"Se le ha enfriado la fe"
Andarás perdido por el mundo (1)
Oscar Esquivias
Ismael
Lo bien hecho, bien parece (¿por qué no usar el refranero si es de lo mejor que tenemos?). Así reza el dicho y eso mismo pensamos de la sugerente portada de “Andarás perdido por el mundo.” Me refiero a la fotografía que llena la portada y a las pastas de cartón fuerte con solapas grandes que le dan un aspecto de firmeza y solidez al tacto, algo que se agradece cuando pagas al librero y te quedas con la impresión de que te llevas algo sustancioso y valioso a casa. Esa es la primera sensación que sobre cualquier libro recibe el lector y por lo tanto no debería descuidarse. Antes incluso o tan importante como la lectura de la primera página del primer cuento, auténtica bala trazadora que indica a los bíblicos perdidos por el mundo el camino más recto al objetivo.
Andarás perdido por el mundo es una de las maldiciones que el Todopoderoso le endosó a Caín y a sus descendientes. El castigo por matar a su hermano Abel, que sufrimos los herederos y sufrirán nuestros vástagos desde entonces. ¿Qué, si no, es la exitosa serie de documentales de televisión “Españoles por el mundo” y la huida de la población siria del temible trueno de la guerra en Oriente Medio que deja las ciudades reducidas a escombreras? O el niño que se suelta de la mano de su madre en el trajín de Textiles Marín (como Chencho se pierde de su abuelo en aquella mítica escena en blanco y negro de la Plaza Mayor de Madrid). Salvando las distancias y la gravedad, claro.
Recurrir a los libros sagrados para encontrar un título ya es una declaración de intenciones: nadar contra corriente. La primera página con catequesis y catequistas, concurso de belenes, Papá Noel, “la gloria infinita de ser español,” las cabalgatas de los Reyes Magos revestidos con ropas de los chinos de la esquina y la lista de las personas por las que hay que orar en el círculo joven de oración, forman un cóctel de ingredientes activos que puede ser explosivo como el trueno a poco que se le agite.
"Los monitores nos hicimos una foto con las cabezas arracimadas"
El cuento está narrado en primera persona del plural. Hay que leer varias páginas para descubrir que el otro se llama Bernardo, otras cuantas páginas más adelante se nos desvela que el narrador es Mateo. Esta estrategia de ocultación del narrador sin que se resienta la historia es bien cervantina. La materia narrativa se organiza en torno a un cuento de Navidad con protagonistas incómodos para la mayoría. A contrapelo de la moralidad vigente. Catequistas que organizan concursos de belenes, ahora que los quieren quitar. Viajes organizados a Roma a saludar al nuevo Papa argentino que pone mala cara a Macri y se ríe con Fidel. Amigo de la gente de la calle, de los invisibles y de los pobres, que le lava los pies a los desheredados de las andanadas y gallineros de los teatros.
"Cantábamos un par de villancicos, pampanitos verdes, hojas de limón, rezábamos un avemaría y nos íbamos"
Y luego está el final explosivo del relato a bordo de un ferri de vuelta a Barcelona. Contrapunto de cervezas italianas para mitigar el bamboleo de la Bañera de Ulises. Valiente Oscar Esquivias para empezar.
Restos de naufragios
bajo el mar eterno
los muertos ahogados
sirven de alimento
a pequeños seres
que serán pescados
por barcos con redes
luego cocinados
Paskual Kantero.
El presente comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.