miércoles, 4 de febrero de 2015

El Quijote de Avellaneda (26) Alonso Fernández de Avellaneda. Se me desboca.





"Dudo sea ella tan elegante como vuestra carta, en que mostráis haber estudiado en Salamanca toda la ciencia escribal que allí se profesa, según habéis enriquecido las sentencias"


El Quijote de Avellaneda (26) 
Alonso Fernández de Avellaneda 

Capítulo XXXV 


El Archipámpano cambia el paso de la trama, quiere que las cosas relativas a Sancho Panza queden rematadas para la boda, se casa don Carlos con la hermana del titular. Por petición expresa del Archipámpano, don Carlos trata de convencerle de que su mejor futuro y el de  Mari Gutiérrez está en su casa. Pues qué ha sacado en limpio de sus andanzas con don Quijote sino “haber sido terrero de desgracias en Ateca, blanco de desdichas en Zaragoza, recreación de pícaros en la cárcel de Sigüenza, irrisión de Alcalá y últimamente mofa y escarnio desta corte.” Su generosidad llega a un cuarto y salario y muy honrada ración todos los días de su vida en uno de los mejores lugares del mundo. Sancho le pide unos meses para pensárselo, pues cambiarse de tierra no es cosa que se haya de hacer de repente. La emigración engendra abandono,  despuebla el origen y es fuente de melancolía. Tiene que contar con la señora y si ella dice que sí, el no dirá que no, “porque harto hace quien hace hacer.” Que el dolor no les haga llorar aunque les venzan las ganas. Escribámosle una carta,  que en los días que tenía que haber aprendido a escribir,  prefería el cielo abierto, se perdía entre higueras y viñas a hartarse de uvas e higos y así nuestro escudero andante salió mejor comedor que escribanador. 

A pesar de llevar seis meses hecho un haragán detrás de don Quijote, Sancho no está seguro de querer quedarse en la corte. Aún no ha recibido nada de los nueve reales mensuales que su amo le prometió de salario al ajustarse en la aldea. Ahora dice que el rucio entra en cuenta y desde este momento renuncia a los derechos sobre cualquier ínsula, península, reino o provincia que estén por ganar. Quiere volver por la sementera y que le devuelvan sus zaragüelles pardos, su sayo y caperuza, “y adiós que me mudo.” Al día siguiente a  más tardar, tomará las de Villadiego. Las gentes del Argamesilla lo aprecian, lo están aguardando con los brazos abiertos, todavía le quieren como la lumbre de sus ojos. Vuelve desengañado, ha comprobado que no es oro todo lo que reluce en la corte. Ahí fuera hace frío, se pagan muy mal los salarios y a los criados se les echa la culpa de cualquier cosa con tal de  no pagarles lo suyo  y despacharlos sin razón. Y si así se les cuida en salud, qué no será en la enfermedad. 


"No he estudiado en Salamanca; pero tengo un tío en el Toboso, que hogaño es ya segunda vez mayordomo del Rosario, el cual escribe tan bien como el barbero"

Sancho decide tomar la manija de lo que le reste por vivir, tiene la certeza de que si el señor Archicámpanos le paga un ducado, cobra en especie dos o tres zapatos nuevos al año y don Carlos sale de fiador, tendrá mozo para muchos días. La oferta del nuevo contrato le altera el ritmo cardiaco. Aunque sea un poco comedor y le cueste levantarse, solo le tienen que arrear un zapatazo con las primeras luces y ya sabe levantarse como un gamo, ir al herrero a aguzar la reja, arar todo el día hasta el oscurecer y volver cantando unas seguirillas lindísimas de la tierra, montado en la mula castaña que está más gorda y es de más poder. 

Don Carlos acepta una a una todas las condiciones. Lo único que le impone es que lleve sombrero en vez de caperuza. Sancho no se fía. No ha olvidado que le cobraron los dos reales y medio que llevaba por la primera cena y de ninguna manera se pondrá sombrero que se vuela cada vez que hace aire. Pero el noble ve blandura en el gesto del escudero, le ofrece pagarle dos años de salario por adelantado. Esta proposición inusual rompe definitivamente la coraza del recelo, ya solo resta saber dónde están las tierras, probar las mulas para que los resabios no le cojan descuidado (Vaya el burro por delante para que no se espante) y revisar que están los arreos listos para la faena diaria. 


 "En todos los días de mi vida no he gustado de sombreros, ni sé a qué saben, porque se me asienta la caperuza en la cabeza que es bendición de Dios"


Después viene la carta que le escriben a Sancho que trasuda de sacar letras y palabras significantes del caletre. Una misiva que merece la pena leer completa porque en ella encontramos, junto al contenido de la carta, la explicación paso a paso del proceso de creación a través de un diálogo franco entre el pendolista o escribano y Sancho analfabeto que le escribe a Mari Gutiérrez, un poco sorda y por lo tanto hay que escribirle recio para que se entere. El autor consigue crear divertidos momentos de tensión narrativa a través de algo aparentemente tan simple como la redacción de una comunicación familiar. La lectura de las tres páginas relativas a la correspondencia no es tiempo perdido desde un punto de vista literario. El género epistolar al servicio de la agilidad narrativa. Son un modelo de concisión expositiva en el espacio bien reducido de un escrito breve. Sancho se las arregla para ponerla al tanto de todos los avatares sucedidos en los seis meses de ausencia. Preguntarle por lo suyo: el huerto y que no se olvide de mandar los zaragüelles. Saca a relucir cómo se las gasta para imponer su autoridad en la casa. Ni más ni menos violento que la sociedad que le ha tocado en suerte vivir. Oxte morena. Condiciones laborales arrancadas al amo más propias de sindicalista astuto. La sartén agarrada por un mango que tizna. 

Le comenta los beneficios que sacarán en casa del Archipámpano si se viene. Le sugiere que como a don Quijote lo han nombrado Nuncio de Toledo,  puede aprovechar el viaje para pasar a visitarlo de camino a Madrid. A la Archipampanesa la ve un poco holgazana, jamás la ha visto con la rueca en la mano como acostumbran las mujeres en la aldea. 

“Ciérrela y horro Mahoma” -apura al escriba- cuando ya le caen goterones de sudor de tanto pensar para escribir. 

 Hablará con don Quijote para que no reclame nada de lo que lleva porque le devolverá el rucio, la maleta y hasta el guante de Bramidán. Sancho no quiere nada de nadie, nada que no sea suyo. También reniega de las peleas que no le han reportado más que apaleamientos a mansalva. Casi lo hacen moro los comediantes: tiene entre ceja y ceja que estuvieron a punto de retajarle los arrabales. Retajado irreversible sino es por su lamento, la intercesión para que no tocaran por caridad la niña de los ojos de Mari Gutiérrez. 


 "Cantando siete o ocho siguidillas que sé lindísimas"

El Archipámpano se queda admirado por la elegancia de la epístola de Sancho,  demostración palpable de haber venido a estudiar a Salamanca. Sancho explica que la sabiduría le viene de la observación, de fijarse en su tío del Toboso; que a decir del cura, escribe tan bien como el barbero. No le debe nada porque le segó un día y medio sin recibir ni blanca y Mari Gutiérrez le escardó el sembrado durante doce días por un miserable real amarillo. 

La carta debió llegarle y convencerla porque a los quince días allí se presenta de emigrante  Mari Gutiérrez, dispuesta a cerrar filas con su marido, pasando grandes ratos en la casa con la simpleza doblada. El relato que cuente los sucesos de la pareja se hará pasando el tiempo, pues este libro ya no da para más. El material narrativo, las historias por contar son tales y tantas que piden de por sí un libro propio y exclusivo. 

Se me desboca
Se me desboca
Se me desboca
siento como la sangre
se me desboca
Siento como la sangre
se me desboca
se me desboca
cuando junto a la mía
pones tu boca,
cuando junto a la mia
pones tu boca  
Eliseo Parra 






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
 


1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Aquí rompe Avellaneda la fidelidad de Sancho. Y lo hace porque en este jamás ha entrado la imaginación, que empuja hacia ser uno mismo antes que siervo. Qué grande Cervantes pero qué grande también Avellaneda al ir reconduciendo las situaciones...