiempo para retomar la fúnebre parafernalia de las procesiones, para “restablecer la pompa antigua”. 

Constituye una sorpresa que algunos políticos de izquierdas recién llegados abracen las costumbres religiosas del franquismo. El alcalde de Granada besa con unción el cofre con las reliquias de San Cecilio. Los concejales comunistas de Málaga protestan porque la legión abandona la custodia a paso lento de los pasos de la Semana Santa a la vez que se declaran insumisos. El dirigente andaluz, De la Borbolla, declara que su ilusión es presidir la procesión del Corpus. Las televisiones se vuelcan en retransmitir las procesiones, algo que no había ocurrido en la época de Franco. El autor señala que quizá el dinero empleado en ofrendas florales o en otras  fiestas entrañables no sea más que el chocolate del loro comparado con el escándalo de la subvención al cien por cien de la enseñanza impartida por las congregaciones religiosas. 

"[...] patrono de España desde los tiempos de su participación milagrosa como Santiago Matamoros en las batallas medievales de la Reconquista cristiana".

MM hace un distingo entre la cultura personal, la que se adquiere a través del esfuerzo constante a lo largo de la vida y la autóctona que no se adquiere, viene de cuna, se nace con ella por el hecho exclusivo de ser de un lugar y no de otro. 

Una de las formas más próximas de manifestar la rebeldía juvenil en aquellos años era mostrar rechazo a todo lo autóctono. Era obligatorio repudiar la gaita, el tamboril y el sombrero cordobés y toda la liturgia casposa de la solemnidad religiosa. Había que darse prisa por perder el pelo de la dehesa y el acento rústico. Cualquier valor tradicional era merecedor de escarnio y burla, estábamos cargados de prejuicios porque eso era lo moderno, lo que dictaban los pontífices del progresismo. Los típicos bandazos de las modas, la huida de la España roñosa de cerrado y sacristía. 

Desde los sillones mullidos de la Academia de la Lengua, bien alejado de la gente que pisa la calle se corre el riesgo de rechazar a Camarón: 


Ya sabemos que al autor no le gusta el manoseo que se ha hecho del poema “Llanto por la muerte de un torero”, uno de los más celebrados de Federico García Lorca,  por parte de una porción de gente que apoya las corridas de toros como única forma posible de supervivencia del toro de casta. Enrique Morente hizo esta pequeña obra de arte con letra de García Lorca. ¿También esto es bisutería barata?: 



Si misterioso es que la izquierda abrazara la liturgia de la iglesia y “aceptara tan servilmente respetar cada uno de sus privilegios” teniendo en cuenta su procedencia del laicismo republicano, más lo es que viniendo del universalismo ilustrado y del internacionalismo obrero se convirtiera tan rápidamente a la superstición nacionalista por las identidades colectivas. Ahora nadie quiere recordarlo, pero en los setenta el grito unánime era: “Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía” (en nuestra comunidad: "Castilla, León, por su liberación") favorable a la autonomía de Cataluña, País Vasco y Galicia. El asunto no era que apoyáramos sus reivindicaciones sino que eran la misma causa, la lucha por la libertad. 

Un huracán de argumentos de juventud que salen de los desvanes de la memoria del autor se adelantan a la pluma que se desliza sin freno por el papel. Partiendo de su experiencia personal de 1974, contada magistralmente en El dueño del secreto,  durante las protestas por el juicio y posterior ejecución de Puig Antich en que fue detenido y encerrado en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, argumenta uno de los capítulos más teóricos del libro sobre la naturaleza del nacionalismo contemporáneo, apoyado únicamente en lo observado, sufrido, vivido y leído. En las sensaciones, en la curiosidad por lo que le rodea que debe acompañar a todo buen literato y persona de la cultura. 

Los antifranquistas comprábamos el diario vespertino Informaciones buscando las noticias de las movilizaciones organizadas en toda España. Incluso Camilo José Cela escribe un artículo en contra de la pena de muerte. MM ve Salvados en 2006, una película sobre el anarquista ejecutado y lo que ve no le gusta ni un pelo. Aquello era una burda manipulación. Todas las manifestaciones tenían lugar en Cataluña. Los buenos hablaban en catalán, los opresores en español, todos los verdugos con fuerte acento sureño. Primero se hizo compatible ser de izquierdas y nacionalista a la vez, luego fue obligatorio. Mostrar la mínima observación era suficiente para condenarte a ser facha y verdugo españolista. La unanimidad norcoreana se manifiesta no solo en la calle, existen seis canales de televisión, numerosas sintonías de radio y prensa subvencionada que irradian el mensaje con una insistencia tan machacona que hace imposible escapar de su área de influencia. Que la izquierda se esfuerce en ir todavía más lejos que los nacionalistas en el furor por diferenciarse es un enigma que el autor ha renunciado a intentar explicarse por cansancio y aburrimiento. 


"El orgullo de lo autóctono nos parecía una señal infalible de estupidez, algo tan ajeno a nosotros y tan digno de burla como la retórica caduca de los juegos florales"

Las ideologías excesivas segregan anticuerpos como las vacunas que las inmunizan contra cualquier intento de entender al que piensa diferente. El autor vivió en primera persona cómo el comunismo se replegó en el estalinismo por la presión capitalista. El nacionalismo siempre achaca la culpa al otro, como hicieron los patriotas vascos que agradecieron la amnistía general de 1977 matando con más saña y encima culpando de los asesinatos a la víctima opresora. “El creyente no puede concebir que alguien honradamente o en su sano juicio no lo sea”. Es muy frecuente leer eso de “hágaselo mirar” dirigido al adversario que siempre está loco porque presenta una objeción bien razonada. De este modo hemos llegado a que “no ser nacionalista en España es casi peor que ser aguafiestas”. Un no nacionalista “contiene en su extranjería radical todas las formas de la inferioridad y la vileza”. Remata el capítulo con el argumento más contundente que uno haya leído contra los fanatismos radicales. 

En el S. XVI el judaísmo había dejado de ser una confesión religiosa para convertirse en una infección hereditaria de la sangre. Ya no valía con cambiarse de fe si el mal se llevaba en la sangre. En la Guerra Civil el enemigo tiene una maldad biológica. El exterminio se convierte en una cirugía necesaria. Se está conmigo o contra mí, no cabe término medio. Cualquier mezcla se revela como una amenaza. Cualquier atisbo de lealtad a España o a algo que huela a español es una traición que hay que extirpar, “la misma existencia de ese país cuyo nombre no pronuncian nunca, a no ser para insultar”. 

 “Regreso de toda aquella quincalla convertida en cultura popular”: 

"cuenta de que te tenía
hasta el mismo día en que te perdí.
Y vi claramente lo que te quería
cuando ya no había remedio para mi.
Llévame por calles de hiel y amargura,
pónme ligaduras y hasta escúpeme,
échame en los ojos un puñao de arena,
mátame de pena, pero quiéreme".
León y Quiroga 
 

 


 El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero


7 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Este es uno de los pasajes más acertados del libro, en el que se aborda cómo en España se mezcla todo y todo se lleva donde no se debe llevar. La administración y el Gobierno debería estar siempre al margen de creencias.
Te veo con energías para abordar el año...

Paco Cuesta dijo...

Nos queda ese ramalazo histórico-patriótico-sentimental-folclórico.
Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Todo obra humana es cultura pero hay cosas que no se deben mezclar. Hay joyas populares y hay bisutería popular. Casa cosa en su sitio, sin despreciar a nada ni a nadie.

Muñoz Molina da en la diana.

Besos, Pancho. Feliz Año.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, pancho:

Me ha encantado la selección de temas musicales que has escogido.

Un abrazo.

Revulsivo indignado dijo...

Aunque soy ya una excepción en este foro colectivo, porque no puedo mantener el ritmo y los bríos que lucís vosotros.
Este libro me gustó mucho, lo había leído en elmes de Julio y por ello me causó gran alegría verlo propuesto por Pedro.
Aunque sé que te gusta más su Paisano Sabina, los dos son unos artistazos. Ni MM haría los poemas de Sabina ni Sabina escribiría las novelas de MM. Nos quedamos con los dos ubetenses.

Me quedo con una frase que tú tb has elegido, pronunciada por el tontaco de Zapatero: Cuando te sientas aquí es cuando tocas de verdad el poder.
Y la respuesta de MM a Zapatero cuando habla de traer los restos de Machado y de Azaña: Solo la tierra en que se muera es nuestra.

Respuesta magistral del propio Machado.

En fin Pancho, un placer compartir con vosotros esta aventura. A ver si maese Pedro continúa proponiendo lecturas que yo pueda acompñaros.

Un abrazo

Ele Bergón dijo...

Eso es lo que nos pasa, que todo lo mezclamos y cambiamos nuestros intereses cuando vemos que va a favorecernos en nuestro propio ego.

Un abrazo

Luz

Myriam dijo...

Por lo que se, España es un
Estado aconfesional desde la Constitución de 1978, por eso a mi me sorprende tanto que incluso izquierdistas políticos le den a los actos religiosos y demás.

La religión y el Estado no deben mezclarse, en ningún país. Tampoco aquí.

Besos