"De lejos llegaba el rumor de panderetas y de cánticos; de cuando en cuando una voz chillona"
Vendedor navideño. 100 x 81 cm. Colección Museo Municipal. Madrid
Eduardo Vicente
Mala Hierba. Pío Baroja (5)
Los vecinos del parador se rigen por un código propio de comportamiento. Toleran que Jesús se amontone con la Sinfo, pero de ninguna manera admiten que dejen tirada a la Fea –una de las suyas- en la estera del suelo y la abandonen para parir como si fuera una alimaña. Como la Sinfo desaparece del parador porque sabe lo que le espera si se queda, la lanzan a la vida según cuentan las malas lenguas.
El día de Nochebuena por la tarde no se trabaja en la imprenta, pero sí lo hace la Beneficencia. Jesús y Manuel siguen la estela de tres señores de negro que llevan caridad por el parador de las miserias humanas. Así se reconocen mejor en la realidad que les rodea; las desgracias, una detrás de otra, se habían cebado en una señora hidrópica. Como “los todo de hoy nada han de ser” se cumple más veces de las que salen a la estampa, la única mano que le echaron fue al cuello. Unos antiguos criados, carniceros de profesión, le dan un montón de huesos y las sobras de las comidas a cambio de que les componga unos mantones de manila. Caso conmovedor, revancha de folletín lacrimógeno por escribir en su interior.
Una niña huérfana con su hermanito de dos o tres años a su cargo roba para comer. Jesús hace honor a su nombre, vuelve a ser un buen samaritano y le ofrece su casa, igual que antes se la había ofrecido a Manuel al llegar a la imprenta. Ella acepta como también lo había hecho nuestro protagonista.
Cementerio de Montparnasse
El Aristón vive en el parador. Sigue con su manía de acompañar la soledad de los muertos en el viaje del que jamás han de volver. Por eso todos los domingos se da un paseo por el cementerio. Es un buen hombre y enterrar a los muertos es una obra de misericordia. Hoy es día de tarea porque la Nochebuena lo ha sido mala para un vecino. A la luz de dos velas descansa un hombre muerto en un cuartucho contiguo mientras de lejos llega el rumor de una mujer borracha que toca la pandereta y canta “Ande, ande, ande la marimorena…” Lo de siempre: el muerto al hoyo y…
Los novios. 1960. Antonio López
Manuel desaparece momentáneamente del relato. Por lo tanto puede parecer un capítulo prescindible; pero si nos fijamos, tiene su razón de ser. En el “mientras tanto” que diría Carmen Martín Gaite, la narración avanza por caminos paralelos que de repente se entrecruzan. Cervantes introduce relatos independientes en El Quijote, novelillas intercaladas que a duras penas tienen engarce con la trama principal. Pío Baroja usa este recurso técnico, pero utilizando personajes secundarios conocidos para rematar tramas sueltas que habían quedado en el aire. Presenta la novelilla con formato y contenido de folletín, sigue los cánones clásicos de planteamiento, nudo y desenlace tan del gusto de los lectores mayoritarios de la época y de todas las épocas. Así consigue un doble objetivo - por un lado- atar los cabos sueltos del relato y -por otro- abrir nuevos caminos a la historia con la convergencia de Roberto y Esther. ¡Ay el amor! Ese ceguezuelo que rompe todas las barreras y allana los caminos.
"Esther se abrazó a su cuello, un sollozo largo de dolor y de deseo le hizo temblar de la cabeza a los pies"
Los novios. 1964.
La llegada de la Salvadora y el hermanito pequeño influye en las costumbres de Manuel y de Jesús; éste deja de beber. Les lleva la comida al trabajo en una cesta. Con el dinero que ahorran, compran una máquina de coser. Pero la vida ordenada les dura menos que un suspiro. Un día de invierno frío, de claridad opaca en el cielo y nieve en el suelo, les quema en el bolsillo el sobre del jornal quincenal, recién recibido. La llamada de los caminos por hacer les provoca; lo impredecible, la fascinación de nuevos mundos les convoca: les aburre la rutina del trabajo diario que les da de comer. Los brindis de la cena les da alientos para explorar el Polo Norte. Unas copas de aguardiente más allá les da la puntilla, derrotados, listos para el arrastre y vuelta al ruedo. “Los copos de nieve danzando ante sus ojos, le mareaban”. Manuel sale a la calle haciendo eses. Suele pasarle a los que frecuentan más tabernas que bibliotecas. Los copos de nieve nueva tapan las huellas recortadas a la luz de las farolas. Abandonado Jesús en su derrota etílica, Manuel invita a una vendedora de periódicos y a su perro Sevino a tomar chocolate con ensaimada agria, un rato más tarde al baile del frontón. Como el aguardiente y el baile no acompasan, pronto se van a su casa en la calle de La Paz a hacerla verdadera, dejando el rastro en la nieve. “Manuel temblaba de emoción al pensar que llegaba el momento trágico”. “Empujaron una puerta de cristales, y en la escalera oscura desaparecieron...” Lo que allí pasara pertenece a la intimidad. Si Don Pío no nos lo cuenta, a santo de qué vamos nosotros a desvelar el misterio.
"So hard to find my way,
Now that I'm all on my own.
I saw you just the other day,
My how you have grown,
Cast my memory back there,
Lord
Sometime
I'm overcome thinking 'bout
Making love in the green grass
Behind the stadium with you
My brown eyed girl
You my brown eyed girl"
Van Morrison
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
9 comentarios:
Como siempre,amigo Pancho, análisis y comentario certero de cada situación.
Un abrazo
Que a don Pío le diera por introducie estos tipos de amor -en contraste, por supuesto- se puede deber a muchas cosas. Por un lado, la perfecta parodia de la novela sentimental de la época, necesaria para vender al dar variedad a la historia. Por otra, dar complemento a estas vidas tan desoladas.
Don Pío no nos lo cuenta y nos extraña un poco, la verdad. Nos quedamos detenidos en los temblores de Manuel y en la luz misteriosa de la escalera.
Y tú, para más misterio, nos lo pones en inglés.
No me acordaba del perro Sevino, me pasó lo mismo con los perritos de la Baronesa. Al leer el título de tu entrada pensaba en algún personaje borrachín pero de dos patas, no de cuatro. Como el que encabeza tu entrada, qué bien elegido.
Besos
me encantan los cuadros que nos dejas de Antonio López y también la ilustración del vendedor navideño.
Hay un "gracias" esperándote en mi blog.
biquiños,
Vine a visitarte, me pico la curiosidad al ller a Aldabra.
Sabes elegir las imágenes...y la música.
:)
Cierto Jesús generoso, salva a La Salvadora y ésta no va desperdiciar la oportunidad que se le brinda para salir adelante y hacer algo con su vida (y de paso, con la de su hermanito Enrique que tiene a cargo). Un personaje femenino luchador, valiente, organizado y decidido.
Me encantó todo el párrafo en el que tratas el tema de la nieve, el polo Norte y la llamada de los caminos que tanto ¨le pica" a Manuel. Casi me dieron ganas a mi de salir por ahí (cuando digo "ahí" pienso en Suecia) y de hacerme un Igloo...
Besos
Buenas noches, pancho:
Como siempre tu entrada da para mucho comentario.
Las ilustraciones que has elegido son perfectas.
Don Pío nos cuenta lo justo, porque ya es suficiente.
Por cierto, si analizamos los temblores, en el caso de Roberto no es él, sino Esther.
En el caso de Manuel, es él, no Matilde o Petra, y no porque no la observara atentamente, ni porque no se le ocurriera que parecía un pez enharinado a quien espera la sartén...
Dejo el enlace de la canción, traducida.
Abrazos
P.D.: Que acertado el 'Sevino'
D. Pío nos va mostrando la degradación de Manuel, aunque a veces parezca que remonta. Es la degradación de la sociedad de la época. Por desgracia los ciclos se repiten.
Como siempre muy buena entrada por los textos y por las fotos y video.
Un abrazo
Luz
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