lunes, 23 de marzo de 2015

Entre visillos (4) Carmen Martín Gaite. Pinchar en hueso.





"Natalia respiró fuerte mientras se alejaba hacia las calles tranquilas"


Entre visillos (4) 
Carmen Martín Gaite 

No hay duda, la salida en tropel de la gente de los sitios es un espectáculo. Así se entiende que la primera película que se recuerda, por tanto hablamos del nacimiento del cine, sea la grabación de la salida de los obreros de una fábrica de Lyon, rodada por los hermanos Lumière el diecinueve de marzo de 1895. Carmen Martín Gaite elige una tarde de feria, el barullo de la salida de una corrida de toros que empieza a las cinco en sombra de la tarde, justo cuando la gente se desparrama en todas las direcciones con la tarde ya rendida, para situar un diálogo entre Gertru y Natalia que hacen planes para después, lo que queda de jornada festiva. 

 Natalia ha ido a los toros por acompañar a su amiga Gertru que sale “atenta al equilibrio de su peineta,” subida en zapatos topolino con mantilla, abanico y pañolón. Exaltación del casticismo. Polvareda en la explanada antes de salir al asfalto. La gente que no va a los toros se agolpa en filas compactas a lo largo de las aceras para ver pasar el desfile de moda de los que vuelven andando, a los toreros en sus coches, revueltos con los caballos de picar. Los revisteros con prisa por escribir la crónica de lo visto y mandarla a los periódicos. De purísima el cielo y el resplandor del oro en la mirada de los espectadores que se echan a la calle dando pases a las sombras y hablando de toros. 




"Al salir de los toros no encontraban el coche. Traían en los ojos chispas de sol, del oro de los trajes"


 A Gertru le cambia hasta el habla cuando se encuentra con su novio Ángel un poco más tarde, ahora habla cursi, medio gangoso y repite a menudo ¿Sabes? El catálogo completo del pijerío. 

 “Qué mueble bizantino” observa una de las chicas de Manolo Torre que guarda la mesa. El varón tampoco baila, mientras se cruzan las miradas y se aceleran los latidos en mitad de tanto bullicio. El género se tasa por la apariencia física. Hay que defender la bebida de los empellones de los asistentes. “Somos las mil y una niñas” se queja otra de la abundancia del género femenino en el baile. Los aledaños se despejan un tanto cuando los músicos, vestidos de azul eléctrico, echan mano a los instrumentos con pereza. Gertru saca a su novio a bailar en un gesto claro de franca transgresión de las costumbres. Natalia da calabazas a Manolo Torre y se va, dando por finalizada su primera experiencia en el baile del Casino. El galán rechazado encuentra acomodo con Marisol cuando fuera aún no se ha ido el día del todo. 



"¿Verdad que se está muy bien tan alto? Mira la Plaza Mayor"


 “El cielo estaba moteado de vencejos altísimos.” Natalia siente arrugado el vestido y arrugadas las medias de cristal. Como no era tarde, se va con Julia a dar un paseo por la zona antigua. Así descansa de tanto coser. Mucha costura le espera también a la ganadora  Susana Díaz para unir los hilvanes de Andalucía. Al pasar por la catedral ven la puerta abierta y suben a la torre. Contemplan la ciudad a sus pies, desconocida y salpicada de luces. Julia rompe a llorar y le abre el corazón a su hermana pequeña. La tensión que sobre ella ejercen el novio y su padre a la vez puede con ella. La falda siempre demasiado corta para el padre. Cansada de reñir por carta, se muestra dispuesta a echarse la vida al hombro y marcharse con él a Madrid. “Encima de sus cabezas chirrió la maquinaría del reloj, que era grande como una luna.” 




"Paseó un momento sus ojos sin pestañeo por toda aquella masa agrupada de la ciudad que empezaba a salpicarse de luces y le pareció una ciudad desconocida"


 Pablo Klein se aloja en la pensión América;  una casa estrecha a las afueras, al pie de la Casa de los Locos. La luz llega mortecina al suelo desde los techos tan altos que tienen las habitaciones. Allí se aloja Rosemary también. Trabaja de animadora del Casino. Lagarto, lagarto. Esa noche se ha pasado con la bebida y habla por los codos. Mueca tirante y brillo lechoso en la mirada. Cuando se retira a su habitación, anda con “paso inseguro sobre sus altos tacones.” Cuidado con el escalón. Pablo la acompaña, no se aprovecha de ella. Ella vuelca el corazón como solo lo hacen las almas sinceras, borrachas de franqueza. 


 Pero esta noche estrena libertad un preso 
desde que no eres mi juez. 
Tu vudú ya pincha en hueso, 
tu saque se enredó en mi red. 
Joaquín Sabina






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



3 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Tu fotografía de la Plaza de Toros, me ha llevado de tu texto del capítulo 5 al capítulo 4, el de los paseos de Pablo Klein.

[...]”No me fue difícil encontrar el barrio donde habíamos vivido aquellos dos inviernos, cerca de la Plaza de Toros. Ahora por allí estaban construyendo mucho, asfaltando calles y abriendo otras nuevas. Se levantaban las casas amarillas[...]La nuestra, un viejo chalet con jardín, la habían demolido.”
Sigo, (de mi cosecha):
Los comentarios de las chicas en el baile, tan repetidos en todas las salas de las ciudades de provincia.
Muy bonita la foto nocturna con la plaza mayor iluminada.
Qué estupenda novela construyó Carmen Martín Gaite. Qué bien retratados todos los personajes, con sus pinceladas tan precisas.

Un abrazo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente comentario, excelentemente ilustrado... y excelente tu propuesta de arranque. De hecho, me has puesto a pensar sobre cómo se refleja en esta novela la multitud y la soledad y sus consecuencias en la narración.

Abejita de la Vega dijo...

Natalia s sube a la torre para ver más allá de los visillos. Me gustó ese pasaje. Natalia es una chica rara, huirá en cuanto pueda. Es la esperanza.

El ambiente de la salida de los toros es lo de siempre, falsos oros.

Besos, Pancho.