jueves, 29 de diciembre de 2016

Niebla (9) Miguel de Unamuno. Atrapado en torre extranjera.






" Y yo soy el Dios de estos dos pobres diablos nivolescos"


Niebla (9) 
Miguel de Unamuno 

A partir de la visita de Augusto a don Antolín Sánchez Paparrigópulos la novela se acelera, abandona el pausado paso castellano y coge ritmo de caballo trotón desbocado. Tocamos con la mano la tragedia final, como esas piraguas desmandadas que vemos en las películas arrastradas por la torrentera hacia el despeñadero de la catarata. Un Iguazú de tensión narrativa. Capítulos breves, ágiles, nerviosos y temblorosos como una gacela que huele el peligro del paso del río Mara. Con prisa por terminar, para qué alargar la agonía de algo que sabemos el final desde el prólogo. 

Antes de sumergirnos en el pozo sin fondo del pensamiento de Unamuno que penetra en la mente confusa de Augusto Pérez como un bisturí y después de la visita a don Antolín y el encuentro con Rosarito, Augusto sigue con la gira hogareña, de casa en casa. Va a casa de Víctor el prologuista. No olvidemos que es familiar del autor y amigo de Antolín como él mismo señala en el prólogo, por lo tanto no es un advenedizo sin importancia en el relato. 





"Pensar es dudar y nada más que dudar"

Con la excusa de saludar al recién nacido e interesarse por el amigo, le pregunta por la nivola que está escribiendo. Le lee párrafos elegidos al azar que le parecen subidos de tono. Lo que para Augusto es pornografía,  para el autor es crudeza, un “modo de excitar la imaginación para conducirla a un examen más penetrante de la realidad de las cosas; estas crudezas son crudezas... pedagógicas.” La tendencia a “los chistes lúgubres, las gracias funerarias,” tema universal de todas las literaturas, la realidad más absoluta que por mucho que se quiera camuflar, no hay manera de darle esquinazo. Hacia ella caminamos desde que los antepasados nos engendraron sacándonos de la misma nada. Víctor admite que escribe con fines terapéuticos, para sanar las soledades del alma y del cuerpo, para sacar a Augusto de los apagones peligrosos. Admite que se divierte escribiendo: “La risa no es sino la preparación para la tragedia.” De la misma forma que la calma es el heraldo que anuncia la tempestad. Le recomienda que se case para dejar de ser un solitario. El matrimonio no tiene remedio, como tampoco lo tiene ningún experimento. Si realmente quiere experimentar el alma de una mujer, le aconseja que no se fíe de lo que diga un matasanos que no haya experimentado antes en su propio cuerpo. Por ejemplo, que no se fíe de un cirujano que no se haya amputado antes un miembro propio. Zambullirse en los huecos del aire sin paracaídas, sin trampa ni cartón. La verdadera psicología de la mujer se comprende sólo en el matrimonio. Las experiencias extensivas de soltero son metafísicas. Lo mismo da más allá o más acá de lo natural. Igual que más allá es lo mismo que más acá. Si continuamos una recta por los dos lados, terminan por juntarse en el infinito, con lo cual, podemos concluir que toda recta es curva. Si no lo entiende, si lo duda, es que lo piensa. 

Dudar es pensar. 

Y pensar, dudar. Con lo cual, es la duda la que hace al pensamiento dinámico, algo vivo, mientras que el conocimiento o la fe son algo estático, quieto, muerto. Qué hábil es don Miguel para irnos metiendo poco a poco en filosofías, para hacerse entender sin abandonar las palabras mayores. Filosofía, metafísica, palabra inspirada, palabra fértil, voces fecundas. Sin que nos crujan las cuadernas al leer la intervención final del autor, justo antes de echar el telón a la conversación entre Augusto Pérez y Víctor Goti en la que se reivindica como Dios único y creador de sus marionetas, que no pasan de ser “pobres diablos nivolescos.” 

Decidido a echar su cuarto a espadas de manera definitiva, Augusto siente un latigazo por dentro, se arma de valor, aunque ella le diga que no. Se dirige a su casa para acabar de una vez por todas con el experimento psicológico. Se topa con ella y su sombrero que bajan la escalera y se apoca, batalla perdida en el primer encontronazo. De experimentador pasa a ser rana de experimento. Esta vez no escapa de la ratonera. Cuando de sus labios sale la petición de mano, rápidamente Eugenia, sin quitarse el sombrero, le echa el buen provecho, no se vaya a arrepentir y con don Fermín de testigo. 

El compromiso de la pedida le cambia la vida a Augusto como cambian las cosas vivas. Abandona las experiencias psicológicas extramuros, bastante tiene con lo de casa. Siempre atento y temeroso a la ética y estética del "¡Eh, cuidadito y manos quedas!" Le tiene a ración, con la vista basta. El apetito encendido, la inspiración en los ojos, fuentes de luz viva. Uncidos el espíritu y la materia a la yunta para arar juntos la vida que les quede. Se lo dice en endecasílabos comunes, con acento en la sexta y décima sílabas, rítmicos como sólo los hacía Unamuno cuando se ponía en serio a ello. Pero a ella le parecen tan poco musicales como su piano, unas rimas ripiosas más que eugeniosas. 





"¿Es que de no haber domesticado el hombre al caballo no andaría la mitad de nuestro linaje llevando a cuestas a la otra mitad?"

Ya metidos en harina, ella le dice que nada de perros en su vida en común. Y ya puede irle buscando un oficio a Mauricio. Que quede bien claro quién es el que manda y quién es el mandao. 

Mauricio se presenta un día en casa de Augusto para agradecerle el puesto de trabajo y decirle que piensa llevarse a Rosarito como consuelo porque "a los despreciados se nos debe dejar el que nos consolemos los unos a los otros.” Nace así una relación copiada a la que ya Antonio le había contado a Augusto en el casino, heraldo de lo que iba a sucederle a los personajes protagonistas de la historia principal. A Augusto le dan ganas de extrangular al hombre que sabe tanto de él y de Eugenia, pero al mismo tiempo hay algo que les une. 

Al mirarse en los ojos de Mauricio se ve empequeñecido, casi diminuto, como se había sentido antes al mirarse en los ojos de Rosario. Una niebla espesa envuelve la habitación. Se desmadeja, la fuerza alejada de los brazos. Quisiera estar soñando, pero la visita de Mauricio es realidad, lo atestiguan los de casa y la tristeza de Orfeo que se huele que con la llegada de ella, estorban uno de los dos. Es injusto porque de no haber sido por los animales, las caballerías, que descargaron a los humanos de los trabajos más duros, -la esclavitud de la animalidad- aún media humanidad seguiría cargando con la otra media. A ellos se debe gran parte de la civilización. Y a las mujeres. “¿No es acaso la mujer otro animal doméstico? Y de no haber mujeres, ¿serían los hombres, hombres?” A ver, a ver cómo se las arregla don Miguel para salir de este jardín sin flores.


Six o'clock, TV hour, don't get caught in foreign tower
Slash and burn, return, listen to yourself churn
Lock him in uniform and book burning, blood letting
Every motive escalate, automotive incinerate

Light a candle, light a motive, step down, step down
Watch a heel crush, crush, uh oh, this means no fear
Cavalier, renegade and steer clear
A tournament, a tournament, a tournament of lies
Offer me solutions, offer me alternatives and I decline


It's the end of the world as we know it
It's the end of the world as we know it
It's the end of the world as we know it
And I feel fine, I feel fine
Michael Stipes/REM





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me ha gustado muchísimo esa forma de ver a Unamuno con el bisturí a partir de ese momento clave en la novela. Aclara mucho al lector, desde luego. ¡¡Y REM!! Cada día eres capaz de sorprenderme. Gracias, siempre.

La seña Carmen dijo...

¿Existiría la literatura y en general el arte sin las mujeres? Pero ¡Qué infrarrepresentadas estamos por lo general!

Abejita de la Vega dijo...

En un jardín, en un berenjenal diría yo.
Animal doméstico, en fin...
Me pregunto lo mismo que Carmen.

¡Feliz Año Nuevo, Pancho!

Ele Bergón dijo...

Es una buena terapia es escribir y Unamuno lo sabía como gran filósofo que era.
"La verdadera psicología de la mujer se comprende en el matrimonio" , pero la del hombre también o de cualquier persona cuando tiene que convivir bajo el mismo techo, al menos es mi pensar.

Efectivamente dudar es pensar y eso conlleva el vivir, incluyendo a Orfeo, por supuesto.

FELIZ AÑO DE 2017