lunes, 8 de abril de 2013

Luto y nieve





"A Barcelona y a Madrid las separaba esa línea que venía a situarlas en distintos hemisferios y les asignaba coordenadas opuestas"

La marca del meridiano. Lorenzo Silva 

Las líneas de longitud (meridianos) son líneas verticales que atraviesan los Polos. Estas líneas imaginarias que rodean todo el planeta ayudan a localizar un lugar en los mapas. Así razona el brigada Bevilacqua el porqué del título de la novela: “Habían construido sobre la autopista un arco de color claro que sobrevolaba de extremo a extremo, para señalar el punto exacto por el que pasaba aquella divisoria imaginaria entre el oriente y el occidente”. A dos horas de Barcelona está la marca de separación. Aquellos que luchan por el reconocimiento de una nación que no existe, la desean de hormigón infecundo: de luto y nieve, el norte del sur. 

Una cita enigmática extraída de Lapidario de Alfonso X al comienzo de la novela nos deja de un aire. La obra resulta conocida. Es uno de esos títulos que no sabes dónde ubicar en una biblioteca escolar. Durante bastante tiempo estuvo esperando a que alguien le diera el lugar apropiado, más de una vez lo hojeé y con las mismas retornó al mismo sitio,  a la espera de la inspiración de alguien. San Google viene a echarnos una mano, a sacarnos de la ignorancia. En pocas palabras, la obra es una traducción al castellano de un texto del árabe que a su vez estaba traducido del antiguo caldeo. Trata sobre los poderes de las piedras según los grados de los signos del zodiaco. Referirse al toro en su noveno grado tiene la cualidad de despertar la curiosidad de este lector desprevenido por lo que representa de encuentro, de regreso a los mitos, vinculado al evidente homenaje a los albores de la lengua castellana. Es inevitable que un escritor cargue con toda la tradición literaria de una lengua que le permite pasar a limpio sus sentimientos, los buenos y malos humores, el amor, el desamor, la vida y el final de los finales: la entrega del alma. Y ganarse la vida combinando sus palabras. Un guiño a sus ancestros en el corazón del campo charro salmantino, Sanchón de la Sagrada, donde pasta libre el toro bravo. Robles comparte las raíces del oeste peninsular con Bevilacqua por parte materna. Es decir, el protagonista coincide con el autor en tiempo y espacio de ascendente salmantino. 


El toro de los orígenes de la cultura mediterránea en esta miniatura de la catedral de Gerona. Siglo X

Rubén Bevilacqua es un guardia civil de cuarenta y ocho años (el autor camina hacia los cuarenta y siete). Veinte de los cuales los ha pasado investigando asesinatos. A Chamorro le quedan pocos de los treinta. Quince años juntos les acompañan. El protagonista se hace querer por su forma de ser y sus circunstancias vitales. Pasa de ascensos, su única ambición es hacer el trabajo lo mejor posible, a pesar de las bajadas de sueldo y eliminación de pagas extraordinarias. Hace tiempo que dejó de correr para conseguir cosas. Un hijo que empieza la universidad y un divorcio a cuestas que casi lo deja en la indigencia, sus credenciales. El brigada Bevilacqua cae bien porque respeta las canas de sus subordinados. Bien sabe que en su trabajo los veteranos son fuente de sabiduría; hablan poco, pero de ellos se puede aprender. En la milicia la veteranía es un grado que a nadie se le ocurre trasgredir aunque no esté escrito en norma ninguna, como si fuera mandato divino, por la cuenta que le tiene al trasgresor. 

Han salido de Madrid, van en coche camino de Logroño (los personajes cogen mucho el coche en esta novela, el guión les exige estar de viaje). Tienen un caso que resolver. Un subteniente jubilado de la guardia civil ha aparecido colgado de un puente. El autor maneja la intriga con maestría. Hay un misterio, algo que no sabemos ni los lectores ni los acompañantes del coche de Rubén, algo que nos empuja a seguir leyendo para descubrirlo porque es natural que queramos saber. “Un hombre siempre oculta algo, siempre lleva a cuestas algo que preferiría no haber hecho o dicho o sido”. Apunta el brigada al que le molestan los que llegan antes de tiempo a las citas para después dárselas de puntual, sobre todo si tienen chófer. 

La voz narradora del relato está en primera persona. Las paradas narrativas son utilizadas por el narrador, a veces, para hacer literatura del revoltijo de sus emociones y cavilaciones, momento aprovechado por el autor para explicar qué va a ocurrir a continuación. Resulta notorio que la investigación de un caso criminal ha cambiado con el asalto de las nuevas tecnologías. No está de más conocer el manejo de móviles, Facebook, GPS o Google Maps para seguir el hilo de la intriga. Los malos lo saben y se desprenden de los artilugios como si fueran la navaja ensangrentada o la pistola humeante. Los policías ven las fotos de los maleantes plasmadas en la pantalla de un ordenador, de un Ipad o Ipod. Qué lejos quedan las fotos manoseadas de tanto pasar de mano en mano en las novelas policiacas de antaño, de no hace tanto tiempo. Otra de las cosas en las que se nota el paso del tiempo es en los gustos musicales. Siempre pasa. La música acompaña la narración como si fuera el politono de un móvil. Le ocurre a Bevilacqua con el agente Arnau. La música de sus preferidos Vangelis, Battiato, Johnny Cash, Serrat o Leonard Cohen le parecen dinosaurios al veinteañero agente de la guardia civil. 

Cuando el envío de la Brigada Central de Madrid llega a Logroño, las fuerzas del orden de la ciudad tienen todo organizado. La muerte de un guardia civil jubilado ha movilizado a toda la gendarmería. Son recibidos por un comandante que confiesa estar harto de pisar papeles en la oficina, añora la calle y manifiesta sus conocimientos de cine al repetir con casquivana desvergüenza las palabras groseras de Robert de Niro en Érase una vez en América: “El hedor de la calle te la pone gorda, cosa que otros…”. Y recela de los listillos que vienen de Madrid a dar órdenes y salen en la tele. 

El capitán Reinares se hace cargo del operativo. La víctima ha sido torturada y como si hubieran matado la muerte, lo han colgado después. La viuda y su hijo, soldado profesional veterano de Afganistán, al volante se presentan en el lugar del crimen. No tiene ni idea a qué se dedicaba porque él no se lo contaba. “Es mejor que no sepas”, le repetía una y otra vez. En los matrimonios, a cierta edad, se llega a un ten con ten soportable para ambos. 



Hacen noche en la Comandancia. El coche de Robles, un BMW grande, aparece en un aparcamiento de Tudela. Le han quitado el GPS. Bevilacqua se queda de recuerdo con el CD de éxitos de Serrat que el subteniente llevaba en el coche y que solo tenía sus huellas en él. Un SMS le pone al día, están a veinte de octubre de 2011: la ETA abandona los atentados terroristas. Antes de que el sueño le gane para su causa, ve en el portátil las imágenes que dieron la vuelta al mundo del asesinato de Gadafi. 

"Un año cualquiera 
al norte del sur, 
Aitor y Carmela 
deciden en una taberna gudari 
de San Juan de Luz 
que, en vez de guitarras, 
dentro del fly case, 
la pólvora etarra 
imponga su ley. 
Estrategias del destino, 
luto y nieve en la ruleta del 
camino. 
Salida de misa, 
viernes de pasión 
un yonki agoniza 
en technicolor. 
Península histérica, 
borracha de sol 
heridas de guerra 
que nadie ganó.
Sabina y Paez





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.   
  
La imagen del toro del Lapidario es de aquí.
Las demás, escaneadas. 

8 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

El título da lugar a cavilaciones previas que se disuelven avanzada la lectura.
Un abrazo

Merche Pallarés dijo...

Me he reido con tu relato, especialmente con los artilugios modernos, Facebook, GPS, Google Maps etc. que usan los polis no como "...las fotos manoseadas de tanto pasar de mano en mano en las novelas policíacas de antaño..." ja,ja... Besotes, M.

Myriam dijo...

¡Qué buena introducción a la novela! Yo la leí completa ya.

Besos

Ele Bergón dijo...

Espero leerla y más con vuestros atrayentes comentarios. Confieso que no he leído nada de Lorenzo Silva. Ayer fui a la biblioteca donde vivo y tenían muchos libros de este autor pero ninguno era " La marca del meridiano". Menos mal que puedo vistar otras muchas aquí en Madrid, aunque con esto de los recortes no sé si lo habrán comprado que ya me ha pasado con otros libros.

Un abrazo

Luz

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente arranque para nuestro comentario. Este Vila es un hombre culto, se le nota a la legua. Esto y sus experiencias -a los dos lados del meridiano- explican ese poso de comprensión, serenidad y pruedencia que presiden su vida.

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Lorenzo Silva, había elegido una cita del Lapidario de Alfonso X, para, 'El alquimista impaciente', ganadora del Nadal año 2000.

Descubrir la que señalas en esta entrada, me llevó a comenzar y terminar el libro que ya tenía y a retrasarme -aún más- en la lectura semanal,'La marca del meridiano'.
Iremos viendo la novela séptima, con esta pareja de guardias civiles, de la serie policiaca.

Del Lapidario, decir lo bonitos que son los dibujos-miniaturas de estos manuscritos del siglo XIII y los textos tan interesantes.

Abrazos.

Abejita de la Vega dijo...

"Es inevitable que un escritor cargue con toda la tradición literaria de una lengua que le permite pasar a limpio sus sentimientos, los buenos y malos humores, el amor, el desamor, la vida y el final de los finales: la entrega del alma. Y ganarse la vida combinando sus palabras."

Te robo ese fragmento y me lo guardo como un tesoro. En lo de combinar palabras también tú eres un maestro.

No sabes dónde colocar el Lapidario en la biblioteca escolar, me resulta familiar eso. Yo tampoco sé donde colocar esos libros que nadie va a leer.

Las miniaturas medievales son un regalo para la vista, cuántas horas pasarían esos humildes artesanos dejándose la vista, con un pincel en la mano. Les rindes merecido homenaje.

No sabía de los orígenes salmantinos de Silva, sé que vive en Getafe. Y en los poblachones de Madrid se juntan gentes del norte y del sur, del este y del oeste. Y no tiene gran importancia de dónde es tu padre y tu madre.

Bevilacqua es un modesto funcionario que busca satisfacción en su trabajo, recortes aparte. Nos suena.

Respeta las canas pero le resulta un poco duro obedecer a esos oficiales que eran todavía unos críos imberbes cuando él llevaba ya años de tricornio. Es algo irónico con los superiores, los torea un poco, él puede, es el mejor.

Seguiremos a Bevilacqua y a Chamorro, esta última es mi debilidad.

Besos, Pancho.

Estrella dijo...

Empiezo con la lectura. Y aunque no deje comentarios, siempre leo tus entradas sobre las lecturas. Me son muy interesantes, son lecciones de literatura.

Saludos.