lunes, 25 de febrero de 2013

Sentaíllo en una piedra

 


 "Más lejos se extendia el paisaje árido y sus lomas calvas, amarillentas"

 Benjamín Palencia


Mala Hierba. Pío Baroja (4) 

De repente se hace de día en Madrid (fallo de continuidad en la narración –qué tiquismiquis me he vuelto-), salen de la estación del Norte. Manuel se muestra decidido a seguir los consejos de Roberto: hay que aprender un oficio, especializarse en algo para poder trabajar, lo mismo que le repetimos a distintos alumnos de épocas diferentes como un disco rayao. Como no debían abundar las escuelas de formación profesional tiene que “entrar de aprendiz sin ganar nada”. De nuevo rodando por el valle de lágrimas. De la mano de Roberto visitan a Sandoval, un periodista de mediana edad, rechoncho, perezoso como un turco (de nada se priva el autor). Vive en la calle del Pez, entre la cochambre, en medio del desorden. Les escribe una carta de recomendación para una imprenta regida por un cojo malencarao, más malo que la carne el pescuezo, que cocea al hablar y ensarta jaculatorias y rosarios de blasfemias, pero en el fondo tiene buen corazón. Al segundo día, cuando comprueba que Manuel es espabilado y aprende rápido el trabajo, le ofrece un jornal y alojamiento en la imprenta. Jesús es aquí quien hace del buen samaritano que le da de comer. Tampoco falta un judío “flaco y muy moreno, con barba negrísima, que trabajaba con una rapidez asombrosa” al que da guerra y no cesa de tomarle el pelo. 

Sánchez Gómez, el cojo, es jefe y obrero a la vez. De su imprenta salen nueve publicaciones diarias. Sabe nadar y guardar la ropa, más listo que el hambre. Es un ejemplo de diversidad. Igual hermana el individualismo con el colectivismo, que le falta al gobierno y a los curas o defiende la iglesia, ese arca santa, guardián de las esencias patrias o ejerce de conservador impenitente. 


 "Manuel siguió en su tarea de distribución de letras, y Jesús y Yaco en la de componer"


Entre los redactores de Los Debates destaca Ernesto Langairiños, ”Nombre dulce y sonoro, algo así como una brisa fresca una tarde de verano. ¡Langairiños! Un sueño”. Otro antiguo residente de la pensión de doña Casiana: un Bayardo de la gimnasia. Le llaman El Superhombre porque siempre está hablando del superhombre de Nietzsche, siempre próximo a llegar como el mesías deseado. Sus aires de superioridad y de distinción compensan la mala impresión que ofrece su aspecto desarrapado. Su estilo literario es irónico y dislacerante, lacónico como un ser o no ser shakesperiano. 

Sampayo es el propietario del periódico. Varias veces gobernador. Con la colaboración de su media naranja, una mujer de bandera, puede conseguir cualquier cosa del ministro. “En los Gobiernos civiles por donde pasó el matrimonio no quedaron ni los clavos”. Paga poco, tarde, mal y nunca a los redactores González Parla y Fresneda  que se sostiene en pie de milagro, siempre con pelos de hambre. 

La única vez que Fresneda osó levantarle la voz a su jefe fue cuando el hambre apretaba, cuando éste le dio largas, le prometió recomendarle al ministro en lugar de pagarle un salario digno, explotó: “Para morirse de hambre, señor Sampayo, no se necesitan recomendaciones”. El inesperado rabotazo del redactor se oyó en todo Madrid. 

En primavera Manuel ha aprendido a componer líneas con facilidad. El ascenso de categoría laboral lleva aparejado un aumento de jornal que le negocia Jesús con el jefe. La cantidad le da para cambiar de aposento. Jesús le lleva al parador de Santa Casilda, un caserón con tres patios en el que alquila un cuartucho sin puerta, una silla de paja rota y una cama. Por la ventana se extiende el paisaje árido, y sus lomas calvas, amarillentas, se escalonan hasta perderse en el horizonte. Enfrente sobresale el cerrillo de los Ángeles, con su ermita en la punta. 


 "Dos hermanas muy golfas, muy zarrapastrosas, pintadas, chillonas, embusteras, liosas, pero alegres como cabras"

Dermarche gitane. Anglada Camarasa. 1902

El autor se extiende en describir la miseria que campea en el caserón, como antes había hecho con la corrala del Tío Rilo. Ahora más focalizada en personajes concretos, la miseria moral de sus vecinos de habitáculo. Un carpintero que se emborracha y maltrata a su hija. Manuel se encara con la madre y se la tiene que envainar con el padre de “aspecto feroz, un entrecejo abultado y el cuello de toro”. El propio Jesús que parecía un nazareno de pura buena persona que era, se da a la bebida y se nos revela como una mala pécora de puertas para adentro. Vive amontonado con la Sinfo, la hermana agraciada, y entre los dos dan mala vida a La Fea. Manuel, que es también huérfano, discute con Jesús porque no respeta a su familia. Dos gitanos viejos, “muy zaragateros y muy ladrones”, tienen dos hijas. Una de ellas ciega que baila y canta flamenco. 


 "En su narración, Prim, el señor Juan Prim -como decía él- tomaba dimensiones épicas". 
 "El General Prim atravesando las trincheras del campamento de Tetuán”

Con Jacob hay un evidente acercamiento por parte del autor. Tiene un padre que cuenta batallas y admira las hazañas del General Prim en África. Le hace gracia su acento de castellano antiguo. Para compensar que antes lo había definido como “avaro y sórdido hasta perderse de vista”, ahora “habla lleno de imágenes” y sabe imitar el graznido de los cuervos que se reúnen en bandadas numerosas los días de mercado. Sabe tocar un guitarrillo de tres cuerdas que acompaña a las canciones árabes de su Fez natal. 

Pío Baroja en sus relatos recrea en miniatura el acaecer diario de la sociedad con las  vicisitudes que sus gentes sufren en su trajín diario para sobrevivir. Es curiosa su forma de exponer evidencias de una manera tan objetiva que llega incluso a la crueldad porque así es la realidad. Indiferente a la incomodidad que ello le pueda reportar en su mundo. Sin embargo,  bien sabe él dónde están los límites.  Su manera de concebir la literatura apasiona porque junto a las vueltas y revueltas de sus personajes deja plasmado el sentir del pueblo llano. Siempre atento a dar y quitar. Un ejercicio constante de ten con ten donde nunca falta una mezcla de lo nuevo con lo viejo, fascinación por la modernidad y respeto a la tradición. En definitiva, que como todo gran novelista que se precie, nos introduce en su relato para vivirlo,  disfrutarlo y emocionarnos. 





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

6 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Qué bien lo has explicado, ilustrado, y enlazado con trabajos anteriores.
La pintura de Eduardo Vicente, que escogiste en ‘La Busca’ para la Corrala del tío Rilo me encantó, así como las del mismo autor que nos presentaste del ‘Baile’, y en los enlaces.
En la lectura de este capítulo de la entrada, me hizo muchísima gracia la aventura del cobro de González Parla y Fresneda. Lo escribo y no puedo evitar reír, al recordarlo.
Las pinturas de hoy impresionantes y la música estupenda.

Un abrazo

P.D.: No he podido resistirme -al ver los preciosos jarrones de flores de Anglada Camarasa- a marchar sin coger una dalia negra, para Justiniano de TORO SALVAJE.

Paco Cuesta dijo...

Con Baroja el lector vive una nueva sensación: la minuciosidad del relato no aleja, acerca.
Un abrazo

Merche Pallarés dijo...

Estupendo como siempre. La canción Sefardí--preciosa. Besotes, M.

Myriam dijo...

Preciosa la canción sefaradí. Gracias, Pancho.

Pero no estoy de acuerdo en absoluto -y disculpa- con esta frase tuya "Es curiosa su forma de exponer evidencias de una manera tan objetiva que llega incluso a la crueldad porque así es la realidad". No, B. no es objetivo, sino que pinta "La realidad" de acuerdo a como él la percibe, o sea, desde su subjetividad. Baroja exagera personajes hasta la caricatura y en su afán por mostrar la soi-disant degeneración de la sociedad equipara POBREZA con mugre, deformación, lo grotesco, el esperpento y el delito... y, ¿es realmente así?

Como ejemplo te pongo algunos de sus personajes femeninos: La vizcaina que aparece en La Busca, "tenía una ubre monstruosa y blanca con gruesas venas azules"

O la Doña Violante... "aplastada como un sapo". La lista es larguísima. Me pregunto que pensarían mujeres de la época de extracción bien humilde como Clara Campoamor, todo un ejemplo de superación personal, u otras que si bien no eran humildes, si eran Mujeres o "hembras" (La Busca, P1, Cap 1) como las llamaría Baroja: Carmen de Burgos, María Goyri, Concha Espina, la misma hermana de Pio Dña Carmen Baroja y tantas otras... Toda una manifestación feminista en efervescencia que en La lucha por la vida, brilla por su ausencia.

Fíjate como La Baronesa, que luego aparece como La Coronela y que es uno de los personajes de Baroja más simpáticos, por lo recursiva y sobreviviente y sus vaivenes con la legalidad, se encarga de describirla en la voz de Vidal, "Es una tía sucia y mala", etc, etc (en Mala Hierba, P2, Cap 2).

Ya me he extendido demasiado.

Un abrazo


Abejita de la Vega dijo...

El sentir del pueblo llano sentido por alguien que no es pueblo llano.

Algo de esperpento hay en algunos personajes, es la realidad aumentad y corregida.

Un judío dulce y sentimental, algo ingenuo, amigo de la familia y enamorado de su mujer. Un personaje entrañable. Baroja no se deja arrastrar por tópicos.

Bella música y bello paisaje. Y texto filobarojiano, a tope. Un buen trabajo, Pancho.

Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Espléndida aportación la tuya. Quiero reseñar, especialmente, lo que dices sobre el tratamiento en miniatura de los comportamientos sociales. Es cierto: Baroja miniaturiza para generalizar.