viernes, 17 de mayo de 2019

La saga/fuga de J.B. (y 45). Scherzo y fuga. Gonzalo Torrente Ballester. Talón clavado en el cemento.




"Postaquasbam dilós, verocistem macles"

La saga/fuga de J.B. (y 45) 
Scherzo y fuga Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

Jacinto Barallobre, herido de muerte, asciende tambaleante la Rúa Sacra sembrada de cadáveres. Alguno rebulle todavía. Se agarra a la flecha para evitar más desgarrones en el pecho. Las casas arden, la soldadesca se desquita de las bajas propias en el enemigo vencido. Aplican el derecho de victoria sin contemplaciones: despanzurran las preñadas, violan a las doncellas y castran a los pocos varones supervivientes. Las fuerzas de los Bendaña okupan la Casa del Barco. Beben y beben y vuelven a beber, ¡hala, hala!, el vino servido por mujeres subyugadas. Los cánticos broncos ruedan como truenos por el espacio vencido. Jacinto llega a la rastra hasta el Santo Cuerpo. Saca el ataúd del altar y baja unos cuantos escalones que parecen subir hasta la boca oscura. El peso le desgarra más los tejidos y la sangre se le viene a la boca. La piedra se cierra para siempre. 

Un cielo cárdeno como barriga de topo, gris de Albaserrada, abraza la soledad inmensa de la ciudad, mecida por el ritmo triste de la pleamar. Del norte llegan himnos corales que se acomodan al compás de habanera de las olas. El maelstrom de músicas se levanta a las escalas más altas “con los rugidos de leviatanes y serpientes submarinas”, justo en el momento en el que aparece don Jerónimo Bermúdez en la barca, vencedor del dragón Asclepiadeo. El Obispo se deja llevar por la barca ligera al Lugar Más Allá de las Islas. La brisa le riza los encajes. Así, hierático y solemne, habría llegado a su destino a no ser porque sus necesidades fisiológicas le obligan a remangarse los faldones de prelado separatista para hacer aguas menores en el océano. Los pliegues vuelven a su ser y el Obispo recupera la severidad una vez hecha la evacuación y efectuados los sacudidos de residuos pertinentes. 

La belleza de la tarde no le interesa un ardite al Canónigo Balseyro. Su barca al pairo, cargada de animales fabulosos, de nombres tan impronunciables como una transcripción fonética del gaélico, recorre el camino hasta el Círculo Oscuro de Aguas Tranquilas donde el Obispo estaba mareado de dar miles de vueltas al anillo acuoso. Reciben a John Ballantyne entre cánticos triunfales en gaélico. De entonces proviene la leyenda de la ruptura de la espada contra la rodilla herida y el traslado de los trozos a la gruta de Finngall. 



"Burujulalos lescita languovolcentes"

La embarcación del vate Barrantes llega al Circulo Tranquilo de las Aguas Oscuras cantando endecasílabos trocaicos, (heroicos puros) fragmentos de una Elegía a Castroforte Derrotada. Dios sabe lo que llevaría navegando y cantando con los cómputos extraños en esos atardeceres plomizos do Mare Tenebroso. 

Jacinto Barallobre se aproxima en una lancha fuera borda, la flecha clavada en el corazón y cargado con el Cuerpo Santo cuya sola presencia hace emerger los tesoros de la mar: almejas, mejillones, bígaros, quisquillas y gambas al ajillo, chopitos y calamares, además de otros moluscos no comestibles. También salen a superficie otros peces agresivos como el pez sierra o el pez espada que forman una alfombra vistosa representando la vida y la muerte de Santa Lilaila de Éfeso. Encima de la alfombra se desliza el fuera borda de Jacinto Barallobre. Al entrar en el círculo se levanta un muro impenetrable de peces que el marinero Barallobre ya había roto mil años atrás. 

Las primeras tinieblas se echan sobre la mar. La barca del Obispo se detiene y asume en forma y masa la barca del Canónigo. La barca de Ballentyne que les sigue se los traga sin esfuerzo. La suma y fusión de la embarcación de Barrantes con el vate a bordo es más dificultosa, el enganche perfecto se consigue a la segunda. El esquife fuera borda de Jacinto Barallobre se queda sin combustible. Al terminar la alfombra gloriosa, la barca múltiple tuvo que tantear varias veces, finalmente consigue la fusión perfecta y ser “ya para siempre un único y compacto Jota Be”. “Una contradictoria estructura áspera, inaccesible a la episteme”. El sol se hunde en sus abismos y el Santo Cuerpo se ilumina y gira sobre sí mismo con destellos intermitentes y pautados de faro. 

CODA 

El quiquiriquí de los gallos al amanecer despierta a José Bastida que se instala junto a la ventana con la Gramática de Bello y Cuervo en las manos para atrapar las primeras claras del día y leer. Un repentino crujido de las maderas unido a un ligero temblor, heraldo de un movimiento sísmico serio, lo envuelven en la impresión de estar flotando. Una sensación nueva para él, pues las leyes que regulan la navegación en líquidos y gases le inspiran escasa confianza. Sólo recuerda haber sentido algo parecido durante el sueño de las noches fluctuantes. Pero la percepción no es ilusoria, es como un movimiento reflejo en respuesta a un estímulo, en modo automático, sin que el cuerpo intervenga en la decisión. 



"astas,  astas, vistigar, delinquoslaia"

De repente Bastida pega un brinco y le grita a Julia que se levante, que se dé prisa, que se van de allí. Meten cuatro cosas revueltas en la maleta de manera precipitada y observa por la ventana la calle vacía y un gato que enarca el lomo y dice fu. Una arista parte en dos la lejanía del monte y oculta los arboles poco a poco. Se precipitan a la calle. Joseíño regresa a por la Gramática de Bello y Cuervo que había olvidado en la casa con las prisas. La gente se congrega en la Alameda, ellos se dirigen a la Rosaleda. Se tiran a tierra firme cuando ya la grieta se afirma, la ciudad se balancea y empieza a flotar. José besa a Julia detrás de las orejas y observa a Castroforte elevarse a las alturas. Cuando la ascensión llega a los quince metros, oyen al Poncio pontificar sobre las excelencias de su gestión. Le animan a tirarse, pero le vence el miedo. 

Mientras Castroforte y el Poncio se alejan, José Bastida y Julia cruzan un sembrado de girasoles y se internan en el monte, detrás de unos árboles Joseíño tumba a Julia sobre la hierba y “Losdila maila Juliaco vestí deleia, ascolia misteia tespedulentes, vim, hospodaslen, lailós…”. Al levantarse, Castroforte es una nube lejana, quizás el rey Artús proponga al pueblo la proclamación definitiva del Cantón Independiente, hasta que en el Reloj del Universo suene la hora del regreso.

salgo a la calle gritando 
salgo y no sé cuando vuelvo 
me siento como Fred Astaire 
clavando el talón sobre cemento
León Benavente



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



1 comentario:

Sor Austringiliana dijo...

Nunca llegué al sembrado de girasoles ni a Julia y Joseíño tumbados en la hierba. Gracias por llevarnos. Buen verano Pancho.