domingo, 28 de noviembre de 2021

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín (y 2) Federico García Lorca. La balada de la casada infiel.

 


"Sí, sí, Marcolfa, le quiero, le quiero con toda la fuerza de mi carne y de mi alma"


Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín (y 2) 
Federico García Lorca 

CUADRO SEGUNDO 
La habitación de don Perlimplín es un coladero, tiene seis puertas y una cama grande, aristocrática, con dosel rematado por un penacho de plumas. La noche de bodas la casa se “llena de rumores secretos y el agua se entibia ella sola en los vasos”. Signos evidentes de malos presagios en el universo lorquiano. 

 Aparece Belisa, arrolladora de belleza y juventud, vestida para dormir con vestido de encajes que ponen a cavilar al marido, que, medroso, le declara su amor con un “¡Yo te amo!”, tembloroso, sincero y nuevo porque le confiesa que antes no la quería. La belleza robada a través del ojo de la cerradura cuando se viste de novia le provoca un cortocircuito emocional, le hiere la garganta con un lanzazo de amor. 

 A los cinco silbidos se van a dormir y apagan la luz. Aparecen dos duendes que, entre música de flautas, echan una cortina para que no veamos lo que no debe ser visto porque pasan muchas cosas mientras Perlimplín duerme la noche de bodas. Los duendes son unos personajes metateatrales de edad indeterminada, no tienen años de vivos ni de muertos. Hacen la función de las cartelas de los comics reservadas al narrador de la historia. Los duendes se enteran de los secretos de los dos, son entes familiares, como de casa. Conocen a la pareja desde niños, una vez el duende primero fue víctima de los gatos de Belisa, como don Quijote, derrotado por un gato. 

El alma chiquitita y asustada de don Perlimplín se sublima al amanecer, cinco camelias frías se abren en las paredes de la alcoba. Cuando los duendes abren la cortina, vemos a don Perlimplín con grandes cuernos de ciervo sobre la cabeza. Cinco balcones abiertos y cinco sombreros de los borrachitos enamorados que le cantan a las enamoradas. Suenan las campanas y los pájaros de papel negro cruzan de vuelta los balcones. Perlimplín murmura otro “Amor, amor” como respuesta al reclamo erótico de Belisa, impregnado éste de indudable aliento místico y musicalidad, una muestra perfecta de la simbiosis teatral de lo culto y popular del universo teatral de Federico García Lorca: 



Herido de amor. Joan Manuel Serrat


 Amor, amor 
que está herido. 
Herido de amor huido; 
herido, 
muerto de amor. 
Decid a todos 
que ha sido el ruiseñor. 
Bisturí de cuatro filos, 
garganta rota y olvido. 
Cógeme la mano, amor, 
que vengo muy mal herido, 
herido 
de amor huido, 
¡herido! 
¡muerto de amor! 

CUADRO TERCERO 
Perlimplín y Marcolfa vuelven a abrir el cuadro escénico, situados ahora en el comedor de la casa, una mesa de pega, pintada en la pared como una última cena de Leonardo. A partir de aquí la obra presenta un desarrollo más convencional, las intervenciones de los personajes son más largas y no falta ni la manifestación de Cupido en formato de carta que entra por la ventana enrollada a una piedra. Marcolfa llora, no ha sido educada para comprender un matrimonio tan desigual, arrepentida de su contribución a una pareja en la que ella se pone los picos pardos la noche de boda. La farsa se racializa en este momento: cinco amantes pertenecientes a las cinco razas del planeta cuelgan el sombrero en la alcoba nupcial a las cinco en sombra de la noche. 

La obra se reafirma así como una farsa, igual que no hay quien se crea que la zapatera estrangule al zapatero (a menos que uno se crea sus propias mentiras), FGL le pega la vuelta al calcetín: en lugar de que la infidelidad quiebre el status quo de la convivencia, siempre difícil, aquí hace de electroshock: Perlimplín pone en marcha la maquinaria bien engrasada de la imaginación, nutrida de lecturas, a trabajar en su interés. 

Belisa habla sola, usa parlamentos largos cuando su marido está ausente. Cambia los imperativos breves y cortantes como “dame, quita” que se le dirigen a un perro para que obedezca: “Sit, come, up, down” por discursos largos bien hilados. 

Una carta enrollada a una piedra corta el aire, entra por el balcón y la recoge Perlimplín. Belisa le exige que se la dé sin leerla. Pasa de histeria furiosa a implorar. Sólo cuando la ve llorosa, cede y se la entrega. Aquí empieza Perlimplín a saber que podrá domar a la potra salvaje. Es el domador que toma las riendas de la situación. Finge humillación, la quiere como un padre porque ya es viejo: “Yo sé que tú le amas... Ahora te quiero como si fuera tu padre”. La carta dice que la quiere, quiere su cuerpo blanco estremecido y ella quiere conocer al joven que la quiere, pero no se deja ver. Perlimplín, trascendido de amor, se vuelve sublime y misterioso: “Como soy un viejo, quiero sacrificarme por ti. Esto que yo hago no lo hizo nadie jamás. Pero ya estoy fuera del mundo y de la moral ridícula de las gentes”. Cae el telón. 

CUADRO CUARTO 
Los hechos ocurren en el jardín arbolado de la casa de don Perlimplín, en algún lugar meridional porque tiene cipreses y naranjos, símbolos de muerte y amor. El teatro sale al cielo abierto para anunciar algo nuevo, celebrar el triunfo del amor verdadero a través de la inmolación. Perlimplín y Marcolfa abren el cuadro de nuevo, dialogan sobre el recado que tenía de advertir a Belisa que el joven de la capa roja aparecerá en el jardín a las diez de la noche. Belisa se queda besando apasionadamente sus hermosas trenzas de pelo y encendida como un geranio. 

La música vuelve a sonar en uno de los momentos culminantes de la obra. Perlimplín canta como se canta un salmo: 
¡Perlimplín no tiene honor! 
¡No tiene honor! (Cántese como cantan los aficionados al futbol. “Fulanito, échale huevos…” ) Adiós al honor del Siglo de Oro. No estaría mal un Alcalde de Zalamea "El honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios"según FGL

Marcolfa se despide del trabajo, entre lloros, sin pedir el finiquito, incapaz de tolerar que el señor fomente la infidelidad de su mujer de esa manera. No ha sido educada para aguantarlo. 

Perlimplín oye cantar otro reclamo erótico de la fogosa Belisa desde detrás de unos rosales: 

 Por las orillas del río 
se está la noche mojando 
y en los pechos de Belisa 
se mueren de amor los ramos. 
 
Se mueren de amor los ramos. 
 
La noche canta desnuda 
sobre los puentes de marzo. 
Belisa lava su cuerpo 
con agua salobre y nardos. 

Se mueren de amor los ramos. 

 La noche de anís y plata 
relumbra por los tejados. 
Plata de arroyos y espejos. 
Anís de tus muslos blancos. 

Se mueren de amor los ramos.
 
Un coro de voces y el mismo Perlimplín le hacen la segunda voz. Un poema que encaja perfectamente en el Romancero Gitano, usa los símbolos vegetales de los nardos y los ramos que simbolizan y anticipan la tragedia que se avecina y la luna como noche de anís y plata: la muerte abrazada a los pechos de Belisa

El joven esquivo de la capa roja va y viene por el jardín. Perlimplín aparece y le pregunta a su mujer si aún espera al joven, él le asegura que vendrá, su triunfo será que ella lo quiera. Él la ayudará, atravesará el corazón del joven para que nunca la abandone. La amará con el amor infinito de los difuntos y él se liberará de la pesadilla de su cuerpo grandioso. 

Entre los ramos emerge el joven de la capa roja dejando un rastro de sangre en el jardín porque lleva el corazón rajado por un puñal de esmeraldas. Al descubrirse, el hombre malherido es el viejo Perlimplín que acaba de matarlo y al darle muerte se mata a sí mismo porque no puede amar a Belisa, la bella, sino a través de los “músculos jóvenes y labios de ascuas” del joven de rojo. Le pide que ya que tanto le ha querido le deje morir del todo abrazado a su cuerpo, a los pechos de Belisa. Perlimplín es alma y Belisa es cuerpo. Perlimplín, de natural apacible, se da un “mordisco de jabalí”, termina con su doble vida de amante y marido a la vez. Una vez que consigue que su amor sea correspondido, considera que la venganza está consumada. Cae el telón mientras las campanas voltean a resurrección. 

La balada
de la casada infiel,
demasiadas
cosas por aprender,
el portero
de la Puerta del Sol,
el cartero
de tus cartas de amor,
el primero
en sacarte a bailar
un vals.
Fito Paez/Joaquín Sabina





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


viernes, 19 de noviembre de 2021

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín (1). Federico García Lorca. Viejo de mirada verde.





Perlimplín.-¿Sí?
Marcolfa.- Sí.
Perlimplín.- Pero ¡por qué sí?
Marcolfa.- Pues porque sí. 


Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín (1) 
Federico García Lorca 

Unas breves pinceladas primero sobre el mundo, las circunstancias personales del autor y el lugar que ocupa Amor de Don Perlimplín en el conjunto de su obra. 

Federico García Lorca nace en Fuente Vaqueros, Granada, el año 1898, el mismo año que Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Su padre, también Federico, es un labrador rico, culto, liberal, dueño de tierras y cortijos. Se dice que tuvo buena visión para los negocios y que pagaba buenos sueldos a sus trabajadores. Su madre, Vicenta Lorca, conoce la escasez y la austeridad de las familias humildes. Era maestra de aquellas que pasaban hambre y tenían que dar clases particulares a niños de familias pudientes, después del trabajo reglado, para ir tirando. Deja la profesión al casarse con el viudo sin hijos Federico García, el rico del pueblo, para dedicarse a sus labores que no son pocas en cualquier familia numerosa de cuatro hijos, dos y dos, Federico es el primogénito; los demás son Francisco, Conchita e Isabel con los que siempre estuvo muy unido nuestro Federico. Vicenta ejerce la profesión con su prole, hace de madre exigente, sobre todo con el primogénito. 

FGL crece en un entorno familiar con ambiente artístico donde se cultiva el amor al arte en su diversidad y generosa amplitud, incluyendo la música, la literatura, el teatro o el dibujo. Su tía Isabel le enseña a cantar la copla y a tocar la guitarra. “Mi infancia - escribió luego- es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón… Toda mi infancia es pueblo. Pastores, campo, cielo, soledad… Es decir, ambiente sano, alegría, juegos, canciones y correrías con los demás niños del pueblo”. 

Pasa su niñez y preadolescencia (entre 1906-1909) en una finca con mucha agua, en contacto directo con la naturaleza, entre gente acostumbrada a la esclavitud de los trabajos del campo, a doblar el lomo y trabajar con las manos para sobrevivir, sin mirar el reloj porque las jornadas de trabajo limitan con las claras del día y el atardecer. Esto le marcará y se verá reflejado en su vasta producción literaria. Será el venero del que mane su arrebatadora fuerza de creatividad volcánica. 

En 1909 la familia se instala en Granada. A los once años entra a estudiar bachillerato en el instituto de la ciudad donde presenta escasa afición a los estudios oficiales. Sin embargo, se muestra como un apasionado de la lectura, se encierra en la biblioteca de la Facultad de Letras en lugar de ir a clase a leer de todo, como había hecho antes - de más niño- en la biblioteca de su abuelo. 

Los primeros espadas de la actividad literaria en esos momentos: Unamuno, Azorín, Baroja, Rubén Darío o Antonio Machado se la dejan botando en el área, el terreno abonado para que los nuevos horizontes culturales germinen con fuerza, FGL es uno de los representantes más genuinos de la nueva sementera. A pesar de su poca disposición a los estudios reglados (en esto coincide con Ramón y Cajal y Albert Einstein que fueron Premio Nobel), Federico es un trabajador infatigable, en vista de su variada y brillante producción artística de hombre orquesta. Destaca no sólo como poeta o dramaturgo, también es un notable prosista, dibujante, músico, recitador y cantante (nunca entenderé que no se haya conservado nada de su voz grabada), excelente pianista e incluso podía acompañar a la guitarra a los cantadores de flamenco. Cráneo privilegiado, enciclopedia de conocimiento al que después de 1927 con el estreno y triunfo de Mariana Pineda reconocen por las calles, lo rodean periodistas y los lectores y espectadores le piden autógrafos. Nunca más volverá a tener problemas de salas para estrenar.  

Entre 1919 y 1929 vive en la Residencia de Estudiantes de Madrid donde coincide con futuras personalidades de la cultura universal como Alberti, Dalí o Luis Buñuel cuya amistad le ayuda a no reprimir su orientación sexual por primera vez. Su simpatía arrolladora, la personalidad fascinante y su carácter extrovertido convierten su habitación en el centro de atracción de la Residencia y de Madrid. La atmósfera que se respira en la Residencia contribuye a formarle intelectualmente y a enriquecer su cultura. Como no le va el carácter de élite y señoritismo que la Residencia representa, el poeta se pierde por los ambientes populares, verbenas, fiestas de barrio y tabernas de Madrid. Rafael Alberti lo describe: “Era García Lorca entonces un muchacho delgado, de frente ancha y larga, sobre la que temblaba a veces, índice de su exaltada pasión y lirismo, un intenso mechón de pelo negro, "empavonado", como el de Antonio Camborio de su romancero. Tenía la piel morena, rebajada por un "verde aceituna". 

La homosexualidad y la dependencia económica son los ejes sobre los que giran su trayectoria vital y literaria. Siempre aspirando a dejar de ser una carga para las arcas familiares, a pesar del apoyo económico familiar sin fisuras. Su padre le apoyó económicamente en la publicación de sus poemarios y financió sus estudios, viajes y alojamiento en la Residencia de Estudiantes. Su madre le pedía cuentas, fiscalizaba sus estudios, lo comparaba a menudo con la trayectoria brillante de su hermano Francisco y opinaba sobre la conveniencia y dirección de su obra. Este conjunto de circunstancias lo espolean al trabajo para que su fuerza creativa se manifieste en todo su esplendor y que las musas lo encuentren trabajando. Se dice que no consigue la independencia económica y compensar gastos hasta el regreso de la Argentina en 1933, mediante los éxitos de Bodas de Sangre y Yerma. 

En 1932, apoyado por el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, pone en marcha La Barraca, un teatro universitario ambulante, al que dedica todo su entusiasmo y esfuerzo en su afán de servir a la cultura. La selección de obras y la organización del grupo le da tablas en la dirección escénica y de actores, experiencia que le será muy útil en su dramaturgia. 

Según Margarita Ucelay en su impecable estudio de la obra, publicado en Cátedra, FGL ha escrito Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín en 1926, pero no se estrena hasta 1933 en el teatro Español, por el Club Teatral de Cultura completando la representación de la Zapatera Prodigiosa. Lorca los bautiza como Club Anfistora. Antes, en 1929, durante la Dictadura de Primo de Rivera, ha sufrido la incautación del texto cuando el grupo de teatro El Caracol auspiciado y agrupados en torno a Cipriano Rivas Cherif (cuñado del futuro presidente Azaña) estaba ya en el ensayo general. La policía cierra la sala Rex, donde se iba a presentar la obra, apenas una semana antes del estreno. El estreno del Amor de don Perlimplín viene rodeado de ambiente, el run run que precede a los grandes acontecimientos, precisamente debido a la prohibición y a que la censura la clasificara de “pornográfica”. La intelectualidad del momento acude al estreno, hay división de opiniones entre los críticos de la prensa. Don Gregorio Marañón se sale del estreno cuando aparece en escena Don Perlimplín coronado. “En España nadie quiere ser cornudo, hay muchos prejuicios y a los actores ¡ni en teatro les gusta ser cornudos!”, afirma Federico en una entrevista al tratar de explicar los motivos de la casi nula representación de la obra. 

García Lorca resuelve el crucigrama de la etiqueta del Amor de Don Perlimplín en la misma portada, no es fácil de resolver porque la obra tiene mucha mezcla de géneros, estilos y niveles de habla; tiene diálogo en prosa, poesía, música, canto y cante. Las incluye en el apartado de aleluya erótica, en cuatro cuadros. Indica que la obra parte de las aleluyas populares del siglo XIX que narran algún acontecimiento reciente y notable para la comunidad o la biografía de un personaje de la cuna a la tumba. El autor hace un esfuerzo por volver a la oralidad de la literatura en un intento de que el pueblo llano, con gran índice de analfabetismo, se acerque a la cultura. Se nota en la repetición de diálogos cortos y simples, pero intencionados y con ritmo para captar la atención de los espectadores, para hacerlos atractivos al público. Al adjetivar la obra como “erótica” le añade el componente de sensual y picarona que tanto atrae al género humano, animal y vegetal. 

Una “versión de cámara” significa que se adapta a su representación en un local pequeño o con aforo limitado, eatrenada por un grupo independiente de teatro al ser una obra sin mucha complejidad de montaje. Dramaturgia de cámara y ensayo. Off-off Broadway. De todas formas mejor un teatro comercial por las facilidades que ofrece entre bastidores. La obra no es tan simple de montar como pretende hacer ver el autor en la portada. 

CUADRO PRIMERO 
El autor nos presenta a los tres personajes principales: Don Perlimplín, Marcolfa y Belisa, además de la madre interesada que sale un momento para exponer las bondades de su hija en un dialogo breve con el pretendiente. En el primer cuadro se plantea el conflicto: Un hombre serio de edad madura propone casamiento a una jovencita un tanto provocadora y casquivana. Vamos viendo que el tema es el amor conflictivo que suele presentar la diferencia de edad en los matrimonios desiguales. La puesta en escena no puede ser más costumbrista y el tema más castizo, pero sólo lo es a primera vista porque el pretendiente no es un viejo de mirada verde sino un intelectual, ratón de biblioteca como lo era don Quijote que vendía las tierras para comprar libros, y la pretendida es pura provocación.


Se alza el telón y aparecen los colores verde y negro en los decorados y mobiliario, colores encendidos y fúnebres, los colores de la divisa de Miura cuando los toros se lidian en Madrid. La vida y la muerte en el escenario. Don Perlimplín, vestido de verde con una peluca blanca y su criada Marcolfa, el típico traje de rayas del servicio. Marcolfa trata de convencer a don Perlimplín de que se case porque ya tiene cincuenta y no sabrá hacer nada si ella falta. Necesita una mujer que le gobierne. Don Perlimplín le contesta que con sus libros nunca estará solo, le queda mucho por leer. Además quién le dice a él que no le matarán como al zapatero al que estranguló su mujer cuando él era niño: “Cuando yo era niño, una mujer estranguló a su esposo. Era zapatero. No se me olvida. Siempre he pensado no casarme. Yo con mis libros tengo bastante”. Belisa aparece medio desnuda en el balcón de la casa de enfrente cantando una canción que es un golpe directo a la mandíbula que lo lanza a la lona, un reclamo erótico que lo deja medio bobo y rendido a la hermosura de la jovencísima Belisa, su vecina:


Amor, amor. 
Entre mis muslos cerrados 
Nada como un pez el sol. 
agua tibia de los juncos, 
amor. 
¡Gallo, que se va la noche! 
¡Que no se vaya, no! 

Entre unas cosas y otras don Perlimplín se ve arrastrado al compromiso del matrimonio a pesar de sus reticencias porque no se le va de la cabeza el zapatero estrangulado por su mujer. FGL dinamita el teatro comercial costumbrista desde dentro, como hizo Cervantes en el Quijote con las novelas de caballería.  

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman, 
contra el niño que escribe 
nombre de niña en su almohada, 
ni contra el muchacho que se viste de novia 
en la oscuridad del ropero, 
ni contra los solitarios de los casinos 
que beben con asco el agua de la prostitución, 
ni contra los hombres de mirada verde 
que aman al hombre 
y queman sus labios en silencio. 
Pero sí contra vosotros, 
maricas de las ciudades, 
de carne tumefacta y pensamiento inmundo, 
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño del Amor 
que reparte coronas de alegría.
Federico García Lorca/Miguel Poveda




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.