miércoles, 9 de noviembre de 2016

Niebla (2) Miguel de Unamuno. Seguir la corriente.






"Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho con la mano palma abajo."

Niebla (2) 
Miguel de Unamuno 

Lo primero que llama la atención de Niebla es que la narración no es uniforme ni lineal, hay una mezcla constante del narrador tradicional en tercera persona: “Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho, con la palma abajo y abierta,” un soliloquio o monólogo en primera persona en que el personaje le da la vuelta a las cosas: “Esperaré a que pase un perro -se dijo- y tomaré la dirección inicial que él tome.” Y la irrupción de un diálogo entretenido, mucho diálogo, como de teatro del absurdo: 
-Dígame, buena mujer –interpeló a la portera sin sacar el índice y el pulgar del bolsillo–, ¿podría decirme aquí, en confianza y para inter nos, el nombre de esta señorita que acaba de entrar?
–Eso no es ningún secreto ni nada malo, caballero. 
–Por lo mismo.
–Pues se llama doña Eugenia Domingo del Arco.
¿Domingo? Será Dominga... 
–No, señor, Domingo; Domingo es su primer apellido. 
–Pues cuando se trata de mujeres, ese apellido debía cambiarse en Dominga. Y si no, ¿dónde está la concordancia? 

La transición de este narrador omnisciente, que aparentemente puede parecer tradicional, pero que enseguida vemos que se fija en cosas intrascendentes como un paraguas cerrado, el monólogo interior ensimismado (A menudo, Augusto respondiendo a sus propias preguntas) y el diálogo fluido entre personajes se realiza con suavidad, sin movimientos bruscos ni estridencias que violenten la lectura. Ojo con el ritmo que don Miguel le imprime a los diálogos.   

Llamarse Augusto imperial te predispone a la grandeza del pedestal y a la quietud marmórea de una estatua con vida. Llamarse Pérez corriente y moliente te descabalga sin contemplaciones de la peana a mirar hormigas a ras de tierra. Ahí en ese ir y venir, subir y bajar de las estatuas dando bandazos entre la soledad (disimulada o paliada con el perro Orfeo, buen confidente) y la multitud se mueve la personalidad de Augusto Pérez, protagonista en una tarde de lluvia fina de cualquier pequeña ciudad de provincias. 






"¡Perdone hermano! -esto se lo dijo en voz alta- ¿Hermano? ¿Hermano en qué?


La tensión narrativa en Niebla está servida desde el nombre y apellido del protagonista, una bicefalia con ambiciones que hay que equilibrar. Llamarse Augusto Pérez imprime carácter, vértigo de altura, mezcla, amplio recorrido, ambigüedad y mal fario desde el principio. Aparece Augusto recién estrenado, como un espíritu recién salido del barro y del soplo bíblico original, a la puerta de su casa dispuesto a activar los sentidos. Extiende la mano para sentir la lluvia lenta, vivir es un regalo. Con el brazo extendido, la piel húmeda al tacto, mide la cantidad de agua. Sopesa la necesidad de abrir el paraguas. Nada tan feo como un paraguas abierto. Las cosas se estropean de tanto usarlas, igual que se desgasta el amor. ¡Qué bella es una manzana antes de ser comida! Un paraguas, una manzana, un perro, una hormiga, las cosas sencillas que más a mano tenemos, que damos por supuestas, pero que nos harían la vida más difícil si dejaran de existir. Imbuido de esta apreciación por el detalle, Augusto llega a comparar el paraguas con Dios al que solo recurrimos cuando queremos que nos proteja de los males. 

Augusto abandona la casa que es su panteón, aprende la vida, rompe a andar como un niño tembloroso, se echa al camino y activa la vista en un regreso a los orígenes, nada más nacer. Como no tiene moneda, decide seguir la dirección del primer perro que aparezca cuando los perros eran libres, no esclavos. Pero qué perro ni qué perro, lo que aparece es una moza bizarra de ojos imantados que deslumbran sus ojos recién estrenados, la sigue hipnotizado hasta su casa. 

Descubre que tiene el don de la palabra hablada. Berganza y Cipión. Lo primero que dice es un “¡Perdone hermano!” para llamar la atención de Joaquinito, un paralítico al que le cuesta un mundo moverse a la rastra. ¡Eso sí que es un trabajo! Y no la exhibición del mamarracho del chocolatero a través del cristal. 

Activa también el oído, el ruido sordo de los automóviles, un molesto ruido de fondo y polvareda. La Cerbera aguarda. Nada mejor que aprender a escribir (a pluma para que no se borre) con el nombre y dirección de la Cerbera que aguarda. “María Eugenia Domingo del Arco. Avenida de la Alameda, 58.” Nombre con “de” que imprime carácter de ministro, como algunos sacramentos. 

Augusto se siente a gusto solo, pero no vive solo. Comparte la casa con sus criados, un matrimonio de aquellos que nacían y morían en casa de los señores. Ya en casa, después de la excursión callejera, escribe una carta a Eugenia proponiéndole que le permita conocerla, que se hablen y se escriban. La cierra y se echa de nuevo a la calle. Se cruza con ella “cortando con sus almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelve las almas de los que pasan.” Le entrega la carta a la portera tras otra conversación nebulosa. No es el único pretendiente, pero “lucharemos y venceremos”, dispuesto a cumplir con su deber, comenzar las maniobras del cortejo y derribar la fortaleza. 






"Fijos los ojos de presa en la niebla solar"

Busto de don Miguel de Unamuno en las escaleras del Palacio de Anaya. Obra de Victorio Macho. A don Miguel no le gustaba porque, según él decía,  le hacía demasiado viejo y severo. 


Con Victor Goti, el prologuista,  juega y pierde al ajedrez en el casino provinciano como el que vio a Carancha recibir un día. Pierde porque está enamoriscado de Eugenita la pianista que todo el mundo en el barrio conoce menos él que es un poco primaveras. Juega y pierde al tute con su criado Domingo, como juegan muchas noches. Lo que tiene que hacer el señorito es buscarse una mujer de gobierno que sepa querer y gobernar (como María Cristina) y deje de ser águila que se pasee por el seno de las nubes. “El aburrimiento es el fondo de la vida, y el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor.[…] ¡Oh, Eugenia, mi Eugenia, flor de mi aburrimiento Y quedose dormido.” 

La voz en grito del chiquillo vendedor de prensa le saca del sueño del águila poderosa que vuela alto en un vuelo adormecido por “el silencio que hacen los rumores remotos de la tierra.” Asciende el águila hasta confundirse con las nubes y anuncia la luz del día, el segundo de su nueva existencia.


María Cristina me quiere gobernar, 
y yo le sigo, le sigo la corriente 
porque no quiero que diga la gente 
 que María Cristina me quiere gobernar
Eliades Ochoa Y Compay Segundo



El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


6 comentarios:

La seña Carmen dijo...

¡Eugenia! ¡Eugenia! ¡Cómo juega Unamuno con el lector también con este personaje!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Unamuno consigue en este libro una fiesta de la literatura. No solo atrapa por el tema -universal y atemporal pero hoy quizá nos ocupa menos- sino, sobre todo, por estos juegos que tan bien indicas en el texto. Excelente.

Ele Bergón dijo...

Me gusta lo que dices de lo que significa el nombre y el apellido de protagonista, el emperador y el apellido de "andar por casa" quizá la novela vaya, va, por ahí, entre lo magestuoso y lo cotidiano..
!Qué buen acierto has tenido en pedirle a Pedro que volviésemos a leer Niebla!
Una delicia
Besos

Abejita de la Vega dijo...

Augusto es un señorito ocioso que nos irrita con sus reflexiones que él cree profundísimas y trabajadísimas. Se va detrás de Eugenia, la flor de su aburrimiento. El amor le hace pensar que existe, qué equivocado está.
Un placer leerte, Pancho.
Besos

Myriam dijo...

Suscribo al comentario de LUZ, justo te iba
a escribir sobre el nombre y apellido de este personaje y ella me lo sirvió
en bandeja de plata.
Como te imaginarás ando corriendo por la Niebla y sus derivados, espero no hacerme torta :-) de ahí que no escribas mucho,
pero leerte, lo hago con mucha atención ( al igual que a los otros compañeros de lectura)

Besos, Pancho

Gelu dijo...

Buenos días, pancho:

No se nos va la sonrisa en estos primeros capítulos.
Nos quedaríamos sin nivola, pero, ¡qué sencillo sería todo para el personaje Augusto con una “mujer de gobierno que supiera querer y gobernar! “.
Me encanta la interpretación de Eliades Ochoa y el Compay Segundo de esa canción que has escogido.

Un abrazo
P.D.: La fotografía del rector magnífica, y estupenda la caricatura. Soy consciente del riesgo que comporta llevar la contraria a D. Miguel, pero encuentro perfecto el busto que le hizo Victorio Macho.