jueves, 3 de septiembre de 2015

La saga/fuga de J.B. (14) Gonzalo Torrente Ballester. Daños a terceros





"Le equiparaba tan exactamente a un espantapájaros que a poco viento que hiciese le venía la tentación de ponerse a menear brazos y piernas contra los inocentes e inexistentes pajarillos"

La saga/fuga de J.B. (14) 
Gonzalo Torrente Ballester 

La idea soluble de que los niños salgan de los alambiques no es nueva para José Bastida, la viene madurando desde el día en que pillaron a don Celso Taladriz en un acto indecente con un menor pagando aranceles sin daños a terceros. Cuando los primeros niños salgan por destilación, todas las especies ignoradas, incluidas en el género neutro o marica (a la busca de la centralidad en todo) se lanzarán a estudiar Biología como fieras y se harán con el control de los laboratorios. Como consecuencia del asalto desde  la acera de enfrente, empezará a mermar el nacimiento de hembras para desaparecer a la larga. ¿Para qué mujeres si ya no hacen falta para renovar la especie? La amenaza sombría de una humanidad sin mujeres planea aquella noche sobre el colectivo entristecido de los miembros de la Tabla Redonda. Las mentes desecadas por el futuro incierto del erotismo sin género femenino. 

La entrevista es crucial ya que del resultado depende la pitanza. Mejor andar con pies de plomo. José Bastida tiene la sensación de encontrarse ante una casa conocida y olvidada. Un bosque de la infancia, la puerta del primer amor. La fachada regular de piedra esconde una compleja arquitectura, concebida para alejar toda forma racional de espacio interior hasta entonces conocido. Mutismo y seriedad, representación del caos. “Espacios caprichosos que subían bajando y bajaban subiendo.” 

José Bastida viene dispuesto a aceptarlo todo, también que Clotilde sea eterna, como sostiene su hermano, Jacinto Barallobre, o los intentos “de explicarse lo inexplicable o admitir lo inadmisible.” Incluso someter sus conocimientos a examen, una continuada reválida de sus creencias, porque los mitos no son nada por sí mismos, solo significan algo si nosotros los encarnamos. Los mitos ejercen de faro y guía si el hombre los reivindica. 





A qué orden de figuras pertenece? Al mismo que el Manco de Lepanto"

 ¿A quién llamamos el nieto de las ondas? ¿Cree que el sacrificio religioso es, propiamente hablando una metáfora? ¿Ha oído hablar de los Idus de Marzo? Las respuestas a semejantes cuestiones nos dirigen a Jesualdo Bendaña, desterrado político que no lo será eternamente,  como tampoco lo fue Barallobre que sobrevivió, se salvó de la quema en el treinta y seis. Un político apestado abandona la Tabla Redonda en el 36, salva el pellejo como puede: traiciona. A cambio se libra de abrir boquetes en la tierra, no cava trincheras de defensa. Se mete en la cueva, sube a las campanas, toca a rebato y se encierra con el Cuerpo Santo cuando ya las tropas mandadas por Bendaña cruzaban el río por el vado del Baralla. Paso secreto, solo conocido por Bendaña. De nuevo un Bendaña entrando en la ciudad y un JB que les hurta el Cuerpo Santo. 

 En la biblioteca Clotilde les prepara la merienda. Bastida clasifica las viandas en “lo cocido, lo crudo y lo misterioso.” Aprovecha para exponer otra de sus ideas solubles, un temor sólido sobre el tiempo que no convence a Barallobre, tal vez porque la exposición de Bastida carece de profundidad, con trabazón únicamente poética, desatendiendo la lógica, Más pendiente de crear una metonimia que de armar un silogismo. 

 No hay tira y afloja en cuanto al sueldo porque aquella tarde Bastida saca la barriga pobre con la merienda. Pero detrás de la tarde viene el entripado de la noche acompañado de bascas y sudores fríos. Un torzón que parece algo más serio que un empacho. “Una noche incómoda en que la mente de Bastida se sentía tan sumisa al paquete intestinal, que ni pensar podía durante los intervalos de un viaje al retrete y otro viaje; noche ominosa, de pesadillas fisiológicas e intermedios de fatiga, de la que amaneció cansado y un poco más flaco todavía, mal color, lengua gorda y pesadez de cabeza.” 



"Acabó quedándose absorto ante aquella magnificencia"

De bien poco le sirve porque el casero, enterado de que Bastida tiene trabajo fijo, aprovecha para sacarle las entretelas, cobrarle todo lo que le debe. El Espiritista, padre de Julia, no tiene compasión. Después de la negociación de las condiciones, aceptaciones y renuncias, nuevas propuestas y cálculo de excedentes concluyen en que Bastida siga en el mismo mechinal de siempre: la habitación bajo tejavana. Condiciones leoninas neoliberales, ferocidad contra el griego que no paga lo que debe. Entrega de la totalidad del sueldo hasta saldar el débito. ¿Qué es eso de la quita? Ni un gramo de corazón con el deudor. Ni siquiera para hacerse un traje para el trabajo o comprarse ropa interior que le quiten de encima el aspecto de pobre de pedir. La intervención de su hija tampoco consigue blandura, continúa firme en la exigencia de sus derechos indiscutibles sobre los sueldos futuros de Bastida. Si el deudor tiene que comprar ropa, que lo haga al fiado si es que alguien le presta con la fama de gorrón que se ha echado encima por ir todas las noches al café y seguir fumando como un trabajador honrado y buen pagador. Menos mal que el pillín de JB confiesa un jornal de quinientas pesetas menor y con ellas puede hacer frente a los plazos del sastre, pagar al contado unos zapatos nuevos y unos calcetines y no tener necesidad de lavarlos todas las noches y zurcirlos por la mañana, casi siempre húmedos, como había hecho desde tiempos remotos. 

Tanta tacañería y falta de caridad, llevan a Julia a amenazar con tomarse un veneno, dejar de respirar un rato largo o dedicarse a “vivir de su cuerpo en las casas de la vida.” Cuando llega a sus oídos la versión sobre la inminente desaparición de las mujeres, se presta a ser de las primeras en desaparecer, total las mujeres no vienen al mundo más que a sufrir.


Nones, porque no quiero 
que tus pezones me requisen las despedidas de soltero, 
ni que me pisen por segunda vez, 
con daños a terceros, señor juez. 
Mantis religiosa, pantis gaseosa, 
botas con media suela rota a fin de mes. 
Las vecinas se han sentado a ver 
cómo agoniza el del noveno B, 
entre vírgenes milagrosas.
Joaquín Sabina


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



4 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Recobrar La saga/fuga de J.B. al hilo de tus entradas es un reto que acepto gustoso. Releeré en función de ellas.

Gracias, un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Siempre pensé -y lo dije- que esta novela debe leerse lentamente y degustarla. Esos niños sliendo del almabique... y Sabina, qué remate.

Abejita de la Vega dijo...

Encantada de volver a la Saga Fuga de tu mano. Tomaré infusión de rabos de pasas para la memoria. Con tu ayuda...
Un abrazo, Pancho.

Ele Bergón dijo...

Querido Pancho:

Vuelvo por aquí y leo que aún sigues con Don Gonzalo y su JB. Admiro tu constancia.

No sé el porqué , pero no te tengo enlazado, en la parte donde miro las entradas de los blogs, no en la principal. Así que voy a intentar enlazarte para seguirte mejor. Ahora estoy más relajada para poder visitar a los amigos.

Un abrazo

Luz