MIGUEL DELIBES. EL HEREJE
CAPÍTULO VI
El adolescente protagonista, Cipriano Salcedo, es el hilo conductor de una trama de gran fuerza narrativa por la gran cantidad de acontecimientos que se suceden en la narración. Entre otras cosas se nos da cuenta del tercer y último año de estancia en el internado de los niños expósitos. Los problemas de conciencia que le asaltan por su relación amor – odio con su padre. Su toma de conciencia de las injusticias tiene como reflejo el episodio con el Corcel. También está presente la resolución de los conflictos en los lugares cerrados, como forma de ganarse el respeto de los demás. La peste que se declara en Valladolid pone fin a La Conferencia, reunión de clérigos que divide y enfrenta a todos los ámbitos de la sociedad en erasmistas y anti erasmistas, que en muchos casos ignoraban la existencia de Erasmo de Rotterdam una semana antes. El autor aprovecha el año y medio de peste para que entre las mermas se incluya a su padre, Bernardo Salcedo: apenas unas líneas marcan la transición de protagonismo del padre al hijo, aunque ya en el anterior capítulo había desaparecido. Cipriano sale del internado para descubrir la lectura en la biblioteca de sus tíos, don Ignacio y doña Gabriela. Reaparece Minervina para que la pasión se apodere de ambos. La expulsión de la nodriza al ser descubiertos por la señora pone fin al capítulo y al libro I: “Los primeros años”.Por Agosto los expósitos ayudan a los labradores en las faenas de las eras a cambio de unos fardillos de grano que luego venden en el mercado. El Escriba felicita al Mediarroba, a Tito Alba y al Gallofa por haber quedado segundos en la recolecta, tan sólo a un celemín de distancia de los ganadores.
CS visita la capilla del internado durante los recreos siguiendo los consejos del padre Arnaldo. Se siente a gusto en el silencio y recogimiento del templo. No conviene dejar solo al señor en la capilla. Las visitas son deprisa y corriendo al principio, más pensando en los zancos que le aguardan para jugar en el patio que realmente concentrado en las oraciones. Siento cierta comezón porque sus oraciones consistan primordialmente en peticiones; primero, por su futuro; luego, por Mina y después, por sus colegas de internado. Tanto tenía que pedir que “sus visitas a la capilla comenzaron a durar tanto como los recreos”. Su egoísmo le llevaba a confesarse con el padre Toval todos los sábados. Lo que realmente buscaba era su tranquilidad de conciencia. El confesor le hacía un repaso por los Mandamientos. Al llegar al cuarto: “honrarás a tu padre y a tu madre”, el padre encuentra gravedad en sus sentimientos. A su juicio, un padre merece aprecio por habernos dado la vida. Sin embargo, CS se siente incapaz de amar a alguien que continuamente le vejaba. Lo odia hasta el punto de establecerse en su conciencia una lucha entre el amor que le debe y el odio que en realidad se profesan. Su reconcomio llega al punto de preguntarse: ¿Voy a consumirme en el infierno solamente por odiar a mi padre sin quererlo? A sus escrúpulos de conciencia se añade la injusticia humana, la riqueza mal repartida que el personifica en los tres compañeros que estudian solo porque él mismo lo hace, porque su padre paga por ellos la estancia. A ello se une la humillación del Niño que tiene que acudir a la llamada del Corcel.
La madrugada no tiene corazón. Dímelo en la calle
Una noche, imbuido del espíritu de don Quijote, impide que el Niño acuda a la llamada del Corcel. Éste, que siente el deterioro de su autoridad como un insulto, se mete en la cama del Mediarroba que lo recibe con un rodillazo en sus partes colgantes que le hacen retorcerse y lanzar los quejíos de un perro apaleado. Cuando los dolores le permiten articular palabras, le desafía para el recreo del día siguiente. Son cinco minutos de pelea en los que Delibes despliega sus dotes de narrador de manera admirable. Una página y media que justifican una novela. David contra Goliat. El Mediarroba contra el Corcel al que propina otra paliza, liberando de este modo al Niño de la tiranía, alzándose como macho alfa de la manada. El Corcel, arrinconado a la soledad y desprecio del perdedor. CS intenta disculparse en un paseo de los jueves, pero el Corcel no acepta las disculpas.
Una semana más tarde, Valladolid sufre una invasión de clérigos. La Conferencia reúne en la villa unos mil quinientos tonsurados pertenecientes a todas las jerarquías de la iglesia. El Escriba les encarece que omitan el besamanos mientras dure la Conferencia que viene para alterar la normalidad de la vida ciudadana.
Valladolid no está exento de la división que la figura de Erasmo de Rotterdam había ejercido en el mundo cristiano. Se forman los bandos de los erasmistas y de los anti erasmistas. La división llega al Hospital de Niños Expósitos, tanto en los profesores como en los alumnos, que una semana antes ignoraban la existencia del teólogo holandés y sus ideas. Delibes nos presenta los avances de la Conferencia en dos planos distintos: el propio de los participantes directos y sus consecuencias en el internado. La tensión de las discusiones traspasaba las paredes de los templos e impregnaba la vida de los ciudadanos. Los principales detractores de Erasmo son las órdenes religiosas a las que había atacado en El Enchiridion. Desde los púlpitos inflaman a la plebe que pide la hoguera para la obra de Erasmo.
En general los anti erasmistas sostienen que Lutero no habría existido si no hubiera sido por Erasmo. Entre ellos destacan fray Antonio de Guevara, fray Francisco del Castillo y el maestro Margalho que denuncia que Virués está en contacto con Erasmo. Cuando parecía que las discusiones se ladeaban del lado de Erasmo, en contra de Lutero (algo que satisfacía al Papa y al Emperador), aparece la peste. La Conferencia se suspende sine díe. La ciudad se prepara para un largo asedio de enfermedad y muerte. Se organizan para combatirla. Los pudientes escapan a sus casas de campo junto a los ríos. Se pone especial hincapié en la atención médica y alimentación de los pobres pues el hambre facilita el contagio. En un principio aparece el sarampión que actúa como heraldo de la peste. Los colegiales contribuyen de manera abnegada a enterrar los muertos, trasladar enfermos y clausurar las puertas de casas infectadas. CS es uno de los encargados de lanzarles comida desde los tejados. La llegada del frío atenúa los efectos; pero en cuanto templa, la enfermedad se vuelve a cebar sobre todo en los pobres. Los expósitos prenden hogueras con cantuesos, romeros y tomillos para contrarrestar las emanaciones nocivas.
Su padre gravemente enfermo, el cuerpo cubierto de landres abiertas, purulentas...
Tito Alba y el Gallofa mueren, también lo hace su padre de cuyo entierro se tiene que hacer cargo. “La agitación y los quehaceres no permitieron a Cipriano reflexionar sobre su orfandad”.
Cuando ya la pestilencia parecía permanente; en otoño, año y medio después de la erupción, se produce el milagro de su superación. Se organizan juegos de cañas y corridas de toros para celebrarlo al llegar la primavera. También es en esta estación cuando CS sale del internado a casa de su tío que hará de tutor hasta la mayoría de edad. Extraña su vida anterior, sus amigos y costumbres. En la biblioteca “Cipriano fue descubriendo el placer de la lectura, el acto íntimo y silencioso de desflorar un libro”. Congenia con su preceptor, don Gabriel de Salas y progresa en sus estudios.
Doña Gabriela contrata a Minervina, convencida de que su venida ayudará a paliar la melancolía que embarga a CS. Su estancia en la casa dura cinco meses. Los jueves de los cuatro últimos que se quedan solos en la casa, se convierten en los jueves de la niñez de CS con el añadido del sexo. Mina nutre a CS como antes había hecho de niño. Incapaces ambos de detener la llamada de la pasión, más fuerte que los escrúpulos que le asaltan de repetición del esquema del amo que se aprovecha de su criada y las reticencias de sus confesores a absolverle si no existe arrepentimiento previo. Un día doña Gabriela los sorprende apareándose y expulsa a Minervina de la casa, cinco meses después de su llegada dando así por terminado el libro I de “los Primeros años.”
Romance apasionado.
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.