Un boxeador sin rostro calienta en los prolegómenos de un combate. Arrebujado en una toalla blanca cumple con el vistoso ritual del gallo de pelea. Como si hiciera guantes con su sombra, la respiración profunda y entrecortada; extraña para el supuesto ritmo regular de un deportista. El escenario es austero: un cuadrilátero de boxeo y una luz cenital. Un fogonazo que deslumbra persigue al personaje. La danza simulada del actor se hace visible para los espectadores vociferantes que desde la penumbra del contraste le jalean.
Es el día de Santiago, patrono de España, del mes de julio de 1992. En el Estadio Olímpico de Monjuich la flecha de un arquero da en el blanco que pone en marcha el mejor y más esperado espectáculo del mundo. La voz en off del narrador canta las hazañas olímpicas de los deportistas grabadas en bronce noble y eterno, permanente e indeleble en la memoria de aquellos que las vivieron.
Cuatro días antes, Urtain, acosado por las deudas, se desploma sobre el suelo desde el piso en el que vive. Allí yace el antiguo peso pesado, reventado sobre el asfalto como un saco de escombros. Cansado de vivir cuando no había cumplido los cincuenta, se negó a envejecer. Esa misma mañana lo habían visto comprar el periódico en el mismo quiosco de todos los días. Tampoco encontró nada en él que le diera sentido a su existencia, que le acercara al mundo de los vivos y tomó la decisión definitiva: el ángel de las sombras le abrió la ventana, él las alas y se zambulló en el agujero del aire para ver volar a los peces de colores. No es más que uno entre el millón que se quita de en medio por las bravas cada año.
Urtain descumple los años por las aceras de su pasado, desanda las pisadas. El mundo está inundado de Barcelona y Olimpiada del 92, al ritmo de la rumba de Los Manolos en “Amigos para siempre”. Lo último que recuerdan de él en la redacción de Marca es que quería recuperar una foto suya con Franco. Le llora un ojo por culpa de un derrame. Suda hasta debajo de la nieve. Sonado. Se llama José Manuel Ibar Azpiazu. Responde a la pregunta del rincón de los golpeados: tiene hijos, pero la mujer se fue con otro. Desorientado. Los nombres de Jurgen Blin y Peter Weiland se le agolpan en el recuerdo. El británico Henry Cooper le hizo daño de verdad, le arrebató el título y le bajó de las nubes a mamporros. Un experimentado boxeador que antes había tumbado a Cassius Clay.
En 1996, Maitena valoraba los cambios en los modos de vida de los españoles después de veinte años de Democracia, los mismos que tenía el diario El País. Fueron casi los mismos años que vivió Urtain después de abandonar la actividad que le encumbró:
En el 29M. El "Cojo Manteca", icono de las revueltas estudiantiles de 1987.
En mayo de 1996 el diario El País publicaba el especial: El PAÍS 20 AÑOS. He recogido algunas palabras de un pequeño glosario de nuevos términos que iba cosido en su interior, obra de Alex Grijelmo. Con la perspectiva que dan los años -dieciséis en concreto- ya podemos hacer inventario de los neologismos que tuvieron éxito y se consolidaron en la lengua o los que, por el contrario, cayeron en el olvido.
Abertzale: (plural castellanizado, abertzales). En vascuence, “patriota”. Se designa así a todos los nacionalistas vascos, aunque una minoría de ellos haga poco honor al significado de la palabra.
Bakalao: Música machacona que no hace ningún bien al pescado que le presta el nombre, que no suele repetir si se cocina como es conveniente. Cuando se puso de moda, la seguían los que cortaban el bacalao en el ambiente discotequero, y a lo mejor hasta de ahí procede la expresión.
Carroza: En jerga, siempre significó “homosexual viejo”. Ahora, solamente viejo.
Toque: En fútbol, el estilo de juego que consiste en pasarse muchas veces la pelota entre los jugadores de un equipo a la espera de que, de manera casi natural, se descubra un hueco en la defensa contraria. Lo empezó a practicar el Barça de Cruyff en 1988. Lo siguió, con modificaciones, Jorge Valdano como entrenador del Real Madrid. Y lo criticó Javier Clemente, seleccionador español. Después todos sabemos quién fue el ganador del Campeonato del Mundo de 2010 de Sudáfrica y qué es el Tiki-taka: modo de jugar que todos los equipos del mundo quieren imitar, pero pocos lo consiguen porque no cuentan con Xavi, Iniesta, Villa, Casillas, Alonso, Ramos, Navas ni cualquiera de los jugones campeones.
Walkman: Magnetófono portátil, para andar con los cascos puestos. ¿Quién se acuerda de esta innovación con cinta?
Alex Grijelmo publicaba en 2001 un Diccionario de las palabras muertas. Vocablos y expresiones que existían en los setenta pero que dejaron de utilizarse con la llegada del milenio.
Ambigú: Se llamaba así al bar de los teatros y los cines, tomando la palabra del francés. Pareció imprescindible en su momento, pero ahora casi nadie la usa.
Gachí: Decíase de la mujer esbelta, espectacular; algo más que guapa. Según el diccionario, es el femenino de gachó, pero no parecían equivalentes.
PENENE: Profesores no numerarios. Procede de las iniciales PNN, y se convirtió en palabra común. Dieron mucho juego en la información universitaria: combativos, conflictivos, imprescindibles. Uno de los gobiernos de Suarez se llamó “el gobierno de los penenes”. Pero las palabras que crea la Administración y o el pueblo corren siempre peligro. Fueron abolidos.
Simca: Tal vez el coche más popular, después del seiscientos. La palabra procede de las siglas de Sociedad Industrial de Mecánica y Carrocería del Automóvil, empresa francesa que luego se integró en Talbot. El grupo Los Inhumanos grabó una letra donde se decía: “Que difícil es hacer el amor en un Simca mil, en un Simca mil”. Muchos padres que habían cantado esas estrofas algunos años antes descubrieron poco después lo que habían cambiado los tiempos desde que ellos fueron niños. Al escuchar esa música, sus hijos les preguntaban: “Papá, ¿qué es un Simca mil?” Sobre la expresión “hacer el amor” no necesitaban aclaraciones.
"Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño…,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero".
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.