jueves, 11 de febrero de 2010

Sancho enseña sus cartas y Trifaldín de cuerpo agigantado


Sancho, un tanto zíngaro de aspecto, descubre su ambición.
1951 - París - Valois



CAPÍTULO 2.36

Varios asuntos conforman el discurrir de un capítulo que nos lleva desde la aclaración del narrador, Cide Hamete, acerca de la organización de las 24 horas de sucesos fuera del castillo, hasta el anuncio de una nueva aventura en ciernes con la embajada de Trifaldín, pasando por el interés de la duquesa en la marcha de la penitencia de S y una muestra más de la ingenuidad del escudero que confía en la duquesa como correctora de una carta a su Teresa en la cual ha volcado sus sentimientos, mezclando el amor por su familia y sus ansias de notoriedad.


De vuelta a casa tras la noche – maravilla, desmontados los escenarios móviles por los figurantes de las antorchas que dieron luz, música y ritmo a la epatante representación, el mayordomo de la casa, responsable de la urdimbre y Merlín en la farsa, por haber delegado en él los duques (alusión a los validos plenipotenciarios de Los Austrias) ordena otra broma, más imaginativa si cabe.


La duquesa se interesa por la marcha de la penitencia, asunto de los azotes de S. Le advierte que sólo cinco azotes con la mano no son suficiente crédito para desencantar a Dulcinea. Debe dedicar más intensidad, le recuerda la duquesa que “las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada“, es menester sangre.


S se muestra dispuesto a aceptar el plan que proponga la duquesa, siempre que sea él mismo su propio verdugo y no macere demasiado sus algodonosas carnes.


Sacó Sancho una carta abierta del seno, y, tomándola la duquesa, vio que decía desta manera:

1898 - Barcelona - Seguí


Aprovecha la presencia de la dama para sacarle a colación una carta que tiene escrita a su Teresa, con cuyo contenido está de acuerdo excepto en un par de cosas que le hace saber: no hay relación causa efecto en los azotes – ínsula. El duque ya le había ofrecido el gobierno con antelación y le advierte, además, de su codicia, que “hace la justicia desgobernada”.



Hay más cosas dignas de reseña en la misiva: le advierte a Teresa que no se esfuerce en entender sus tejemanejes, partiendo de las condiciones de un dicho popular que aplica a su situación particular, ya la ve de gobernadora subida en coche. Le manda en el correo el sayo verde roto para que le componga un vestido a su hija. Califica a su amo de cuerdo de atar. Admite que el desencantamiento de Dulcinea está ligado a la ínsula, por lo tanto los destinos están unidos.


Al dar por supuesto el gobierno de la ínsula, podría parecer que la carta está escrita sobre supuestos falsos. El proceso mental que S se hace es el mismo del emigrante que marcha primero a tomar el pulso al país extranjero, posteriormente reclama su familia y sólo hace recuento de lo positivo que le ha pasado, obviando las penalidades para no preocupar, todo ello con el fin, lícito, de ascender en la escala social, con lo que ello conlleva de mejora de la situación económica personal .


No se olvida de advertir a su mujer que no diga nada de Aldonza, dando la impresión de que no está muy seguro de este asunto, como tampoco de reconocer que su burro está ahora mejor tratado que de su mano por los caminos. Le asegura que la hará rica aunque tenga que “meter la mano en la caja” sin importarle que por ello la tenga que perder, que los cojos y mancos ya ven compensada la mutilación con las limosnas que sacan de pedir.


Mostró la duquesa la carta de Sancho al duque, de que recibió grandísimo contento.

1905 - 1908. Madrid


La duquesa rechaza la sugerencia de S de modificar a su gusto la carta y van a enseñársela al duque. Después de haber comido y levantados los manteles, oyeron el son triste de un pífano, acompasado del ritmo de dos tambores. Vieron que provenía de tres hombres vestidos de negro. Siguiéndoles venía Trifaldín, un personaje de cuerpo agigantado, amantado, no vestido, armado de alfanje con rostro cubierto por un velo que entreparecía una luenga barba canosa, espantajo prodigioso que trae una embajada de la condesa Trifaldi, de sobrenombre Doña Dolorida. A la puerta, esperando permiso para ver a DQ, jamás vencido.



Seguía a los tres un personaje de cuerpo agigantado, amantado, no que vestido
Nicolás González dibujó.



Este comentario pertenece al grupo de lectura del Quijote que coordina y dirige desde La Acequia el profesor D Pedro Ojeda Escudero y ya ha sido publicado en la misma

14 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Me ha gustado el último dibujo porque veo que el "pífano" debe de ser el bajito... Muy buen resumen como siempre, querido Pancho. Besotes, M.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Cada vez me gustan más estos capítulos en los que parece que no hay nada.
Bien visto lo de Aldonza.
Extraordinarias las ilustraciones.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Buen analisis. Si, es obvio que esta duquesa es una perfida malvada, por cierto, me recuerda a la bruja malvada de blancanieves. Ahora quiere que Sancho se azote, que barbaro, ansia sangre.

La carta de Sancho, una delicia autentica.

Y el inicio de la burla (mas sofisticaqda que la anterior) de la Trifaldi, estupendo.

Un abrazo, amigo.

Paco Cuesta dijo...

A Sancho sólo le queda ascender en la escala social; en los últimos capítulos es más protagonista que su amo, está en contacto directo con la "nobleza" y como dices nada más le queda emigrar y recoger el fruto: Llegué, Ví, Vencí.

Myriam dijo...

¡Genial la ilustración de Sancho entre zíngaro y gobernador!

Unknown dijo...

Las ilustraciones son estupendas,a veces se hace difícil alguna que otra palabra,esta obra de Cervantes leída ahora sin las presiones de hacer trabajos o exámenes tiene otro regusto diferente,me está llamando la atención la sabiduría popular,la inteligencia de Sancho que,desde su humilde escala social,tiene la prudencia y el sentido común que le falta a los,supuestamente,superiores a él.
Por supuesto que no hace falta estar de acuerdo siempre con los grandes,me refiero a Unamuno,nos han de servir para dudar siempre y hacernos pensar.Abrazos

pancho dijo...

Merche: Y el grandón del fondo, Trifaldín, que no se ajusta a relato; debería ser negro como C lo fundó.

Pedro: Las ilustraciones pertenecen a una recopilación de una universidad americana; estos yankees saben hacer las cosas bien cuando se ponen a ello.

Cornelius: Pero a Sancho no conviene agobiarle; se azotará, pero a su ritmo e intensidad.

Paco: En contacto directo con las faldas de la duquesa.

Myr: Los franceses que nos ven raro a los españoles.

Cosmo: El quijote como obligación debe ser terrible, aunque sólo sea por la largura. Unamuno se tiró toda la vida pensando.

Un abrazo y gracias por vuestra huella.

Antonio Aguilera dijo...

Empieza Sancho su autoflagelo con una tanda de cinco palamdas. Como le dijeron que se las podia dosificar.
No se conforma la duquesa con "suaves" palmaditas en el trasero. Se presta a fabricarle una buena fusta para el menester.
Sadica la tia, quiere sangre.
Si no, como las obras de caridad de poca entidad, no sirven para nada (por lo visto al censor de turno no le parecio correcta la expresion y la censuraron).

La carta es bastante chula. Vemos a un Sancho cariñoso con su Teresa.
El sayo decide no venderlo, sino dejarlo para que la niña se haga un vestido. Quiere agradar a toda la familia. Tambien da novedades del rucio a su teresa: esta bueno y se le encomienda. Vaya, el burro uno mas de la familia.

Como dice el maestro Ojeda, capitulos cortos, pero dan mucho de si.

Un abrazo

Teresa dijo...

Siempre miro las láminas y dibujos que colocas en los capítulos comentados del Quijote. El principal agitanado es muy expresivo. (Perdona que no me tenga en la literatura, pero El Quijote siempre me retrasa)

pancho dijo...

Aguilera: En aquellos tiempos había pocos riesgos de levantamientos sociales por parte de los desprovistos de todo, entonces los provistos les importaba un carajo el hambre de los demás. Cuantos menos entraran en el reparto a más tocaban.

Bipolar: Las ilustraciones que ha merecido la novela también son Quijote.

Asun dijo...

Muy interesantes las imágenes. La de Sancho está genial.

La lectura de esta entrada la dejo para cuando llegue a la lectura del capítulo, que aún voy en la primera parte.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Buenas tardes, pancho:

Tus comentarios, tan puntuales, los leo siempre en La acequia.
En tu blog, me fijo en detalle en las ilustraciones. Las de hoy, de escenas: coloreada la de 1898, la de López Cabrera de Sevilla de 1908; el Sancho de 1951, La Teresa Panza con la visión tan característica de Eleazar, y los dibujos de Nicolás González. Estupendas todas.

Saludos. Gelu

Abejita de la Vega dijo...

Me gusta tu Sancho agitanado.
El proceso mental de Sancho gobernador es el de un sensato emigrante, efectivamente. Pero si yo fuera Teresa, ya estaba ahí en el castillo ducal a ver que hacía mi media naranja.
El Trifaldín amantado, gigante yo lo imagino con su alfanje y su contoneo, como un moro de una comparsa levantina de "moros y cristianos".
Suscribo lo que dices en "La acequia" acerca de la gran labor de Pedro Ojeda.
Disfruto enormemente con los comentarios que me haces. Te contesto en la "arañita".
Quijotesco y botánico Pancho.
Un abrazo

pancho dijo...

Asun: Seguro que aceleras y pronto nos pillas. Te estaremos esperando cuando llegues a la par.

Gelu: Parece que podremos seguir utilizando la página americana que recopila las imágenes de muchas ediciones y países distintos. Estuvo en obras unos días.

Abejita:
A este Sancho sólo le falta la guitarra y la pandereta para preparar el sarao.Ésa es la imagen que tienen de nosotros por ahí fuera.

Lo de botánico, un poco nada más. Lo que sé es por la práctica y la observación de las plantas. Las flores son bonitas pero detrás tienen bastante trabajo previo. Requieren tanta dedicación como El Quijote.
Los que disfrutamos somos nosotros con tus trabajadas visiones de la obra.

Un abrazo y gracias por la visita y comentario.