martes, 5 de enero de 2016

Los Pazos de Ulloa (4) Emilia Pardo Bazán. Se marchitará tu flor.






"En suma: pocos encantos físicos,  al menos para los que se pagan de la cantidad y la morbidez de esta nuestra envoltura de barro"


Los Pazos de Ulloa (4) 
Emilia Pardo Bazán 

Julián se siente superado por los acontecimientos. “Dios sobre todo”,  murmura una vez de vuelta en la casona, abrumado por un mar de dudas, la tesitura que tiene encima. Su dilema es que tiene que decidir entre volverse con su madre o seguir en los pazos y así cumplir con su deber sacerdotal que le convoca a no tirar la toalla. Al llegar a casa es testigo de una escena de violencia doméstica y de género que hoy llegaría al facebook de la gente, consecuencia de celos feroces. Sabel tendida en el suelo bajo los culatazos del marqués, aullando como un perro herido. Perucho, descalabrado, llora en un rincón. 

Aquella visión del infierno en la tierra le convence de que debe irse. Cobra ánimos para decírselo al maltratador. La charla posterior, envueltos en el silencio del huerto y de los árboles, es la confesión sin arrepentimiento del marqués, excusando su abominable comportamiento en su condición de hombre, el acoso de los celos y la existencia de un ejército de parásitos a su alrededor que lo saquean, le comen vivo y le beben el vino. Encima sus tierras les mantiene las vacas y las gallinas. Los bueyes están holgones porque no hay quien trabaje con ellos. Las tierras de labor se dan en renta que nunca se cobra. Todo lo maneja Primitivo que no sabe leer ni escribir, pero es listo como una centella parida por los montes. Él mismo se considera esclavo de la tierra y la montaña. Además tiene que soportar que sus posesiones lo aborrezcan y Sabel baile con otros en su presencia.¡Qué bien si ella baila sola! 

Julián le propone que salga de esas montañas fieras, que busque una mujer para ordenar su vida “porque es mejor casarse que abrasarse en concupiscencias.” Un ruido apagado, un leve rumor inquieto como de reptiles arrastrándose por el suelo interrumpe la conversación. Primitivo ha escuchado el diálogo, escondido como un zorro. 

La aparición repentina de don Pedro,  revestido con la ropa de los domingos saca a Julián de su ensimismamiento. Julián piensa salir al camino e irse andando a Cebre para allí coger la diligencia a Santiago. Es el diablo encarnado en Sabel quien lo expulsa de aquel paraíso que parece un infierno. El Marqués le mete prisa para que se prepare, se van los dos a Cebre. Primitivo le participa que no hay caballerías listas; la yegua está descalza y alguien le ha dado dos puñaladas traperas a la burra. Al Marqués le entran ganas de poner a cuatro patas a toda la piara de inútiles que le rodea para que los lleven a cuestas, pero Primitivo, que lo es y mucho, además no puede acompañarlos porque acaban de llegar los leñadores para hacer el raleo en Rendas y no se desenvuelven si él no está presente.






"La cruz negreaba ya sobre ellos, y Julián se puso a rezar el padrenuestro acostumbrado"

Vámonos, vámonos antes de que llueva, apremia el Marqués, el cielo está cárdeno y amenaza lluvia. Al llegar al crucero, se oye el golpeo de las hachas y los ¡hams! como jadeos lejanos de los leñadores que rompen el silencio del bosque. Don Pedro descubre el brillo metálico de una escopeta que apunta a la espalda de Julián a través de la espesura. También él encara la escopeta, fue un instante, un espacio de tiempo inapreciable, si alguien aprieta el gatillo, las balas se cruzan: “Estaban frente a frente dos adversarios dignos de medir sus fuerzas.” El semblante de bronce de fundición de Primitivo sale de entre el follaje. Ha cambiado de opinión, ahora los acompaña a Cebre, acaso salga algo que tumbar en el camino. 

Además de la lluvia de todos los días algo ocurre en la casa de Santiago que revoluciona la quietud de la familia. Siempre que suena la campana de la puerta principal son los criados los encargados de abrir. Don Pedro se presenta a primera hora de la mañana a la puerta de los De la Lage y llama. Las cuatro hermanas en tropel y en edad de merecer, desgreñadas en bata y con chinelas,  salen a abrir. Nadie viene de cumplido tan temprano. Al ver al mozo apuesto, elegante como un pincel,  les dan impulsos de echar a correr, sólo la tercera le reconoce. Aparece el padre al revuelo, grandote como un oso, humanidad que se desborda, pies esparramados como lanchas. Arquitectura propia de la época feudal, venida a menos por el sedentarismo de los pueblos. El padre obliga a las chicas a dejar los remilgos y saludar al primo como se merece. La tercera, ruborizada, se esconde tras las cortinas. La empuja el padre y recibe un apretón en regla y un frote de barbas.






"¿Y tú no has ido a la catedral todavía?"

Don Manuel de la Lage es un hidalgo de cepa vieja, educado con rigidez, tiene a sus hijas encastilladas y aisladas. No tiene prisa en casarlas con cualquiera. Espera con paciencia la aparicion del “tronco en el que injertar dignamente los retoños de tan noble estirpe; pero antes se quedan para vestir imágenes que unirse con cualquiera.” 

Rita, la mayor, es la más rotunda de formas, el tronco perfecto donde injertar el heredero, la madre fecunda y nodriza perfecta para criar la prole. Como el labrador que en un terreno fértil ve la producción futura de cereal, sin reparar en las flores que lo adornan. 

Nucha, la tercera, es el patito feo de la familia con su leve estrabismo convergente, pocos encantos físicos. De momento es un enigma qué ve en ella el Marqués porque es a ella a quien elegirá para marchitarse juntos.



Si lo primero conviene, 
lo otro creo yo que no, 
linda prima, 
se marchitará tu flor. 
Me parece que su fasto 
no sirve de gran remedio 
porque es basto 
y te llenará de tedio. 
Mal negocio, 
linda prima,

Solera





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Ese Dios sobre todo es la clave de la actuación del pobre curilla. No tiene otras armas: de ahí que se quede desarbolado. Qué bien visto todo en esta entrada.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, pancho:

El marqués fue a buscar esposa, para conseguir un heredero. Descartada Rita entre sus primas, la mujer, hembra, la tendría en los Pazos cuando quisiera. En Nuchiña, tenía segura la exclusiva y además la perspectiva de la fortuna de la madrina de Orense.

Un abrazo.