"El mar, que fue una palabra/ vacía y sin horizonte"
Akúside (y 6)
Ángel Vallecillo
Las cadenas de radio y televisión conectan con el Akúside Arena treinta minutos antes de la velada de boxeo entre el Capitalismo y el Regreso a la Edad Media, dos concepciones distintas del mundo. Más de mil periodistas de ciento noventa países, “esterilizados transitoriamente con el fin de prevenir la contaminación genética de la raza akusara,” cubren el evento. Únicamente la formidable estructura física del Campeón esquiva la sospecha de bache en el ADN. Un poco de refresco a las reatas de akusaras no vendrá mal para que no digan que rechazan la biodiversidad biológica; hay que parir al hijo erguido, la esperanza de la raza. Tampoco es que las periodistas se vayan a follar a todos, sólo a criaturas humanas perfectas, los más guapos entre los elegidos para conservar la simiente, que se mueran los feos y los detectados por el antivirus. Pero esto es boxeo señoras y señores y la contienda aparentemente desigual entre el Campeón invicto en cincuenta y dos combates y el Caballo, lastrado con cuarenta y nueve años de edad, está a punto del “segundos fuera.” Los akusaras de la República racista y anticapitalista ya son el hombre nuevo, menos de fiar que la garduña en Rinconete y Cortadillo. Las casas de apuestas, que rara vez se equivocan, están cien a uno a favor del Campeón. Los enviados especiales de todo el mundo a cubrir el combate se han enterado de más cosas sobre el Caballo en media hora de estancia en Akúside que en los seis meses anteriores de propagada y basura informativa que les han colado sobre la pelea desde la República nueva.
Rebai entra en el salón de Analecta. Muerto Aitor, la República necesita un heredero de su cuerpo y sangre, no de un Axiámaco hundido, triste y moralmente enfermo. Se pincha en vena la cápsula de sangre 858, la misma que le han inyectado a Turina y que transformó al jinete insecto, sangre mezclada de basuras y akusaras caídos durante la guerra de independencia que infecta al receptor de la ceguera y la barbarie necesarias para declarar la guerra al enemigo. Hoy engendrarán al heredero. “Rebai la penetra de espaldas” mientras ella le acusa de querer matar al padre y al hijo por incumplir la ley Nabula, pero algo salió mal porque el general sobrevivió a la emboscada. Axiámaco presencia el ayuntamiento detrás de las cortinas sin liberar el freno de la venganza. Sólo cuando ella grita: “¡Aitor, mátalo!” sale del escondrijo y a punta de cuchillo arrincona a Rebai. Analecta descubre la falsedad; ellos no son hermanos, falsificaron el libro de familia para que emparentando con el pueblo humilde éste los encumbrara al poder y lo quisieran. Axiámaco reniega de la guerra y de que Rebai nunca se manchara de sangre, otros lo hacían por él. Sus hijos no cayeron en la lucha, siempre peleó desde su trinchera, nunca desprotegido por el supremacismo de raza para no correr ningún riesgo.
"Hoy es un niño que canta / sobre cuarenta prisiones"
Rebai le recuerda las palabras que pronunció en la sexta asamblea, las razones que les convencieron para continuar con los atentados terroristas. Dispuesto a matar a su propio hijo por la patria porque lo que importaba era la acción, no la identidad de la víctima. Aquellas palabras que le empujaron a ponerse al mando de la banda terrorista porque con aquella determinación fanática vencerían. Axiámaco le sigue acusando de aprovecharse de la guerra para pillar poder y conservar el estatus, de hurtarle protagonismo y de engañarlo. Nadie quería la independencia. Mandó matar a Aitor porque la gente le amaba y a él lo odiaban. Mentiroso como la serpiente del sílex. “Estabas tan poseído por la idea de la patria parabellum que no te dabas cuenta de nada.” Le insiste al general en un último intento de salvar el pellejo. Axiámaco le señala la cápsula vacía de sangre, la misma que se había guardado en el bolsillo en el bosque mientras hunde el cuchillo en la garganta de Rebai. La sangre le explota en la cara al tiempo que se desangra de sangre akusara. Cuando va a repetir la operación con la suya, Analecta lo detiene diciéndole que es necesario para lavar la patria de pasado y guiarlos al futuro por una nueva vereda. No habrá más derramamiento de sangre.
Mientras la vida, la muerte y el futuro de Akúside se resuelven a navajazos en la Torre Guernica, el intercambio de puñetazos se sucede a ritmo vertiginoso en el ring del Akúside Arena. El duelo es desigual, pero el débil cuenta con hándicap y ayuda exterior en forma de sangre recién inyectada. El combate es también a matar o morir. Con apuros, pero ganan los buenos; el Campeón salvado por la campana al final del conteo del tiempo atrás.
El autor narra el combate desde varios puntos de vista, imprime al relato un frenético ritmo de thriller. Dos retransmisiones de televisión, una extranjera y otra local, el rincón de Tool Morgan y la mente del Campeón, confusa de jabs, crochés, directos a la mandíbula o uppercuts, que en la última cuenta se levanta de la lona como un resorte al recordar el maltrato del padre a la madre para noquear al adversario y lanzarlo desmadejado al suelo de pedernal definitivamente.
"Un niño que se despierta / como una ola gigante"
El tiempo corre y el espacio es el mismo, la novela se silencia durante siete años, esa misma noche se cumplen los siete años de descuento, la muerte anunciada por Analecta. Axiámaco tiene una pila de libretas escritas durante los años de terrorismo. Al leerlas pasados los años, se avergüenza de haber escrito tantas barbaridades y de haber pertenecido a esa clase de gente que provoca rechazo y que uno se cambie de acera para no cruzarse con ellos, una especie asesina.
Da igual el lugar por el que abra las libretas, lo escrito con prosa de mente y pluma privilegiada, no al alcance de cualquiera, está impregnado de fe ciega y fanatismo. Una guía para terroristas expertos en matar más, usada como manual de instrucciones en todo el mundo por otros que nieguen la diversidad ideológica y no les importe matar y mutilar a la gente para imponer las ideas propias y llegar al poder. Por supuesto, para eternizarse luego en él; no han matado tanto para cederlo a otros así como así. Seguramente nadie de los suyos le hará caso. La propaganda se encargará de establecer que Axiámaco ya chocheaba cuando lo escribió. Enfebrecido de intolerancia, pero escrito está.
El nuevo presidente escribe los comentarios del arrepentimiento en la misma habitación en la que se guarda como una reliquia escayolada por el tiempo el cuerpo incorrupto de Aitor. “Nada vale el sacrificio de un inocente.” Esa es la reflexión final del terrorista arrepentido. Concluye así la novela con premio de los críticos que más saben de narrativa, algo tendrá la esgrima del boxeador.
El mar es más que un paisaje,
también es un sentimiento,
es un corazón que late
negándose a seguir muerto;
no rinde más obediencia
que la que exigen los vientos,
no lo sujetan cadenas
ni se detiene ante el fuego.
Luis Eduardo Aute
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
3 comentarios:
Buenos días, pancho:
:)
A ver si en septiembre puedo unirme a las lecturas de La acequia.
Ayer compartía una entrada de mi blog -¡de hace siete años!- en Facebook, en la que te citaba.
Con Akúside “es Euskadi con las letras cambiadas de sitio”, has hecho un trabajo enorme.
Y para remate la guinda de Aute: ¡A por el mar!
:)
Saludos
Estimado:
Muchas gracias por tu lectura. la descripción ha sido profusa y muy acertada, en especial por haber sabido resaltar las partes y frases más importantes de este libro, raro, pero escrita con nervio. Muchas gracias, amigo. Akúside es.
Regreso y veo que has completado tu magnífica lectura de Akúside. Algo tiene, sí: soportará el tiempo precisamente por su estructura. También por el tema, claro, que la hace universal.
Seguimos con el nuevo curso.
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