"Se hablaba en susurros, se comía en silencio, se rezaba el rosario tres veces al día"
Cien años de soledad (15)
Gabriel García Márquez
Fernanda de Carpio impone un estado de luto riguroso a la muerte de Aureliano Buendía junto al venerable castaño del patio. El coronel busca la querencia para morir, como un toro herido de muerte por los aceros. De la muerte del coronel y del duelo severo que sigue brota Amaranta Úrsula, una nueva criatura para el mundo y renuevo para la estirpe de los Buendía, gracias al acercamiento de Aureliano Segundo y Fernanda durante las últimas vacaciones escolares de Meme. Fernanda, siempre dispuesta a decidir por los demás, decreta el final del duelo el día que Meme obtiene el diploma de concertista de clavicordio dando un concierto sobre temas populares del siglo XVII.
El carácter autoritario, casi levítico de Fernanda impone respeto por su implacable marcialidad. Meme ha logrado la excelencia en el toque del clavicordio más por evitar el encontronazo con su madre que por una vocación definida. Considera que el diploma la libera de la exigencia extrema de un instrumento considerado un fósil de museo. Pero no es así porque Fernanda, orgullosa de las habilidades de su hija, la hace tocar para todo invitado capaz de apreciar la música. Sólo con el luto por Amaranta puede abandonar la disciplina del aparato musical y dedicarse a la felicidad que para ella son las fiestas ruidosas, herencia de su padre. Una borrachera de Meme y el posterior estado de postración impuesto por las medidas correctoras de Fernanda y el médico, despiertan el instinto protector de su padre. Así nace la creciente camaradería de padre e hija, él consagra las mejores horas a estar con ella y eso le restituye la jovialidad que se le ha agriado con el aumento de peso desmesurado que ya le impide atarse los cordones de los zapatos.
Meme no es bella, pero es simpática y cae bien. Su padre la colma de regalos y la asignación abundante llena la habitación de artículos de belleza que a Fernanda se le asemeja al cuarto de las matronas francesas. La promesa de que nunca la llevará a casa de Petra Cotes, la amansa. Un recelo inútil porque la concubina no quiere ver a Meme ni en pintura, celosa de los cuidados que su padre le brinda. Meme retoma el sacrificio diario de dos horas de clavicordio a la hora de la siesta a sabiendas de que esa es la forma de que su madre afloje el control disciplinario. Quid pro quo, así paga su libertad creciente. Más ahora que Fernanda tiene que dedicar más tiempo a Amaranta Úrsula, la niña pequeña.
La amistad de Meme con tres jóvenes norteamericanas es motivo de polémica en la casa. Mientras que a su madre le parece fatal que franquee la malla electrificada del gallinero para trabar amistad con gringas, su tatarabuela Úrsula no ve nada reprochable siempre que no se convierta a la religión protestante. Ella capta el mensaje y desde ese día madruga más para asistir a misa primera. Fiel a su idea de dar para después recibir. La libertad no se genera por combustión espontánea. El clavicordio trae la paz doméstica el día que los yanquis la invitan a tocar y quedan entusiasmados del concierto. Fernanda derrite el hielo de las relaciones frías con los forasteros, orgullosa de mostrar las habilidades de su hija.
En vista de que Meme se va desenredando en inglés, Aureliano Segundo le compra una enciclopedia británica de seis tomos. Ella dedica el tiempo que le queda libre a leer en lugar de comadreos de enamorados o encierros con los amigos. Aureliano Segundo le dedica más tiempo otra vez a Petra Cotes y vuelve a desenfundar el viejo acordeón a pesar de que el cuerpo ya no está para parrandas. Amaranta sigue bordando su mortaja y Fernanda consolida la autoridad, necesita una operación telepática de un tumor que oculta en las cartas a José Arcadio y a los médicos invisibles. La historia camina en círculos y una y otra vez vemos la introducción de elementos sobrenaturales de forma natural, nada forzada.
La muerte de Amaranta rompe la cansada rutina doméstica. Ninguna de las generaciones de Buendías había conseguido abrir la lata hermética de sus pensamientos desde que el rechazo a Gerineldo Márquez secara el pozo de las lágrimas para siempre. Ni el exterminio de los Aurelianos ni la muerte de Aureliano Buendía fueron capaces de arrancarle una lágrima. A decir de Úrsula su catolicismo es “un ritual de la muerte o un prospecto de convencionalismos funerarios, nada que ver con la vida”. Amaranta sólo le pide a Dios morir después que Rebeca, para que ella le prepare unos funerales espléndidos y le dé a los gusanos un cadáver hermoso. Algo logra de la parca, consigue que le diga que morirá al anochecer del mismo día que termine de bordar la mortaja. Conocida la fecha con antelación, se dispone a alargar todo lo posible la tarea. Emplea cuatro años en tejer el propio lienzo. En vista de que ya no puede alargar más el bordado y de que Rebeca sigue entera, se apresura y da la última puntada al bordado más bello el cuatro de febrero. Amaranta presta un último servicio a la humanidad aún viva, se hace cartera; cree que llevando cartas a los muertos puede reparar un poco una vida de mezquindad. A las tres de la tarde la casa estalla de gente con las cartas escritas a los seres queridos que les han precedido en la gran marcha definitiva. Los que no han tenido tiempo de escribir le dejan recados de viva voz que ella anota para que no se le olviden. A las cuatro, Úrsula consigue echar de casa a los intrusos, temerosa de que la vayan a enterrar viva para que las cartas lleguen antes a su destino.
Para entonces, los carpinteros ya han fabricado un ataúd a medida y Amaranta ha repartido sus cosas entre los pobres. Aureliano Segundo y Meme le prometen celebrar una parranda de resurrección al sábado siguiente. A las cinco, aparece el padre Antonio Isabel con el viático que recibe sin confesión porque ella no la precisa, tiene la conciencia limpia. “Amaranta se va de este mundo como vino”, virgen como una vieja doncella, proclama Úrsula que la atiende en los últimos momentos cuando le pide un espejo para verse por primera vez los estragos del tiempo en su cara después de cuarenta años. Empezaba a oscurecer en la habitación. Amaranta se va sin despedirse de Fernanda porque ya no merece la pena el gesto de la reconciliación, desaparece del mundo de los vivos sin desprenderse de la venda negra de la mano y envuelta en la mortaja mejor bordada del mundo.
Después de los nueve días por Amaranta, Úrsula se postra en cama. Construye un mundo pequeño al alcance de la mano. Santa Sofía de la Piedad la cuida. Con tanto tiempo libre y tanto silencio interior enseña a leer a Amaranta Úrsula y se da cuenta de que Meme tiene algo que esconder. Fernanda la descubre besándose con Mauricio Babilonio en un cine. Acto seguido, la saca del salón y la encierra con llave en el cuarto. Al día siguiente Mauricio va a verla y a Fernanda no le gusta porque sus “manos percudidas y las uñas astilladas por el trabajo rudo” delatan su condición de menestral y además tiene la piel marcada por la sarna de la compañía bananera.
En efecto, Mauricio trabaja de mecánico en los talleres de la compañía bananera. Meme lo conoce un día que les hace de chófer a Patricia Brown y a ella. Le llama la atención su belleza varonil y su altivez. Él la sigue por los cines y conciertos, su relación no pasa de un saludo y ya sueña que él la salva en un naufragio. Desde el día que siente el sudor frío de las manos al saludarlo, no para hasta que Patricia y el pelirrojo norteamericano la llevan a conocer los nuevos modelos de coches donde trabaja Mauricio. La altivez de su porte la achicharra, lo cual la desespera porque le hace perder el control de la situación. Las mariposas amarillas preceden la aparición del hombre oloroso a taller y a aceite de motor. Se vuelve loca, por él pierde el sueño, el apetito y el sombrero. “La primera vez que se vieron a solas, en los prados desiertos detrás del taller de mecánica, él la arrastró sin misericordia a un estado animal que la dejó extenuada”.
Meme tiembla por el futuro incierto, le pide a Pilar Ternera que le eche las cartas. La pitonisa le pronostica que su mal de amor sólo se cura en la cama, así que le ofrece su vieja cama de lienzo en la que ella había engendrado a Arcadio y a Aureliano José. Le enseña también cómo prevenir concepciones indeseadas a través de la vaporización de cataplasmas de mostaza. Tan pronto como puede escapar del luto de la casa, se entrega sin pudor ni formalismos a Mauricio. “Se amaron dos veces por semanas durante más de tres meses”. Durante el castigo impuesto por Fernanda cuando fue descubierta en el cine, a Úrsula le resulta sospechoso que Meme se bañe por la tarde y no por la mañana como todos los demás. Las mariposas amarillas invaden la habitación y Fernanda las fumiga con insecticida porque espesan el aire hasta no poder respirar. Fernanda pide al alcalde que vigile el traspatio porque sospecha que entran a robarle las gallinas. Esa misma noche mientras Meme espera “desnuda y temblando de amor, entre los alacranes y las mariposas”, Mauricio recibe un balazo en la columna vertebral que le deja postrado en la cama el resto de su vida. Muere de viejo en soledad, atormentado por las mariposas amarillas y repudiado como un vulgar ladrón de gallinas.
Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne o lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Federico García Lorca/ Miguel Poveda
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
2 comentarios:
Hubo un tiempo en el que nadie moría en Macondo, pero al comenzar la visita de la negra señora cada uno consigue una muerte propia, nada anónima. Es curiosa la forma de morirse en Macondo.
Voy recogiendo tus comentarios porque, "Cien años" igual que "El Quijote" hay que releerlos una y otra vez de cuando en cuando. Gracias.
Un abrazo
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