martes, 29 de noviembre de 2011

Habla popular de Lumbrales (105)







 En paralelo aprendieron a crecer, a vivir y a tolerarse a ras de tierra ; juntos se abrazan y se lanzan en busca de la luz en armonía imaginada y natural.



Pámpano: Tallo de parra tierno. También se le llama así a la flor de la acacia, que son comestibles.
DRAE: 1. m. Sarmiento verde, tierno y delgado, o pimpollo de la vid.
DCT: mismo significado.
BDE: Hacia 1400. Del latín PAMPANUS “hoja de vid”, “sarmiento tierno”.

Panadera: Paliza, azotaina, zurra de azotes. “Se fue pa casa con una buena panadera encima”.
No está en el DRAE con esta acepción.
DCT: Paliza. Serie de golpes dados a una persona con la finalidad de dañarlo.
BDE: 1335.

Pando: Soso, simplón, de escasos arrestos. ¡Ah pando! ¿Como te dejaste quitar las pinturas?
DRAE: 5. adj. Dicho de una persona: Pausada y flemática.
No está en el DCT con esta acepción.
BDE: 959. Del latín PANDUS “arqueado, alabeado”.

Panguato: Deformación de pazguato.
DRAE: Pazguato: 1. adj. Simple, que se pasma y admira de lo que ve u oye. U. t. c. s.
DCT: Persona que habla mucho pero que no sabe lo que dice.

Paniego: Terreno de abundante producción cerealística, que produce mucho pan. “La tierra de Las dos Albercas siempre carga de trigo, es muy paniega”.
DRAE: mismo significado.
DCT: Persona acostumbrada a comer mucho pan.
BDE: 1495.






Pañoleta: Trozo de lona atada al vientre de los carneros para que no monten a las ovejas en tiempo de celo."El carnero iba tan ufano con su pañoleta en mitad del atajo”.
No está en el DRAE con esta acepción.
No está en el DCT.
BDE: 1570. Proviene de paño. Del latín PANNUS “pedazo de paño”, “trapo, harapo”


 


Paparrucha: Fango, barro de los caminos en tiempo blando, cuando pasan muchos vehículos. “Estas galletas no son buenas, se hacen paparrucha cuando las echas a la leche”.
DRAE: 3. f. León. Masa blanda, como la del barro.
DCT: 1.2 Nadería, estupidez, tontería. 2.- Fango.
BDE: 1843. Viene de papa: voz infantil y familiar, del latín PAPPA “comida”.

Parada: 1.- Lazo hecho con una soga que se pone en un palo para echárselo a los cuernos de una res con el fin de sujetarla y engancharla al carro, arado etc. 2.- Donde se llevan las yeguas para que el macho las fecunde.
DRAE: 13. f. Lugar en que los caballos o asnos cubren a las yeguas.
No está en el DCT con la primera acepción.
BDE: 929.

Paralís: Acortamiento de parálisis. “Le dio un paralís de chico y por eso va en silla de ruedas”.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.
BDE: Parálisis: Finales del S. XIII. Tomada del griego parálisis “relajación”, “parálisis”, derivado de paralýein, “desatar”, “aflojar”.




Parirse: Caerse o deshacerse la carga, romperse el saco. También se usa cuando está a punto de hacerse un portillo en la pared: “Esta pared está parida, pronto tenemos portillo”.
No está en el DRAE con esta acepción.
DCT: Caerse la mies del carro durante el acarreo.
BDE: Parir: finales del S. X. Del latín PARERE “dar a luz” “producir, proporcionar”.


 

Pares: Lo que las hembras tienen que expulsar después de haber parido. “Tenemos que encontrarle la cría a la vaca, todavía tiene los pares colgando”.
No está en el DRAE con esta acepción.
No está en el DCT.
BDE: Las pares “la placenta”, 1495, por aplicarse conjuntamente a ésta y a las membranas que se expelen después del parto.

Parrao: Toro o vaca que tiene la cornamenta desmesuradamente extendida.
DRAE: Parrado: 1. adj. En forma de parra.
No está en el DCT.

El color verde aceituna en algunas palabras o expresiones indica que son de reciente incorporación, posterior a Mayo de 2007.


Abreviaturas utilizadas:
DRAE: Diccionario de la Real Academia Española.
DCT: Diccionario del Castellano Tradicional.
BDE: Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Joan Coromina.

La foto de las ovejas que siguen al pastor y al perro es de Jaime Grandes


domingo, 27 de noviembre de 2011

Un as escondido en la manga

Como tantas veces antes, le recibe el mayordomo fiero como un pirata somalí.


RIÑA DE GATOS.
EDUARDO MENDOZA. (11)

Es tarde y el presidente Azaña recoge para irse a casa. Una llamada de Amós González, ministro de Gobernación, le impide marchar y recibe en su despacho, además de al ministro, a Gumersindo Marranón, Alfonso Mallol y a AW. Éste tiene que repetir por enésima vez lo que ha oído y visto, escondido de los generales levantiscos en el palacete de la Castellana. Azaña, avejentado más de lo que se podía suponer de sus 56 años, se muestra más interesado por el cuadro de Velázquez, por novedoso. El asunto de los generales no es nuevo y las revelaciones del inglés no caerán en saco roto, pero cree tenerlos controlados, con excepción de los africanistas a los que teme.

"Diana dominaba la escena, como las fuerzas despiadadas que se abaten sobre los hombres".

Ahora no tiene prisa. Se detiene en contar una conferencia de Edwin Garrigaw a la que asistió en París en el 14, poco antes de La Gran Guerra, sobre Tiziano y su parada en la explicación de La Muerte de Acteón. Hace un paralelismo entre la situación del país y el cuadro: “La falta irreparable ya ha sido cometida, la flecha dejó atrás el arco; sólo nos queda esperar a que nuestros propios perros nos hagan pedazos. […] Yo creo que la flecha que nos puede matar es precisamente el derrotismo de todos”. Añade que las recientes elecciones demuestran que no es el único que piensa que la salvación aún es posible. Lo pone de manifiesto el medio millón de personas que acudió a uno de sus mítines en los alrededores de Madrid.

Azaña ve que el cuadro de Velázquez desprende un influjo maléfico, como si fuera la tumba de
Tutankamon. Primero muere el galerista inglés, Pedro Teacher. La inteligencia británica manda un pez gordo y aparece el cadáver de Coscolluela, visto por última vez encaramado a un muro en la casa del Duque. Sus acompañantes pretenden decomisar el cuadro, pero el presidente les convence de que no pueden actuar ilegalmente. El Duque no ha cometido ninguna ilegalidad con la posesión de un cuadro por muy valioso que éste sea. “Cada muerte violenta es un paso más hacia el abismo” - sentencia el presidente - y la del capitán mutilado de la guerra de África lo es.

La intervención de Azaña tiene la virtud de convencer a AW. El inglés decide aplazar su regreso, al menos hasta desentrañar el misterio del cuadro, que ahora parece ser el centro y causa principal de la Guerra Civil. Le sueltan en las inmediaciones del hotel. La Toñina le espera en la habitación entre las sábanas. “Después de la agitación emocional de Paquita y de Lilí, estas sencillas caricias le resultan un bálsamo”.

AW vuelve a hacer el camino aprendido desde el hotel al palacete de la Castellana. Como tantas otras veces antes, el mayordomo antiguo, sacado de las páginas del Cossío, con pintas de tabernero de Dublín, le franquea la puerta, amable: “Tenga la bondad de pasar y aguarde en el vestíbulo mientras aviso a su excelencia”. Nada que ver con el fiero matarife armado de escopeta de la víspera. Y cómo no, el Tiziano colgado en la entrada y Lilí. Se imagina que Velázquez habría añadido en el lienzo un personaje con cara de asombro, incapaz de saber y transmitir el significado, a pesar de que conoce los males que acechan al mundo como: guerras, enfermedades o pasiones malsanas.



Lilí aparece para sacar al inglés del arte del S. XVI. No quiere que hable sobre lo que había pasado el día anterior. Ella le señala que estará atenta a cualquier señal. Dispuesta a acudir a su llamada con la satisfacción de la que ha resuelto un crucigrama. Cuando aparece el padre , AW le confiesa que ha acudido al palacete con el fin de cobrar la minuta por los trabajos prestados. Quiere que alguien le aclare su papel en el lío. Este inglés es valiente porque se enfrenta al padre de la adolescente ligera de cascos, en su misma casa, y al mayordomo fiero como un pirata somalí.


El Duque le confiesa que quiere a
Jose Antonio como si fuera un hijo, como quiso a su padre al que defendió hasta el último día. La violencia que le rodea hará pronto de su hija una Pasionaria de derechas. No quiere eso para su hija. Le explica que no ha permitido la relación entre los dos, a pesar del dolor que sabe que ha infligido en la pareja. Las armas que su dinero proporciona van a devolver los golpes que reciben. Sin el miedo al ojo por ojo, habrían desaparecido aplastados. Su papel actual consiste en tratar de convencer al ejército de la necesidad de contar con las disciplinadas escuadras de la falange. Contando con ellos , ganarán soporte ideológico. No se trataría de una asonada militar más. Piensa que: “Si hago caso a los generales y dejo inerme a la Falange, cometo un crimen; pero si proporciono las armas que necesitan, tal vez cometa uno mayor al enviarlos a una muerte segura”.

AW le propone un trato que el duque acepta: si logra convencer a Jose Antonio de que se someta al ejército, el tendrá vía libre para revelar la existencia del Velázquez. Sabe cómo hacerlo, guarda un as en la manga.



"Tenemos un as escondido en la manga,
verónica y cuarto de Curro Romero.
Tenemos lolitas, tenemos donjuanes;
Tenemos poetas, colgados, canallas,
Quijotes y Sanchos, Babel y Sodoma"
J. Sabina



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La mujer que yo quiero, me ató a su yunta

Massaguer. La Habana 1921



SONATA DE OTOÑO.
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN (6)


La llegada de las niñas y de Isabel se deja notar en las estancias del palacio y en la naturaleza de la relación entre los amantes. Bradomín y Concha actúan delante de ellas para que no sospechen, como si fuera otra actuación superpuesta a la ficción del relato. Practican una cura rústica (también de humildad) a Don Juan Manuel al que dejan acostado en la habitación del obispo, envuelto en paños de vinagre (y rosas) para las heridas. Concha sigue con su tarea de alisar con un peine de marfil la melena de matrona veneciana que, destrenzada, cae suelta sobre los hombros de la niña, siempre más romántico que rasparse con piedra pómez los callos y las asperezas de los pies metidos en agua caliente, por ejemplo. El ovillo de lana crece entre juegos y risas de las jovencitas mientras la madre y la prima Isabel secretean. Hablan del pasado en voz baja al calor de la lumbre del salón atendida por el Marqués. Los troncos se van consumiendo al tiempo que crece el montón del borrajo, como si fueran las cenizas del amor cuando éste termina.

Con Isabel aparecen los celos que matan y que quiebran la serenidad que la presencia de las niñas aporta al ánimo de la madre. Valle los muestra en el gesto de Concha: “Se llevó el pañuelo a los ojos y después lo desgarró con los dientes”. Sólo una sonrisa de él es suficiente para conjurar el maleficio y que las rosas de sus mejillas florezcan renacidas. Bradomín – como todo veterano Don Juan que se precie- sabe cómo hacer que la mujer que está a su lado se sienta importante. “Pensaba en ti” - le dice cuando Concha le ve pensativo.

Concha le muestra al Marqués una carta de su madre, doña Soledad, que es como las arañas negras que la persiguen por los pasillos del palacio. En ella la acusa de ser mala madre y peor mujer, de conducirse entre el escándalo y de estar irremediablemente condenada. Bradomín la quema, no quiere leer las lágrimas del desamor. Su madre es una santa, pero no tolera el desorden y eso es Concha para ella.

Valle recurre a la carta como una estrategia para describirnos a la madre y el origen de los amores, dos elementos que dan espesor narrativo al relato.

A continuación un capítulo breve - como todos en estas Sonatas- en el que parece que no pasa nada, pero pasa de todo y desfilan casi la totalidad de los personajes de la novela en el breve espacio del mirador, como si fueran los actores que entran y salen del escenario en una obra de teatro. Aquí se sienten los temblores de la inspiración en el hecho creador. Lo explicamos con un poco de calma, cada vez más convencido de que hay más deleite literario e intensidad en un pequeño fragmento de Las Sonatas que en tochos completos de literatura vendida al peso en las estanterías del supermercado. "¡Aquí Carabel! ¡Aquí Capitán!" . La alcoba de Bradomín se abre a un salón con tres puertas que dan al mirador en el que juegan las niñas ruidosas. Más allá, en el jardín, aparece y desaparece el Abad de Brandeso que se pasa por el exterior del palacio con dos perros. Viene a presentar sus respetos a la aristocracia. Las voces repetidas del tonsurado ponen el ritmo al relato: "¡Aquí Carabel!, ¡Aquí Capitán!" Todo pasado por el recuelo de la extraña lucidez del duermevela del Marqués de Bradomín - la voz narradora- y las tres puertas cerradas. El Marqués no ve lo que ocurre, sólo lo escucha y lo siente. Sorprendentemente, se despierta cuando cae el silencio en la terraza. Florisel abre las puertas y las niñas acuden a besar al tío Bradomín. Don Juan Manuel se ha marchado con las primeras luces del alba. Su traje de madera puede aún respirar en el exterior y crecer tranquilo; que bicho malo, tarda en morir. Relato demasiado amable para ser verdad porque “el moscardón verdoso de la pesadilla daba vueltas sin cesar, como el huso de las brujas hilanderas”: descripción surrealista del pozo hondo de los malos sueños que salen a la luz por laberintos inquietantes de tinieblas. Valle prefiere la tensión, el juego de contrarios para dotar
la narración de armonía y equilibrio. Y al final los dos pichones menos dos alas por cabeza, metáfora al revés del Don Juan irredento al que nadie de los nacidos y nacidas pudo cortar las alas ni uncir a su yunta para labrar juntos los surcos de una besana sentimental. Bien distinto a este otro que canta Serrat:

"La mujer que yo quiero, me ató a su yunta,
para sembrar la tierra de punta a punta [...]

La mujer que yo quiero, me ató a su yunta:
pero, por favor, no se lo digas nunca".
Joan Manuel Serrat




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

martes, 22 de noviembre de 2011

Habla popular de Lumbrales (104)

El tiempo lluvioso hace que el invierno parezca primavera desde Los Oliveros.


Óspera: Eufemismo de hostia.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.

¡Ostren ( la)!: Expresión de enfado. “¡La ostren no os dije que estuvierais aquí antes de comer!”
No está en el DRAE.
No está en el DCT.

Otro (la del): Expresión que se refiere a un personaje que hizo algo que ya sabemos y que suele decirse antes de una frase ya conocida “Eso es la del otro: Se han juntao el hambre con las ganas de comer”.
No está en el DRAE con esta acepción.
No está en el DCT.

BDE: Hacia 1140. Del latín ALTER, -ERA, -ERUM.


Oveja artuña: La que se le muere la cría, puede criar otro cordero.

DRAE: 1. f. Entre pastores, oveja parida que ha perdido la cría.
No está en el DCT.


Oveja dobla: La que cría dos corderos, uno de ellos ajeno, por muerte de la madre.
No está en el DRAE con esta acepción.
No está en el DCT.
BDE: Mediados del siglo XIII y su aumentativo doblón.




Oxear:
Espantar, sobre todo a las gallinas que están sueltas en el corral para que dejen de afrontar a la gente.
DRAE: mismo significado.
No está en el DCT.


P

Paique: Voz apocopada que significa "parece que". "Paique se nubla mucho", "Me paique va a llover".
No está en el DRAE.
No está en el DCT.



Pajero: Pajar. En ocasiones es lo mismo que el tenado. "Las mujeres entraron al pajero para retirar la paja" . Se usa en la expresión: “Tener la boca como un pajero", es decir, la boca grande.
No está en el DRAE con esta acepción.
DCT: Parte superior del pajar o de la cuadra, a la que se subía la paja, para desocupar el recinto bajo, o se guardaba el heno para separarlo de la paja.


Palancana:
Palangana, jofaina. Palabra mal pronunciada."Trae la palancana con agua".
DRAE: mismo significado.
DCT: mismo significado.


Palenque: Tablados que se ponían encima de los carros para ver las corridas de toros. En Lumbrales se empezaban a poner los carros para las corridas de los Toros después del 15 de Agosto cuando el alcalde daba el permiso.
No está en el DRAE con esta acepción.
No está en el DCT.
BDE: Hacia 1260, del catalán u occitano palenc, hacia 1200.




Paletos, palas:
Así se les llama a los dientes centrales de arriba. “Con esos paletos comerás bien el jamón”.
No está en el DRAE con esta acepción.
DCT: Dientes centrales de los incisivos superiores, especialmente cuando son muy grandes.

BDE: 1335. Del latín PALA id. y “azada”. Paleto “gamo” (por sus astas anchas), y de ahí rústico, zafio.


Palogana: Tipo de patatas de secano que se caracterizaba por su calidad. Otro eran las rambales.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.

El color verde aceituna en algunas palabras o expresiones indica que son de reciente incorporación, posterior a Mayo de 2007.

Abreviaturas utilizadas:
DRAE: Diccionario de la Real Academia Española.
DCT: Diccionario del Castellano Tradicional.
BDE: Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Joan Coromina.


La foto B/N es de la página de Ricardo.

Las ovejas son de la página de Paco Caro.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Más triste que un torero al otro lado del río Ibero

“Se colocó el monóculo, se levantó, cogió el abrigo y el bombín y salió con andar envarado”




RIÑA DE GATOS.

EDUARDO MENDOZA. (10)

A AW se le acumula el enredo en Madrid. Son tantos los nuevos frentes a los que atender que se siente por primera vez abrumado. Si la pasada semana lo dejábamos escondido en el palacete de la Castellana, en ésta terminamos el relato con el inglés detenido en la DGS, de nuevo. Antes logra escapar de la casa del duque con la ayuda de Lilí, también enamorada del sajón rompecorazones, a pesar de contar con la oposición de la conspiración de generales y del mayordomo con pintas de banderillero armado de escopeta. Pedro Teacher aparece y desaparece (mejor dicho, lo hacen desaparecer), más perdido y triste que un torero al otro lado del río Ebro.

AW puede escuchar sin ser visto la conversación entre Paquita y Don Rodrigo, el cura, escondido tras los espesos cortinajes del palacete. Aquella le pide compresión al eclesiástico por el desliz que acaba de cometer con el inglés en el hotel. “¡Abrenuncio! ¡Qué oigo!” Exclama el clérigo. Le acusa de ofender a Dios, al apellido y de hacer pecar al extranjero. Lo que necesita es un loquero. Le aconseja que abandone la casa para no contaminar la inocencia de su hermana.

La Toñina ha regresado con el bebé a casa de la Justa, que es su madre. Higinio Zamora Zamorano acusa a Paquita de haberse pasado por la piedra a todo el club de Puerta de Hierro por despecho. La Toñina sale en defensa de la aristócrata porque dice que vio la sangre virginal derramada en las sábanas del hotel. La revelación hace callar y cavilar sobre el significado a Higinio.

En el pasillo AW escucha cómo Franco le advierte al Duque de que la falange debe estar a las órdenes del ejército, no tolerará indisciplina. El éxito de la revuelta depende del orden estricto. AW ve cómo se le complican las cosas. Mola encuentra en el pasillo el pañuelo ensangrentado con el que el inglés tapaba la herida que se hizo al saltar el muro. Logra esconderse en el piso de arriba. El mayordomo de patillas anchas con pinta de banderillero de la cuadrilla de Joselito El Gallo toma el mando de las operaciones de pesquisa. Los generales, acostumbrados a mandar, obedecen. Él se encarga de buscar en el piso de arriba donde Lilí ha escondido al inglés debajo de la cama. Cuando la claridad anaranjada del crepúsculo entra por la ventana, Lilí provoca al extranjero. Por una vez éste no entra el trapo. Comprende que si lo descubren con una menor, está condenado al infierno de los protestantes. Ella piensa que ya es hora de ampliar conocimientos, de saber algo más que los afluentes del Ebro, Aritmética o las Rimas de Bécquer. Le sugiere que no se preocupe por las consecuencias porque al ser protestante ella será la acaparadora de la penitencia en exclusiva. Le dice: “Eres bobo; te quiero igual, pero eres bobo. Ya lo daba por perdido. Y esta tarde, de repente, el destino te trae hasta mi alcoba a punta de escopeta”. La joven desarma a AW con el argumento de que en los tiempos de Velázquez las infantas se casaban a los 14 años. Lo que pasó entre ambos después, antes de la huida, corresponde al lector el adivinarlo porque Mendoza no nos lo dice.

Con la noche de aliada y la silueta de Lilí recortada en la ventana observando su retirada, el inglés llega al hotel y bebe del botijo lleno de agua con anís que el recepcionista le ofrece. AW vuelve a la vida. El empleado le informa del trasiego de gente que ha preguntado por él durante su ausencia. Le interesa sobre todo el número de uno que olía a sarasa según la nariz del recepcionista del botijo.

Pedro Teacher le espera en Chicote una hora más tarde. “Colgó el abrigo y el bombín en un perchero y se guardó el monóculo en el bolsillo superior de la americana” más extraño y triste que un pato en el río Manzanares. Le informa de que llegó a Madrid, siguiéndole, un día después, pero debido al zarandeo que le traen unos y otros, siempre en medio de fuego cruzado, el perejil de todas las salsas, no ha podido contactar con él. Pide dos martinis secos para él solo. Cada uno paga lo suyo. La cita se sustancia en la mención de la amenaza de Kolia. Sólo entonces parece que AW accede a quedar en su casa de la calle Serrano. “Se colocó el monóculo, se levantó, cogió el abrigo y el bombín y salió con andar envarado”. Como si fuera un santo sin paraíso se echó a la calle.

El conjunto de acontecimientos que le han ocurrido desde su llegada a Madrid le tienen agotado (a cualquiera). Ya ni el Velázquez parece compensarle. Añora la vuelta a la rutina de Londres. Se muestra decidido al regreso a lo cotidiano y dolido por el uso que Paquita ha hecho de él en su relación con el político fascista. La ración de extraordinario le desborda. Todos éstos son los pensamientos que le embargan en su paseo a la dirección que Peter Profesor le ha escrito en una servilleta. A las once en punto de la noche AW está ante la aldaba con forma de cabeza de león como si fuera una puerta de la nobleza del león que domó San Marcos de Venecia, o así.

La puerta de la casa estaba entornada y el interior vacío. Las paredes desnudas y sólo la claridad proveniente de la luz mortecina de un quinqué al final del pasillo le permite acceder a una amplia sala donde está el cadáver despatarrado de Pedro Teacher. “Todavía llevaba puesto el abrigo; el bombín había rodado a un metro de la cabeza de su antiguo propietario, junto al rostro del cual, astillado pero entero, estaba el monóculo”. Al poco llegan unos guardias que le retienen y se fuman unos cigarros de picadura hasta que aparece su jefe; el teniente coronel Gumersindo Marranón, que sin mediar ni media palabra le propina un puñetazo. Le cuenta que seguían al finado desde su llegada a Madrid, pero era escurridizo. Se enteraron que estaba en este lugar por una servilleta con la dirección escrita que AW había olvidado en Chicote. El teniente coronel le informa de que el capitán Coscolluela ha dejado de existir. Su cadáver apareció en un descampado del Retiro. El inglés de nuevo en la DGS.

Mientras tanto, en la guarida de falange hay una reunión de la Junta Política. El padre Rodrigo les informa de lo que ha oído en la casa del duque en la conspiración de generales. Jose Antonio no confía en ellos. Los considera atrapados en rencillas personales, más pendientes del escalafón y tan corruptos como el gobierno que quieren derribar. Jose Antonio había soñado con una marcha sobre Madrid al estilo de la marcha sobre Roma de los camisas pardas de Mussolini en 1922 que logró el apoyo del Rey, el clero y la subordinación del ejército. Jose Antonio lo había intentado un año atrás, pero Franco, Jefe del Estado Mayor en aquel momento, lo había impedido y el no lo había olvidado. Pide a Serrano Suñer una entrevista con su cuñado, Francisco Franco, lo antes posible. Le comunicará que si no se levanta ahora con la falange en vanguardia, lo hará por su cuenta.


"Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un dandy con lamparones,
como un barco sin polizones…,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti"
Joaquín Sabina






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Vi la luna en cuarto creciente

"Llegando a la encrucijada de tres caminos, donde había un retablo de ánimas [...] Asustado el potro de Don Juan Manuel , dio una huida y el jinete cayó".

Gutierrez Solana

SONATA DE OTOÑO.
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN (5)

El tramo del relato que hoy analizamos en esta lectura, que pretende ser atenta, es un compendio de las virtudes que adornan a Valle-Inclán como narrador. Una síntesis de lo mejor de su escritura. Va desde el gesto cotidiano de entornar el libro que estamos leyendo sobre la mesa para no perder la página, hasta el diálogo sereno de la madre con las hijas, al tiempo que les desenreda los largos cabellos. Para unir los dos extremos el autor recurre al desarrollo de una secuencia cuajada de vértigo, ritmo trepidante, acción de cine americano que tanto agrada a los espectadores jóvenes y a la mezcla de sueño y realidad. La armonía de la narración conseguida a través de la fusión de expresiones populares y del lenguaje aristocrático y linajudo. Expresión de lo más sublime y lo banal o el escaso brillo de las ocupaciones ordinarias.

Concha y Bradomín encienden la llama de la pasión a la luz de la luna en cuarto creciente. La claridad del día echa una mano para que el sueño le venza en los brazos de ella. Al despertar ella siente vergüenza de que la muerte le sorprenda de esa manera. Debe ser terrible que el sentimiento de culpa no te abandone ni más allá de la muerte. Sus manos están tan frías como la palidez de cera de una Dolorosa. Concha lanza suspiros agónicos y él la besa “temblando como si fuera a comulgar la vida” (qué expresión más de Rubén Darío).

Los libros religiosos que únicamente el obispo abría, llenan las estanterías y contagian de doctrina y catecismo la atmósfera de la biblioteca. Bradomín ha elegido un libro de sermones. Don Juan Manuel le advierte de que se va a quedar ciego y tonto como el abuelo que también se pasaba los días leyendo. Al menos no quemó los libros y le tapió la biblioteca como le hicieron a Don Quijote los que bien le querían. A continuación, pide vino que bebe con largura y sosiego de un vaso pesado y antiguo. Piensa que si Concha bebiera muchos así, no estaría como está, consumida y ensayando su propia muerte a cada instante.

Concha le comunica a Bradomín que Don Juan Manuel le espera. Las gentes de las aldeas lo recibirán bajo palio porque es privilegio de su linaje. Hablan de la estirpe de los Montenegro de Galicia, descendientes de una emperatriz alemana. Los antepasados del Marqués hunden sus raíces en la batalla de Roncesvalles. También –cómo no- en Roldán que engendró a Paladín de una sirena.



Caricatura de Massaguer. 1927


La fuente que cantaba al fondo del laberinto como un pájaro escondido es testigo de la marcha de Javier al caer la tarde. Los rayos del sol de otoño, agotados y próximos a morir, penetraban hasta el fondo del mirador, dorados al traspasar las emplomadas vidrieras que lo flanquean. Javier - voz narradora- nos cuenta lo que recuerda de un sueño de Concha, perdida en el laberinto y nublada por las tinieblas del pecado de Satanás. Incapaz de encontrar la salida, un arcángel la guía con su luz. Las lágrimas de diamante que rodaban entre sus dedos eran el purgatorio que la salvaba del infierno. La novela gira en este punto. Lo hace desde la imaginación desbordada que surge de los veneros más caudalosos de los sueños y nos transporta al suelo firme que pisan los vivos que pueblan las aldeas de Galicia para dejarnos la descripción costumbrista de su paisaje, poblado de caseríos dispersos, molinos lejanos escondidos detrás de las parras frondosas cargadas de racimos de uvas, montañas azules con la primera nieve en las cumbres, pastores y mujeres que cantan y viejos cansados que con parsimonia pican la yunta de vacas que, remolonas, mordisquean la yerba más alta y cencía de las cercanas cunetas. Todo dispuesto para encajar la magnífica aparición de Don Juan Manuel detrás de la cuesta, como un emperador romano con su montecristo flotando. Y Bradomín que se aleja, después de despedirse, como lo hacían los cruzados de su dama “que le lloraba en su castillo al claro de la luna”. Al aire la melena merovingia romántica a la manera de Zorrilla y Espronceda. “¡Hoy los años me han impuesto la tonsura como a un diácono, y sólo me permiten murmurar un melancólico adiós!” - confiesa apenado el Marqués.

Valle cierra el capítulo, tan intenso y lleno de todo, con el mismo recuerdo, evocando las fuentes sin alma que siguen cantando como los pájaros escondidos al fondo de los laberintos.

Bien distinto es el ritmo que el autor imprime al capítulo en que se narra la ida y vuelta de Don Juan Manuel, pinturero, fanfarrón y garboso en su caballo tordo, falso, montaraz y duro de
boca. Acompañado de unas expresiones diferentes como el “paso castellano de sus mulas” (¡qué expresión tan rotunda!) y la “temblona claridad” (que suena tan sonora como “temblorosa”, ésta más culta y poética). La caída del jinete en una secuencia de cine de acción:los zarzales que orillaban el camino producían un ruido sordo cuando el cuerpo de Don Juan Manuel pasaba batiendo contra ellos. Era una cuesta pedregosa que baja hasta el río y, en la oscuridad, yo veía las chispas que saltaban bajo las herraduras del potro. Al fin, atropellando, por encima de Don Juan Manuel pude pasar delante y cruzarme con mi rocín en el camino”. Valle remansa el relato del vértigo de la caída recurriendo al refugio de Concha: "¡La pobre era tan buena, que parecía estar siempre esperando una ocasión propicia para poder asustarse!"

Un nuevo regreso al sosiego. Tras el susto, la calma que sigue a la tormenta, porque intenso es el contraste entre el galopar de un caballo desbocado que corre sin rienda arrastrando al jinete y Concha, entretenida en peinar los cabellos de sus hijas. Así de inesperados e impredecibles son los sueños que como una metáfora de la vida se abren a otra realidad cuando los párpados se espesan y se cierran sumergiéndonos en la realidad paralela de los sueños.


"I pictured a rainbow
You held in your hands
I had flashes
But you saw then plan
I wondered out in the world for years
While you just stayed in your room
I saw the crescent
You saw the whole of the moon!
The whole of the moon!"
Mike Scott




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

martes, 15 de noviembre de 2011

Habla popular de Lumbrales (103)


Puente del Ojo sobre el río Camaces, muy cerca de San Leonardo



Novios (sacarse los): Locución que describe el acto de hacer crujir, dedo a dedo, las coyunturas de una mano.
No está en el DRAE con esta acepción.
No está en el DCT.
BDE: 1220-50, del latín vulgar NOVIUS, primero significó sólo “casado nuevo o que está casándose” (como todavía el catalán nuvi y el occitano novi).


Ñ

Ñiscar: Hurgar. “Tiene la pupa infestá, no hace más que ñiscársela”.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.

O

Obispos: Trozos de pan empapados con vino que después se fríen en la sartén y que se suelen espolvorear con azucar. En vez de en vino se pueden mojar con leche.
No está en el DRAE con esta acepción.
No está en el DCT con esta acepción.
BDE: Hacia 1140. Tomado por vía semiculta del latín epíscopus, y éste del griego, epískopos, “guardian protector, vigilante, jefe eclesiático en general”.

Ocálitros: Deformación de eucaliptos.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.



Ojadro: Caja del carro donde va la carga. Equivale a los adrales del castellano.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.





Ojo (puente del): Puente sobre el río Camaces, construido en los ss XVI o XVII seguramente coincidiendo con el auge de San Leonardo.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.
BDE: 1140. Del latín OCULUS. La expresión ojo de agua 1280, “punto de afloramiento de un manatial”, resulta de una metáfora extendida por todo el mundo, en idiomas de las más varias familias, y se explica por ser el lugar donde el agua subterránea “ve la luz”.


Ombrigo, botón de la barriga:
Deformación de Ombligo.

No está en el DRAE.
No está en el DCT.
BDE: Ombligo: 1335. Del latín UMBILICUS.

Onde: De donde, a donde, en donde.
DRAE: 1. adv. l. desus. En donde.
2. adv. l. desus. De donde.
3. conj. causal ant. Por lo cual, por cual razón.
No está en el DCT.

Órdiga: Eufemismo de hostia. Exclamación para algo fuera de lo normal: ¡Anda la órdiga!
DRAE: anda la ~, o la ~.
1. locs. interjs. U. para expresar admiración o sorpresa.
2. DCT: Sopapo, bofetada.

Orejeras: Dos piezas de hierro situadas a ambos lados del dental del arado, orientadas transversalmente a la dirección del surco, cuya función es apartar la tierra que ha sido removida por la reja del arado y dejarla amontonada en el lombo del surco
DRAE: 3. f. Cada una de las dos piezas o palos que el arado común lleva introducidos oblicuamente a uno y otro lado del dental y que sirven para ensanchar el surco.
DCT: En el arado romano, cada una de las dos piezas de madera, generalmente de fresno, que, a modo de vertedera, van incrustadas transversalmente a cada uno de los lados del dental y cuya finalidad es abrir o ensanchar el surco, expulsando la tierra hacia los lados.

Orzar: Largarse. "¡Orza de aquí!, estás estorbando”.
DRAE: 1. intr. Mar. Inclinar la proa hacia la parte de donde viene el viento.
No está en el DCT.
BDE: Voz náutica de origen incierto. Quizás el verbo orzar “acercar la proa al viento”, 1696, y éste de un latín vulgar ORTIARE ”levantar”, derivado del latín ORIRI.

¡Ósiqui!: Voz repetida que se le dice a las gallinas para que se retiren.
No está en el DRAE.
No está en el DCT.


Abreviaturas utilizadas:
DRAE: Diccionario de la Real Academia Española.
DCT: Diccionario del Castellano Tradicional.
BDE: Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Joan Coromina.


Las fotos del Puente del Ojo son de Ricardo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Sólo un ladrillo en la pared





















“Acedo y Lezcano
que se le antojan los únicos seres capacitados para comprender y compartir su tristeza ante la inminencia de una catástrofe que destruirá todo lo que encuentre a su paso”


RIÑA DE GATOS.
EDUARDO MENDOZA. (9)

La novela entra en una fase de enredo. La incertidumbre y el miedo a Kolia era un motivo más de preocupación para el inglés. Únicamente el convencimiento de que en ninguna parte del mundo iba a sentirse libre del acoso, le convencen de que sólo con la conclusión del asunto del cuadro, le dejarán en paz unos y otros. La Toñina le espera en el hotel desde el día anterior. Guillermo, el falangista hermano menor de Paquita, se presenta a las bravas en la habitación. Requiere de AW que hable con Jose Antonio y le advierta de que alguien quiere quitarle de en medio. Una vaga promesa de político diplomático de que lo mirará (que en realidad no dice ni sí, ni no, ni todo lo contrario), provoca el entusiasmo en el joven pistolero que se marcha con el convencimiento de misión cumplida y de ser imprescindible para la causa. Mientras tanto, la Toñina, encerrada en el armario, casi se muere de asfixia.

Por la mañana le resulta imposible hablar con el Duque de la Igualada por teléfono. Lo más que consigue es que el mayordomo con pinta de banderillero de los tiempos de Juanito Belmonte le diga que lo intente más tarde. Al regresar a la habitación despacha a la Toñina que le había hecho la cama y se echa al camino de las calles de Madrid. Los pasos le guían al Museo del Prado como por inercia. Allí le busca y le encuentra otro inglés enamorado de la pintura barroca española, cuando está contemplando a los bufones “Acedo y Lezcano que se le antojan los únicos seres capacitados para comprender y compartir su tristeza”. Edwin Garrigaw ha abandonado su guarida de la londinense Trafalgar Square para advertir a AW de lo insensato de su teoría sobre el Velázquez. La aparición del viejo curador es inteligente porque de esa manera los lectores sabemos el punto de vista de otro experto en pintura, totalmente contraria a la visión de AW. Tras una nueva digresión sobre el pintor sin que se produzca ninguna aproximación en sus respectivas teorías, Edwin Garrigaw se despide de su paisano. Se quedará en España para ver alguna novillada, le pirrian los banderilleros.

Las palabras del viejo curador habían hecho mella en AW, pero no lo podía evidenciar. Si ahora renunciaba, los riesgos que había corrido, habrían sido en vano. En el hotel le esperaba la sorpresa de Paquita, que había venido a cumplir la palabra dada, junto al vodevil y la comedia de enredo, porque la Toñina y el bebé vuelven cuando ambos están en la habitación. El encuentro se resuelve con una faena de aliño. Las maniobras del “juntamiento con hembra placentera” no deben alargarse más allá de lo que dure una misa para no levantar sospechas. La escena del yacimiento termina con el portazo de Paquita que se aleja, con el llanto del bebé de fondo y el inglés siguiéndola por el pasillo en pelotas.



La casa del Duque de la Igualada está concurrida esta mañana. Tres personajes se han acercado hasta el palacete de la Castellana, desde ciudades bien distantes entre sí, al objeto de tratar asuntos de trascendencia para la vida política y social del país. Se trata de tres generales levantiscos que intentan convencer al Duque, y con él a la falange, del sometimiento a las directrices del ejército rebelde. El inmovilismo clásico de los de su clase lastra su capacidad de decisión. Los golpistas saben que necesitan el apoyo del capital y del clero para que su intentona tenga posibilidades de éxito. La sociedad española ha cambiado. La clase obrera de las ciudades no es la misma clase trabajadora del S. XIX en la que predominaba una sociedad agrícola indiferente con la política que se urdía en las ciudades. En este momento el proletariado se ha organizado y saben que el golpe que planean tendrá éxito en las zonas rurales, pero no en los núcleos urbanos donde el gobierno cuenta con el apoyo de la Guardia Civil, la Guardia de Asalto y numerosos oficiales con mando en plaza. Por esta razón se considera importante el aporte de las milicias de la falange. Se negocia con cautela. Nadie quiere descubrir sus cartas antes de tiempo. Todo es indecisión, política al más alto nivel en el salón de la casa del duque. Es la apuesta de la conjura: “El duque vuelve a mirar por la ventana: el viento agita las ramas de los árboles y en el horizonte se ven nubes negras”.

Mientras desde los salones de la aristocrática casa de la Castellana se espesan los nubarrones que se ciernen sobre el porvenir de la nación, en casa de la Justa se le hace la noche al futuro de AW. Un intenso olor a col hervida procedente del patio de luces de la casa de la Justa inunda la sala en la que los dedos de Kolia “habían ido deshojando el pomo de violetas, cuyos pétalos, esparcidos por el mantel de hule e iluminados por la débil bombilla suspendida de un grasiento cordón, le parecieron a Higinio un simulacro de camposanto”. Es el mismo lugar que AW debe abonar con sus huesos una vez concluida la venta del cuadro.




AW se dirige también a la casa del duque que como si de una comedia de enredo se tratara, se prepara para ser el escenario o foco de atención y fusión de todas las fuerzas y elementos que conforman la escena. AW, escondido en un muro, observa la desazón y tristeza que invade a Paquita “entre hondos suspiros y súbitos estremecimientos”. No entiende el cambio súbito del desparpajo que mostró en su visita al hotel y la desolación actual. La voz del capitán Coscolluela instándole a apearse de la pared le hace saltar sobre el barbecho recién mullido de un parterre del jardín y esconderse detrás de un seto. El jaleo alerta al mayordomo y a la conspiración de generales que llena la casa.

La situación no puede ser más cómica. Un capitán cojo encima de un muro, objeto de todas las miradas y reprimendas es la campana que salva al inglés de ser descubierto. La atención focalizada en el mutilado de la guerra de África, le permite al inglés alcanzar el interior del palacete mientras el general Queipo de Llano le advierte, premonitorio, al capitán: “Cualquier pared se puede convertir en paredón”, en caso de que delate su presencia a sus superiores.

"Daddy's flown across the ocean
Leaving just a memory
A snapshot in the family album
Daddy, what else did you leave for me
Daddy, whatcha leave behind for me?
All in all it was just a brick in the wall
All in all it was all just bricks in the wall"

Gilmore, Waters





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Me acuso de morirme sin tu boca


SONATA DE OTOÑO.
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN (4)


El campo estaba poblado de vendimia y sementera un día de principios de otoño. Concha desnuda las rosas del jardín y le ofrece los pétalos a Bradomín. Había llovido toda la noche y los verdes del vetusto jardín resaltaban exultantes de vicio en el tardío, como el enfermo exhausto que, con bríos renovados, renace a la vida tras recibir una trasfusión de sangre salvadora. La brisa de la mañana acariciaba y hacía temblar las flores, trazando “en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como si danzasen hadas invisibles”.

Concha y Bradomín se sientan en un banco cubierto de hojas secas, metáfora triste del tiempo en común que caduca. Florisel, el tiempo por vivir, pasa por delante de ellos con su jaula de mirlos. Concha lanza una sonrisa extraña acompañada de un estremecimiento. Bradomín siente frío.

Los poseedores del viejo Palacio de Brandeso del S. XVIII tienen recia raigambre. El marqués lo recorre de la mano de nieve de Concha y recuerdan que él acudía con su madre hace veinte años. Águeda, la madre de Concha, le enseñaba estampas del Año Cristiano. Los salones están adornados con cortinajes de damasco, espejos nebulosos y retratos familiares. Los pasos resuenan como en las iglesias desiertas. “En el fondo de los espejos el salón se prolongaba hasta el ensueño como en un lago encantado, y los personajes de los retratos […] parecían vivir olvidados en una paz secular”. Y su prosa que no es espejismo de agua en el desierto, aguanta la prueba del nueve del implacable y cruel paso del tiempo por su autenticidad, a pesar del esplendor de su preciosismo.

Concha tiembla al anochecer y se acuesta. Hablan de tiempos pasados. Nos enteramos que el suyo fue un matrimonio descompensado por la edad y que Bradomín había sido su maestro en todo. Concha tenía el encanto de otro tiempo, purificado por la divina palidez de enferma. Sabe que se muere y sólo anhela que Javier (por qué Xavier, que uno ni sabe cómo pronunciarlo) no le abandone hasta que el alma se separe del cuerpo. Sabe cómo provocar los celos de ella. Primero insinuándole que tiene algo que ver con Florisel y luego contándole que a la tierna edad de once años ya comenzó sus escarceos amorosos cuando su tía Augusta se enamoró de él. Dejan para otro día la destrucción de las cartas de amor que heredarán sus hijas. Como si fueran amores adúlteros al descubierto, pero sólo cuando ya nada importa.


La venida de Bradomín al palacio significa el renacimiento de los amores. La oportunidad última que le queda al amor de salvarse del naufragio en medio de la tiniebla que se cierne en el entorno. Nunca la había visto tan feliz, con esa mezcla del blancor de la palidez de la enfermedad y la calidez de los labios fríos de los amantes. La atrevida armonía entre contrarios de Valle en plenitud.

Los venerables cipreses orillan el camino al cementerio. Recorrido a la inversa que descubre la luz al final del camino de vuelta; cuento alegre para Bradomín y tristeza del final de la vida de Concha.

Aparece la voz de don Juan Manuel. No puede pasar, lleva prisa. Ellos se besan hasta que el canto de los mirlos desunen sus bocas.



“En el silencio de la noche, aquel ritmo alegre y campesino evocaba el recuerdo de las felices danzas célticas a la sombra de los robles”. Eran los cantos de los mirlos que animan a Concha a cantar. Ella se cansa, él la sostiene y “ella mordió mis labios con sus labios marchitos”. De nuevo Valle desvela el misterio con las palabras exactas entre el paraíso y el infierno, entre el desierto y el diluvio que inunda el relato de armonía .

"Me acuso de morirme sin tu boca,
confieso que desde que te has
marchado
solo bailo en las fiestas donde tocan
la musica del vals de los ahorcados."

Joaquín Sabina




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.